Raul de la Rosa
Foto: Fabrizio León
La Jornada Maya

9 de julio, 2015

Con la muerte de B.B. King (1925/2015) terminó una época. Había que esperar que el tumulto de notas periodísticas sobre el fallecimiento del más famoso de todos los bluesman se asentaran para poder incorporar el after de un concierto que duró más de siete décadas.

No hay más, el último de los músicos fundamentales de la tradición del blues no volverá a tocar las notas esenciales que llegaron desde la lejana África en los barcos cargados de esclavos.

En sus orígenes, desde las plantaciones del delta del Mississippi, el blues fue la raíz de la música popular de Norteamérica: del jazz al bluegrass, del góspel al rocanrol y del rythm and blues al hip hop.

Dos fueron los pilares de la catedral del blues. Hay un antes y un después de cada uno de ellos: Robert Johnson, del que sólo se conocen dos fotos y dos discos grabados a finales de los años 30, quien en un cruce de caminos –contaba– le vendió su alma al diablo, y el Blues Boy de la calle Beale, que salvó su guitarra de un incendio y la bautizó como Lucille. Ambos crearon la leyenda, el mito y la realidad de éste género.

En 1959 descubrió la Gibson ES-355. “Es como encontrar a tu esposa”, comentó. No hubo matrimonio más fiel, y como símbolo de reconocimiento, Rodd, el hijo de BoB.B.y Bland, en el second line improvisado en Memphis, llevaba a Lucille en sus brazos presidiendo el desfile.

En el caso de Robert Johnson pasaron 50 años cuando se le otorgó un Grammy póstumo por su obra. En el caso de Blues Boy los reconocimientos fueron en vida; recibió 15 Grammys, doctorados honoris causa, tocó en la Casa Blanca y recibió inumerables premios y reconocimientos.

De Robert Johnson se dice que murió envenenado y las hijas del Blues Boy han acusado a su mánager, LaVene Toney, y a Myron Johnson de haber asesinado a su padre. Este es un cuento sorprendente.

[h1]Los tres monarcas[/h1]

Había una vez en el reino gemidor y ronco del blues tres monarcas con el mismo apellido: King. Los tres eran magos pulsando sus guitarras, los tres cambiaron y sacudieron el blues tradicional. El más pequeño de los tres se llamó Freddie, conocido como Texas Cannonball, y dejó su reino en 1976 con apenas 42 años de edad. El segundo se llamaba Albert, del mero Mississippi, y su reino fue conocido con el lema Born under a bad sign. Ingresó al salón de la fama y con un Grammy bajo el brazo se retiró en 1992 con más de 40 discos en su haber. Tenía 69 años el Big Bro del Blues, como lo llamó el tercer monarca.

El tercero era Riley King, bautizado después con un humilde apodo: Blues Boy, en una emisora de radio, que se acortó a B.B. King. Al igual que los niños afroamericanos de su región, pizcó algodón y cantó espirituales en el coro de la iglesia. Resultó ser el más longevo de los tres, pasó a retiro (contra su voluntad, seguramente) el 14 de mayo de 2015 a los 89 años.

La vida de Blues Boy es una calca al carbón de cientos de músicos del sur profundo, quien escuchó sus primeros shouts en una plantación algodonera en Itta Bena, Mississippi, en 1925.

Infancia triste marcada por el abandono del padre y la temprana muerte de la madre, muy joven viajó en busca de su pariente Bukka White, protector y maestro, quien le marcó el camino donde habría de encontrar su vellocino de oro, su Golden City de los cantos religiosos: la ciudad de Memphis.

[h1]Del blues al jazz[/h1]

Sus más significativas influencias las tuvo de ambas orillas: la del blues y la del jazz: T-Bone Walker y Lonnie Johnson al lado de Charlie Christian y Django Reinhardt, que confirman que las tempranas inspiraciones son fundamentales en la evolución de un músico. En 1948 pasó cerca de un año aprendiendo la guitarra con su tío Bukka White, pero no logró el sonido del slide y desarrolló una técnica muy personal para reproducirlo que daría una marca particular al sonido de su guitarra.

Mientras tanto Blues Boy se ganaba el pan como músico callejero o anunciando el jarabe Peptikon en la WDIA, estación de radio que le permitió tener su propio programa. Al igual que Robert Johnson y su pacto con Satán, B.B. King creó su propia leyenda con Lucille, nombre con el que bautizó la guitarra que rescató de un incendio provocado por dos hombres que disputaban los favores de una dama con ese nombre. Desde entonces pasaron por sus manos tantas Lucilles como amantes.

