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Eduardo Lliteras Sentíes
La Jornada Maya

15 de octubre de 2015

Se viaja en auto desde Valladolid hasta Cobá, Quintana Roo, entre vegetación de selva baja y mediana. Son unos 40 minutos hasta que aparece una bifurcación y una diminuta glorieta en la cual hay un letrero que anuncia: “Punta Laguna-Nuevo Xcan”.

Inmediatamente, el camino asfaltado se angosta. La vegetación, lujuriosa, se inclina sobre el camino solitario. Apenas se cruza uno con algún auto a lo largo de los 13 kilómetros que se recorren, aproximadamente, para llegar hasta el Campamento Hidalgo, donde una comitiva de ejidatarios recibe al viajero.

El más viejo de todos, de rostro endurecido y hierático, Serapio Tep Canul, me saluda citando a Juárez y Zapata, nada más apearme del auto. Me recibe con amabilidad –gracias a que llego bien recomendado por otros compañeros de lucha del ejido– con su gorra verdigris tachonada con una estrella roja.

La población es pequeña, apenas un puñado de 35 familias vive en el lugar en el que se impera majestuoso el silencio de las copas de los árboles, hogar de los monos araña.

Buscando monos

Es media mañana y nos adentramos en la selva a pie. La humedad y los mosquitos nos acosan entre la densa vegetación del lugar. El aire es dulce y puro, filtrado por la respiración de las hojas de la selva: me advierten mis guías, desbordados de entusiasmo ante mi visita, que será difícil encontrar monos, porque ya es tarde.

Pero para sorpresa de todos, entre el ruido de ramas que se sacuden, aparecen repentinamente los monos –cada uno tiene un nombre aunque para mí son indistinguibles. Después aparece otro, y otra más con su cría. Se balancean entre los arboles como si hubiera caminos en el aire. Cuelgan de las ramas, asidos por su cola, sobre nosotros. Me observan con curiosidad, con sus ojos inteligentes, desde unos 20 metros de altura. Esforzando el cuello y la vista logro distinguirlos entre el murmullo de hojas y sol del día que rueda sobre el firmamento de la península de Yucatán.

–“¡Los monos acudieron a saludarte– me comentan los guías –ellos saben que vienes a protegerlos …!”– aseguran.

Y sí, los monos araña conocen bien los hábitos de los humanos que viven en la zona. Saben en quiénes pueden confiar, y en quiénes no. Su atento oído interpreta el corazón de las palabras de los humanos que se internan en la selva. Conocen cada árbol del Área Protegida Otoch Ma’ax Yetel Kooh, Hogar del Mono y el Puma, en la que habitan desde hace incontables generaciones. Conocen todos los árboles, ya que no sólo son su vía de transporte, sino también su mecanismo de protección contra depredadores, fuente de alimento y curación.

Para mi sorpresa, anudados a las raíces de ceibas, ramones, pich, entre otras especies vegetales, emergen montículos de piedras. Los guías me señalan que son mayas y que en la zona hay al menos once de estos montículos, o más bien pirámides; algunas de unos 20 metros de altura.

En ese momento me queda claro que estamos ante un patrimonio cultural excepcional, del que se conoce muy poco, que se suma a la extraordinaria biodiversidad de la zona, supuestamente área protegida aunque por ningún lado se ve autoridad alguna o guardabosque.

Escalando las piedras ocultas por la sombra de la selva, alcanzo a vislumbrar de cerca a los monos araña que nos siguen desde las copas de los árboles. La luz del sol es tamizada por ramas y hojas. El sudor escurre por todo mi cuerpo. El silencio sólo se rompe por las frases en maya, y por momentos en español, cortésmente pronunciadas por mis guías.

Punta Laguna

Tras inspeccionar los montículos de piedras, finalmente nos dirigimos hacia Punta Laguna. Los colores azules y verdes del agua se vislumbran entre los árboles, conforme va clareando el bosque. Es un auténtico vitral que sorprende los sentidos con la luz del arcoíris acuático y vegetal al que nos acercamos.

El espectáculo que se abre a nuestra vista es impresionante: nubes que navegan plácidas en el agua cristalina; silencio sepulcral, únicamente roto por nuestras voces. La vegetación circunda la laguna de una belleza estremecedora. Únicamente los ejidatarios utilizan canoas de remo para transportar a una familia de turistas de los Estados Unidos, que llegaron a visitar el lugar.

Del otro lado de la laguna, me dicen los ejidatarios, habitan jaguares, especie en extinción, y otros felinos como el ocelote, el leoncillo, el tigrillo y el puma.

Dichos animales huyen del hombre, no sin razón. Se ocultan en zonas de la selva que aún no ha sido talada en dicha parte de la península de Yucatán, que es de las más inaccesibles; en los límites entre Quintana Roo y Yucatán. Pero cada día es más difícil, ya que el hombre va destruyendo sus hábitats y aislando las áreas en las que se refugian.

De hecho, Punta Laguna forma parte del Ejido Valladolid, el cual ocupa tierras de Quintana Roo y Yucatán. Administrativamente, los ejidatarios realizan todos sus trámites agrarios en esta ultima entidad; en particular en las ciudades de Valladolid y Mérida. Al estar localizado en ambos estados, se dificulta la vigilancia de la autoridad o se favorecen, como se quiera ver, ilegalidades y abusos, en los que están involucrados funcionarios.

Contemplando la belleza excepcional del paisaje comprendo de inmediato los motivos de aquéllos que se quieren apropiar de esta laguna y de todo el ejido, para cambiar el uso del suelo y edificar hoteles, zonas habitacionales, fraccionamientos -según nos comentan autoridades extraoficialmente -y los mismos ejidatarios, que por oponerse a dichos planes han sido objeto de todo tipo de hostigamiento, incluyendo la cancelación de sus derechos en las asambleas piloteadas por quienes pretenden parcelar todo el ejido y la presencia de la fuerza pública, estatal (de Yucatán) y federal.

Para los monos araña, por ejemplo, sería una catástrofe, ya que dichos animales viven en los árboles. Y si alguien quisiera talar parcelas junto a la laguna –como se ha hecho, por ejemplo en Bacalar con la construcción de casas y hoteles– estos animales se quedarían sin los medios para viajar hasta el agua, alimentarse y protegerse de los depredadores.

Precisamente en estos días en que se han denunciado las operaciones del ex subprocurador de Yucatán, Rafael Acosta, para que se parcele el ejido con el apoyo de autoridades federales e inclusive del gobierno del Yucatán, el gobernador anunció “acciones de reforestación, manejo de energías sustentables, así como nuevos marcos legales y presupuestales para la agenda de Proyectos de Adaptación al Cambio Climático”, los que se aseguró “formarán parte del Presupuesto de Egresos del Estado 2016 para fortalecer las políticas públicas ambientales de la entidad”.

Claramente, el caso de Punta Laguna es la oportunidad para que las autoridades de Yucatán, las federales y del vecino estado de Quintana Roo, demuestren que están comprometidos con dichas declaraciones y que no son pura promesa. Continuará...

@infolliteras
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