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James Biles*
Foto: Rodrigo Díaz Guzmán
La Jornada Maya

11 de enero, 2015

Con el paso de los años uno va aprendiendo que existe una brecha irremediable entre la teoría y la práctica. Tal es el caso con respecto a las políticas públicas en Yucatán. En términos ideales, el diseño de políticas públicas debe ser un proceso sustentado en análisis de información pertinente, con participación ciudadana, para guiar las acciones de gobierno orientadas a resolver problemas públicos. El objetivo es identificar la intervención más factible con mayores probabilidades de solucionar el problema. La realidad que se vive en Yucatán, donde imperan las ocurrencias y los intereses de una casta mezquina de oligarcas, rentistas y especuladores, es otra. Lamentable, al privilegiar estos intereses las políticas se corrompen y dejan de fomentar el bien común, engendrando una sociedad donde la generación de empleo bien remunerado es escasa; la gente humilde sufre la indignidad de minicasas en chiquilotes; el sistema de transporte público sigue siendo ineficiente, peligroso y caro; y uno arriesga la vida, literalmente, al cruzar la calle a pie o en bicicleta.

En términos pragmáticos, de nada sirve idealizar la teoría porque la única forma válida de juzgar una política pública es por medio de sus efectos. No obstante, si bien es cierto que las políticas en Yucatán distan mucho de la teoría, sería una equivocación concluir que éstas carecen de lógica, la cual no resulta más que una simple ideología para justificar las decisiones de quienes detentan el poder. Dadas la hegemoni?a de esta ideología y la abundancia de casos “ejemplares”, se señalan a continuación varios principios que predominan en la realización de política pública en el Yucatán del Siglo XXI.

[h2]Constrúyelo y ellos vendrán[/h2]

Frase proveniente de la película Field of Dreams, se refiere a la iniciativa que se implementa aunque carece de análisis de factibilidad u objetivo claro. El detalle, desgraciadamente, es que aunque lo construyas, no siempre llegan. El aeropuerto de Kaua es un ejemplo destacado.

[h2]Los privilegios del patrimonio[/h2]

Se resalta la contribución al patrimonio histórico o cultural para justificar una política, tenga sentido o no. Las intervenciones para transformar la producción del chile habanero y la absurda propuesta de proteger a la industria de la guayabera son dos casos.
La ignorancia es la fuerza

Difundiendo datos inverosímiles de dudosa procedencia, se emplean los medios de comunicación para justificar un proyecto cuestionable. Cuanto más débil la propuesta, más se resaltan sus bondades. El caso de SITUR (un subsidio para los concesionarios más que una solución a los problemas de transporte público) representa un ejemplo.

[h2]Yo no fui[/h2]

Se solicita el apoyo de una institución externa, de preferencia de cierto renombre, para promover un proyecto que no se justifica por sí sólo. En este caso destacan las empresas multinacionales, ONG y organizaciones internacionales como la ONU y Banco Mundial. Si la iniciativa no avanza, el gobierno no se tiene la culpa. Véase la propuesta de Metrópolisur durante el sexenio de Patricio Patrón.

[h2]A huech[/h2]

La forma predominante de hacer política pública. Se impulsa una obra sin consulta pública, análisis de alternativas, ni estudio de factibilidad y se justifica a posteriori. Quien detenta el poder toma la decisión, impone su voluntad, y se cumple a como dé lugar. La construcción del “paso deprimido” es un ejemplo.

[h2]Nada detiene los delirios de un visionario[/h2]

En esta variante del caso anterior, la falta de factibilidad (y sensatez) no puede impedir una obra “revolucionaria”. Dos casos destacados son el malogrado tren “bala” y el abortado complejo turístico Flamingo Lakes en Dzemul.

[h2]Un tiro, dos pájaros[/h2]

En Yucatán los intereses políticos y económicos forman una mancuerna que rara vez responde desinteresadamente a cuestiones sociales. Por lo tanto, una política perfecta es la que simultáneamente cumpla fines electorales y genere ganancias fáciles para la clase empresarial. El reparto de chamarras, mochilas y otras dádivas en zonas rurales es un ejemplo.

[h2]Mérida para todos, todo para Mérida[/h2]

Cuando de política pública se trata, no parece existir Yucatán más allá de Mérida. Las políticas se conciben en un vacío; como consecuencia, no se realiza ningún proyecto detonante fuera de la zona metropolitana y el resto del estado parece un hoyo negro. Los cuatro proyectos prioritarios anunciados recientemente por el gobernador son casos ejemplares.

[h2]¿Dónde quedó la bolita?[/h2]

La población objetivo no son los usuarios o la ciudadanía en general, sino un grupo de intereses especiales quienes acaparan los beneficios. La construcción interminable de vivienda de interés social y el caso de SITUR son dos ejemplos.
Estadísticas, malditas estadísticas

Si los datos te defraudan (o te delatan), dale vuelta (o cuello) a los datos. Lejos de ser absolutos, los números se prestan a la manipulación. La decisión política de comunicar la incidencia de chikungunya en números absolutos es un ejemplo relevante ya que se puede disimular el hecho de que Yucatán padece la segunda más alta tasa de infección (casos por 100 mil habitantes) en todo México.

[h2]Beneficio + costo = mejor no preguntes[/h2]

No hay propuesta que no arroje beneficios netos porque se ocultan los costos reales o se aplazan los pagos interminablemente. Es casi seguro que los costos sean mucho mayores que lo presupuestado y los beneficios menores y efímeros. El caso más notorio corresponde al Gran Museo del Mundo Maya.

[h2]Abundancia de redundancia[/h2]

Al no realizar un análisis de alternativas o estudio de factibilidad, se generan iniciativas superfluas y proyectos redundantes. Además de duplicar servicios y espacios, esta situación representa una carga fiscal para la sociedad ya que la burocracia difícilmente acepta consolidarse voluntariamente. Un caso relevante son las políticas expansionistas de los centros de investigación que buscan conservar sus actuales espacios al mismo tiempo que ocupan nuevas instalaciones en el Parque Científico.

[h2]El gandalla nunca falla[/h2]

La mentalidad del agandalle impregna la realización de política pública en Yucatán, por ejemplo cuando una iniciativa privada no resulta rentable y el gobierno interviene para rescatar a una empresa particular, pagando un sobreprecio y pasando la factura a los ciudadanos (véanse el aeropuerto de Kaua y la carretera de cuota). Más perversos aún son los proyectos para prestación de servicios (PPS), los cuales acaban convirtiendo las obligaciones financieras correspondientes a obras faraónicas en deuda pública al mismo tiempo que facilitan el acaparamiento de las ganancias por parte de empresas particulares. El Gran Museo Maya es el caso ejemplar.

* Profesor-investigador de la Universidad de la Ciudad de Nueva York e integrante de INDAGAR, el Instituto de Docencia y Análisis Geográficos, Ambientales y Regionales.

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