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Por violencia, vivió un martirio durante aislamiento por COVID-19

Víctima narra agresiones de su ex pareja y dificultades para conseguir protección
Foto: Gabriel Graniel

“El resguardo se convirtió para mí y mis hijos en un calvario en donde vivimos horas de terror, en las que pensé que moriría, afortunadamente pude salir del sitio en donde se suponía que estaba segura, mi casa, para buscar la protección de justicia, la cual tampoco encontré”, narra Martha J.G., víctima de violencia por parte de pareja sentimental, durante la pandemia por COVID-19.

Recuerda que en marzo, al iniciar el resguardo domiciliario por la pandemia, su pareja sentimental, José Antonio Y.C., comenzó a celarla continuamente, producto de su uso frecuente del celular, “por la comunicación que mantenía con los maestros y mi familia”.

Martha narra que poco a poco la agresión en medio del encierro se hizo más frecuente, comenzando con los gritos, insultos, pequeños empujones o jalones de cabello, incrementando de intensidad, conforme pasaba el tiempo.

“Ni los llantos de nuestros hijos de seis y ocho años lo tranquilizaban, creo que conmigo desquitaba sus malos momentos del día”, cuenta.

Fue a finales de abril, cuando José Antonio llegó a su casa con unas bolsas de cervezas, “ya entrado algo ebrio, por lo que comenzó a insultarme y a empujarme, hasta que de pronto enloqueció y me lanzó una bofetada, partiéndome el labio”.

La agredida narra que la sangre que brotaba de su boca pareció enardecer al agresor, quien se le fue encima golpeándola y acusándola de engañarlo, para luego amarrarla.

“La borrachera lo venció y se durmió, lo que aprovechó uno de mis hijos para soltarme y salimos a buscar ayuda. Acudí al Centro de Justicia para Mujeres en donde me dijeron que no podía hacer nada, que debía acudir a la Vicefiscalía de Justicia y de ahí, me regresaron al mismo lugar”.

Martha recuerda que en el ir y venir de las instituciones de justicia, una pareja la vio con sus hijos caminando y le ofreció ayuda, “ya que no cuento con familia aquí en Carmen”, refugiándola en su casa.

El aislamiento domiciliario que se había convertido en su martirio, ahora se convertía en su aliado ya que no tenía que salir. 

En esa familia que los acogió había un abogado, quien la asesoró y la ayudó para interponer su denuncia y lograr una orden de distanciamiento, que hoy le permite estar más segura, con la pretensión de salir adelante con sus hijos. 

 

Edición: Laura Espejo