En 1959 descubrió la Gibson ES-355. “Es como encontrar a tu esposa”, comentó. No hubo matrimonio más fiel, y como símbolo de reconocimiento, Rodd, el hijo de BoB.B.y Bland, en el second line improvisado en Memphis, llevaba a Lucille en sus brazos presidiendo el desfile.

Entre varios éxitos, la canción compuesta por Rick Darrell y Roy Hawkins en 1951, The thrill is gone (La emoción se fue) es la más conocida, pieza emblemática grabada en 1970. Estaba claro que B.B. King no quería ser un bluesmen más, su talento para fusionar el blues tradicional con el jazz y el rythm & blues con el góspel lo llevó a formar una orquesta de 10 elementos pocas veces visto en el mundo del blues tradicional, pero además Blues Boy tenía olfato de empresario como pocos, o mejor dicho, como ninguno.

Su ruta estaba marcada, porque a pesar de que vivió la segregación racial, fue testigo de linchamientos y vivió en condiciones deplorables, decidió cam
biar las reglas del juego. Mezcolanzas geniales y su agudo olfato lo llevaron a crear una empresa: B.B. King y su orquesta de 10 elementos introduciendo la sección de viento que daría forma a los riffs con la inclusión de saxos para el blues.

[h1]Las giras[/h1]

Su visión empresarial lo llevó a comprar un autobús (The Big Red) y se lanzó a interminables giras por todo el país con todo y orquesta que, en un alarde de resistencia, en 1956 se presentó en locales pequeños, estudios y conciertos durante 345 días. Un récord Guinnes, sin duda.

En 1958 su autobús quedó destrozado tras chocar con un camión de gas. El seguro no se hizo responsable pues la póliza había vencido dos días antes y B.B. King se quedó con una deuda de millones de dólares que le llevó años saldar.

Su vida familiar no fue relevante. Se casó y divorció dos veces; tuvo 15 hijos –la mayoría fuera del matrimonio– y más de 50 nietos. “Ninguna mujer puede aguantar a un marido que anda de gira la mayor parte del año”, comentó en una ocasión.

Su vida y su pasión estaban en la música, tocando-acariciando a Lucille, su mujer más fiel, frente a públicos pequeños o en conciertos masivos. Su vida estaba en el escenario. Sus mejores discos fueron, sin duda, las grabaciones en vivo. El de la prisión de Cook County que guardaba a los reos más peligrosos es histórica, y años después, en un centro correccional de Gainesville, Florida, una de sus hijas, Patty, estuvo entre los reclusos durante el concierto. Por la venta de sus discos y por sus presentaciones ganó millones de dólares, de los cuales buena parte se quedaron en los casinos: era un jugador empedernido.

De su producción musical hubo buenos, excelentes y maravillosos discos junto a grabaciones mediocres que poco o nada tenían que ver con el genio de Blues Boy.

Matías Uribe, en su blog, describe muy bien esa etapa: “Menos mal que después de aquella deficiente tanda de los 70-80, llegaron Blues summit y en el 2000 Riding with The King, junto a Eric Clapton, con lo que, tras aquellos saltos atlánticos de los primeros sesenta de los músicos negros para tocar, o por mejor decir, acompañarse de pipiolos músicos británicos, se llegaba a la última y excelsa cumbre de unión de músicos blancos y negros, de maestros y discípulos”.

Poco se sabe de los músicos que lo acompañaron. El más notable fue, sin duda, el líder de la banda durante más de 30 años: James Bogaloo Bolden, que ahora inicia giras al frente de varios de los músicos que acompañaron a la leyenda. Hay más de cuatro B.B. King Blues Club en Estados Unidos que dejan pingües ganancias, y de las regalías que siguen fluyendo surge una pregunta: ¿quiénes serán los beneficiarios?

B.B. King llegó adonde se propuso y más… la historia del blues fue construida poco a poco por miles de oscuros y desconocidos músicos que vivieron las más adversas condiciones de esclavitud. Una vez libres, padecieron la segregación racial, la marginación y las más deplorables circunstancias sociales, desempleo y una larga lista de adversidades, que continúan en nuestros días. De estos anónimos creadores surgen verdaderas leyendas del género que marcaron otros senderos para la música popular de Norteamérica.

B.B. King logró lo que ninguno, en lo artístico, en lo musical y como hombre de negocios. Gran parte del mundo supo del blues gracias a ese pequeño niño descalzo de Mississippi apodado Blues Boy.


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