de

del

Ilustración: UN Women

El 9 de noviembre vimos una parte de lo que sucedía en la plaza de Cancún en tiempo real, aunque no estábamos ahí. Julián Ramírez, el maestro de Alexis –la joven asesinada en Cancún y encontrada en dos bolsas de plástico ese mismo día– gritaba a los policías que atacaban con armas de fuego, mientras alrededor había gente corriendo, gritando, llorando. Del otro lado, sosteníamos el celular sin posibilidad de mirar más allá de los jaloneos y la respiración entrecortada del profesor. Cinco minutos y 50 segundos que vieron 885 mil personas, sin contar las transmisiones que se hicieron del video en otros medios de comunicación.  

Hubo un tiempo en que las redes se llenaban de cosas que los noticieros transmitían y ahora es un poco al revés. “No es real”, dicen algunas personas. “Lo que pasa en las redes no es real”. Pero en el video había gente de verdad –y balas de verdad– y lo que sentíamos detrás de las imágenes borrosas, la impotencia y la confusión, también se fue auténtico.

Según datos del Instituto Federal de Comunicaciones, somos más de 80 millones de mexicanos habitando el universo dactilar cuyo brazo alcanza la superficie. Y así como todo, la violencia también se ha arrastrado hasta aquí.  

Las Luchadoras MX se describen como una colectiva feminista “que habita el espacio público digital y físico”. Reconocen el espacio digital como un lugar que también tiene normas culturales machistas y estereotipos de género y se apropian de las tecnologías de información y comunicación para transformar éste lugar como el terrestre.  

En su último informe, explican que en México al menos 9 millones de mujeres han vivido violencia digital. Si hace falta explicarlo, añaden que por más virtual que sea esa violencia, también causan un daño sicológico, emocional, refuerzan los prejuicios, causan pérdidas económicas y pueden propiciar otras formas de violencia física o sexual. “Es un mismo viejo sistema que usa nuevas plataformas”, explican.

Entre el 2019 y el 2020, se abrieron 4 mil 296 carpetas de investigación por difusión de contenido íntimo sin consentimiento; Luchadoras MX obtuvo más información de 847 casos de los cuales 543 siguen en trámite. No hay información ni seguimiento, posiblemente estén estancadas. Del resto: hay 13 causas penales en trámite, cinco acuerdos reparatorios y una única y solísima sentencia condenatoria.

Un día después de la agresión en Cancún, Las Luchadoras realizaron una transmisión llamada La policía no nos cuida, nos ataca en el que participaron cuatro reporteras y activistas de varias partes del país, incluyendo Silvia Chuc de la Red Feminista Quintanarroense.

Desde un silencio profundo de micrófonos desactivados, Silvia contó lo que vivió el 9 de noviembre. Aunque el Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad dice que en el año se han cometido 9 feminicidios en el estado, ellas han documentado más de 60 muertes violencias de mujeres que deberían investigarse como feminicidios.    

Ese día, el 9 de noviembre, la marcha era por Alexis pero también por las otras tres mujeres que fueron asesinadas en el estado en menos de 24 horas. Entonces había feministas pero también amigos, familiares, compañeros de las víctimas, niños, animales y transeúntes.  

“La gente estaba dispersa y de la nada, sin previo aviso, después de abrir la entrada del Ayuntamiento, sale de un costado un grupo de policías sin escudos y con armas de fuego a tirar balazos. Aunque la autoridad dice que fueron hacia arriba, en realidad, estaban hacia medio cuerpo. Tanto es así que las heridas que presentaron compañeras, compañeros y periodistas son en las piernas. Había niños, hijos de compañeras que se agazapan y empieza una persecución por toda la plancha. La gente que se queda es detenida, golpeada, hay una postura amenazante, no solo por las armas, sino porque salen gritando: ‘Ya se las cargó, pinches viejas’”, contó Silvia. De nuevo, estábamos ahí sin estarlo.

El 9 de noviembre, pero en diferentes coordenadas, Olimpia Coral Melo, fundadora del colectivo Frente Nacional para la Sororidad y primera impulsora de la ley que lleva su nombre, llegó a Campeche. Dos días antes, el Congreso del Estado de Campeche aprobó un dictamen para adicionar un artículo 175 bis al Código Penal, que involucraba la violencia digital pero no contemplaba cosas que la Ley Olimpia sí.  

Olimpia expresó su descontento a través de un video donde decía que el Congreso de Campeche usurpó el trabajo de las compañeras que habían trabajado un mes en varios municipios del estado. Aprobaron el proyecto con errores y sin mesas de trabajo.  

“La forma no fue la adecuada y el fondo es peligroso: hasta con 5 años de cárcel ‘observar cuestiones privadas’ con el nombre de la ley Olimpia”, dijo.

Una reforma virtual en los términos más amplios: una imitación.

Se reunieron con el gobernador, Carlos Miguel Aysa González, y después de tres horas de explicaciones, el estado se comprometió a no formular una iniciativa sin ellas y a generar acciones de prevención para que la Ley no solo sea papel, sino también raíz.

Olimpia ha convertido una experiencia personal en una lucha de millones de mujeres. El Frente Nacional para la Sororidad incluye varias colectivas del país y una red de Defensoras Digitales que tienen en cuenta las regiones y los contextos particulares. Porque aunque Internet no tenga fronteras, sí existe una cobertura local para generar estrategias que funcionen en cada territorio.

Desde pintas en espacios públicos realizados con Photoshop hasta manifestaciones masivas convocadas en las redes sociales, es obvio que hay espacios donde la cuarentena no existe, y otras pandemias –como la violencia de género–que se combate también desde la virtualidad. Y que la organización y los logros que inician desde aquí, también son reales.  

[email protected]

Edición: Ana Ordaz