Casitas de madera, una arquitectura que se adaptó al clima de Chetumal

Las características propiciaron que fueran más habitables y frescas, arquitecto
Foto: Juan Manuel Valdivia

Las casitas de madera de Chetumal contienen un alto valor artístico y arquitectónico, son consideradas parte de la arquitectura vernácula de origen anglocaribeño, misma que proliferó en el Caribe bajo la influencia inglesa. En el caso de Chetumal, el diseño de estas antiguas viviendas se adaptó a las condiciones climáticas de la región y a los terrenos en zonas bajas, por lo que eran diseñadas en elevado (palafitos).

El arquitecto y docente del Instituto Tecnológico de Chetumal (ITCH), Jesús Castillo García, especialista en arquitectura de restauración de sitios y monumentos históricos, habló sobre la visión y diseño de las casitas de madera elaboradas en la ciudad Payo Obispo hasta antes de 1955; después de esa fecha las casas comenzaron a hacerse de concreto.

“La arquitectura de estas casas fue condicionada por las características propias del lugar, se fue adaptando y modificando de acuerdo con la región, por un lado las intensas lluvias propiciaron la solución de techos inclinados para mayor captación de agua y evitar filtraciones, además de concentrar el calor en los puntos elevados, provocando que las casas en su interior sean más frescas”, precisó el arquitecto.

 

 

Añadió que considerando las condiciones climáticas extremas de la zona, sería complicado alcanzar un confort térmico, pero las características arquitectónicas de estas casitas propiciaron que fueran más habitables y frescas.

Las primeras casas de madera fueron prefabricadas y traídas desde la parte sur de los Estados Unidos vía marítima, particularmente de Nueva Orleans; eran de madera de pino tratada y contenían planos o guías mecánicas para ser armadas. Posteriormente, aprovechando la explotación maderera, comenzaron a fabricarse a nivel local. 

“Los mismos locales fueron instruyéndose y con el paso del tiempo se construían completamente aquí, el sitio era maderero y el material fácil de encontrar y económico, condiciones que favorecieron a que proliferaran en el Chetumal antiguo”, relató.

 

 

Castillo García agregó que las casas de madera eran prácticas y fáciles de armar; podrían incluso clasificarse como una “arquitectura emergente”, pues responden a las condiciones naturales, lo que no sucede con otro tipo de construcciones.

Consideró que la durabilidad es el punto débil de estas construcciones, pues en caso de huracanes éstas no resisten lo mismo que una de concreto, aunque destacó que aquellas que aún prevalecen fueron ensambladas y duran por el sistema de pernos con las que fueron construidas.

 

 

 

Olvidamos que la arquitectura debe responder a las condiciones climáticas

El arquitecto consideró que como sociedad y gobierno “hemos fallado”, pues hace falta valorar estas casitas: “concientizar de los valores que contienen a la sociedad y a sus propietarios. Hay valores inmersos en las mismas que no fueron tomados en cuenta en los nuevos edificios, en los que poco a poco se fueron olvidando de que la arquitectura debe responder a las condiciones climáticas”. 

Añadió que al interior estas viviendas tenían espacios que consideraban las condicionantes climáticas, como los “falsos plafones de madera” que ayudan a aislar el calor. “Esos cielos se veían estéticos, algunos eran verdaderos elementos decorativos, otros con duela y celotex, pero de alguna manera tenían la función de hacerlas térmicas; además, en aquel entonces los lotes eran grandes y había espacio entre vecino y vecino, que permitía fluir la ventilación”, indicó.

 

 

Recordó que en un estudio realizado hace poco más de 15 años prácticamente el 90 por ciento de las casas tenían una orientación adecuada de sus espacios hacia los vientos dominantes, principalmente en las recámaras, lo que las mantenía frescas. Contaban además con una gran riqueza decorativa como celosías, marcos, molduras, cresterías, frisos, faldones y otros elementos que le brindaban un atractivo visual.

El académico destaca también los corredores perimetrales, otro espacio fundamental para el desarrollo de la cotidianeidad, pues permitían a las familias convivir y realizar diversas actividades y adicionalmente tenían una función climática al reducir el calor de la calle y mantener una temperatura fresca del aire que ingresaba al interior. “Pero estos aspectos fueron olvidándose y con el paso del tiempo esos lotes se fraccionaron y ahogaron en construcciones de concreto”, manifestó.

 

Edición: Laura Espejo


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