Organizaciones mexicanas buscan proteger la milpa, el cultivo prehispánico del maíz

Lo consideran una alternativa ante los incrementos del precio los alimentos, la crisis climática y las semillas transgénicas
Foto: Ap

Organizaciones civiles mexicanas buscan este Día Nacional del Maíz rescatar la milpa, un sistema de cultivo de origen mesoamericano que tiene como base el maíz y que significa una alternativa ante los incrementos del precio los alimentos, la crisis climática y las semillas transgénicas.

El colectivo Coamil creó desde hace siete años en la ciudad mexicana de Guadalajara una milpa en el camellón de la avenida Federalismo, una de las más transitadas de la urbe y a minutos del centro histórico.

En este espacio crecen plantas desde maíz hasta girasoles. Bajo ellas, el tren subterráneo circula todo el día.

Antonio Aguirre, uno de los fundadores del colectivo que se ha unido a la campaña "Sin maíz no hay país" contra el uso de semillas transgénicas, explica que intervinieron el espacio público para que los vecinos conozcan los saberes ancestrales alrededor de la milpa.

“Desde la época prehispánica nos ha alimentado, nos ha brindado esta posibilidad de generar infinidad de alimentos, incluso el maíz por sí solo, cocido o asado, es un súper alimento, desde el punto de vista alimenticio es importante y también desde la parte cultural”, dice a propósito del Día Nacional del Maíz.

 

Un alimento prehispánico

Según la Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural en México, la milpa, que en náhuatl significa sembrar encima de una parcela, es un sistema agrícola que data de la época prehispánica y en el que se siembran diversos alimentos para el óptimo aprovechamiento de la tierra.

Aunque hay muchas formas de siembra en el sistema milpa, la combinación principal radica en el maíz, además de frijol, calabaza y chile, que son base de la gastronomía mexicana.

Melina Gil asegura que este sistema beneficia la alimentación comunitaria sana y sustentable, así como el medioambiente.

“(Las plantas) hacen un trabajo en equipo fabuloso, el maíz le da sustento al frijol para enredarse y el frijol está absorbiendo el nitrógeno, la calabaza absorbe toda la humedad de la tierra, es una sinergia que también viene a restaurar (la tierra) a traernos incluso una situación de esperanzadora”, comenta.

Estos beneficios permanecen hasta la cosecha porque el forraje que queda puede absorber el dióxido de carbono de la atmósfera, y gracias al policultivo, la tierra se mantiene nutrida y con menos erosión.

 

Autoconsumo y conocimiento

Lo producido por la milpa es generalmente para autoconsumo o trueque.

Víctor Ibarra, vecino del barrio donde el colectivo Coamil instaló la milpa, cuenta que desde hace unos años participa con su hija en el cultivo para reconocer la importancia de los alimentos autosustentables.

“Es abrir los ojos a que el maíz que consumimos no viene del supermercado, que viene de las manos de campesinas y campesinos que trabajan la tierra”, señala.

El colectivo Teocintle tiene una veintena de integrantes que trabajan desde hace 10 años una extensión de casi tres hectáreas de tierra con milpa y otras frutas, hierbas y hortalizas.

Entre todos nutren la tierra antes de que comience el temporal y ponen en los surcos las semillas que fueron cultivadas por ellos el año anterior.

“Es un trabajo de amor a la tierra, de unidad, porque si ahorita vivimos una crisis de valores, siento que la estamos parchando (remendando), reconstruyendo esa unidad, con la siembra colectiva del maíz”, explica Ángeles Ortiz Sánchez, integrante de dicha organización.

El colectivo busca formarse para luego ofrecer talleres y enseñar a cualquier persona cómo cultivar una milpa o alimentos básicos de manera más limpia y con alto valor nutricional.

“Tener el conocimiento de la siembra del maíz, el frijol y la calabaza es la base de tu vida. Sabemos que en un futuro puede depender la vida de mucha gente de ese conocimiento del ciclo (natural), la siembra y cultivo”, indica la activista.

Además de resistir a la invasión de los granos y alimentos genéticamente modificados, las organizaciones afrontan una posible legislación local que pretende vigilar los huertos urbanos y la agricultura urbana y encarcelar a quien no tenga permiso para hacerlo.

Si esta ley es aprobada, pondría en riesgo no solo los cultivos autónomos, sino los saberes ancestrales que encarna esta forma de agricultura, coinciden las activistas.

 

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Edición: Ana Ordaz


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