Verónica Camacho Chávez
La Jornada Maya
12 de octubre de 2015
“La propuesta de hacer una guerra contra las drogas es la garantía de que más personajes como Pablo Escobar Gaviria estarán dispuestos a desafiar a nuestra democracia; hay que buscar alternativas que nos acerquen más a la paz que a la guerra; pues ésta sólo deja muertos y un vacío de valores humanos. Ya hemos probado la fórmula de la guerra por décadas y los resultados son crecimiento exponencial del negocio, aumento de corrupción, tráfico y venta de armas”, señaló Salvador Marroquín, hijo del narcotraficante colombiano, ante un público expectante, en el Club Libanés de la ciudad de Mérida.
“Pablo Escobar Gaviria tenía dos caras para mí, una incuestionable, la del padre que cumplió su labor y su rol, generando en mí un amor incondicional, y la de bandido, la de un hombre muy peligroso, quizá el más peligroso del siglo pasado”.
Sebastián, nombre que adquirió a los 16 años, vive desde hace 20 en Buenos Aires, en donde ejerce su profesión de arquitecto, señaló que él y su familia han sido perseguidos por los delitos de su padre: “desde que yo tenía 7 años, vivimos días de persecución directa, el ministro de Justicia colombiano, en aquel entonces, Rodrigo Lara Bonilla, puso a la familia en el ojo del huracán, lo que nos obligó a exiliarnos; fue el momento en que mi padre me reveló que su profesión era la de bandido”. Sin embargo, señaló, él nunca juzgó a su padre, pues siempre recibió su amor,
[h2]Millonario sin fortuna[/h2]
Al abordar el tema de su libro [i]Pablo Escobar, mi padre[/i], dijo que en él trata de reflejar la vida que tuvo a su lado, rodeado de lujos y mucho dinero, que no se podían disfrutar: “yo no estoy en contra de que se cuenten las historias sobre mi padre, pero hay ocasiones en que son contadas de manera irresponsable, y no dejan un ejemplo claro a las nuevas generaciones. Pareciera que incitan a recorrer un camino muy bonito; pero no lo es; por lo menos lo que yo viví”, reconoció.
Comentó que es un trabajo de todos los días, el deseo de no ser como su padre, de ser hombre de paz; “todos somos ladrones de bancos en potencia, sólo que algunos tenemos diferentes valores y estamos determinados por la paz y la tranquilidad, no sólo en lo personal sino a nivel social; es momento de declararle la paz a las drogas, porque la guerra engendra hombres como mi padre, que pudo someter por la vía de la violencia y el terrorismo a todo un país”.
Explicó que la paz que vive no la puede cuantificar, que la fortuna de su padre nunca le alcanzó para tenerla: “yo no tengo una fortuna, pero sí tengo tranquilidad; eso me hace un hombre millonario”.
Marroquín consideró que tenía dos familias; una, la que parecía la que al final traicionó a su padre vendiéndolo a sus enemigos. Y la otra, la que respeta los valores, la lealtad y que ha sido solidaria en los momentos difíciles.
Dijo que no está dispuesto a sumarse a todos esos proyectos y productos que hay sobre la vida de su padre, que incitan a la violencia: “esto no quiere decir que hable mal de mi padre, pero estoy consciente de que sus actos de violencia y sus actos de amor a su familia me obligan a buscar un equilibrio y ser justo entre esas dos realidades”.
“Si las personas que leen mi libro o ven el documental, terminan deseando ser como Pablo Escobar, entonces no sirvió de nada. Mi propósito no es hablar bien de mi padre, sino dar a conocer una historia que no es digna de ser imitada”.
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