Carlos Escoffié Duarte
La Jornada Maya
Ilustración Arbee Farid Antonio Chi
8 de octubre, 2015
En la película Volver al futuro, el joven Marty McFly viaja en el tiempo para descubrir que los problemas en su familia se encuentran relacionados con aquellos que sus padres no atendieron correctamente durante su adolescencia. Aunque pareciera que ambos períodos de la vida de los McFly fuesen escenarios separados, Marty regresa a su presente para descubrir que todo ha mejorado gracias a que pudo solucionar esas fallas estructurales en el pasado. Bien podríamos hacer uso de esa ficción para replantear los problemas que actualmente se viven en México como una consecuencia de lo vivido en las décadas previas. Quizá nuestro futuro dependa de cómo entendemos la relación entre el pasado y el presente.
La recién conmemorada matanza de Tlatelolco de 1968 fue apenas un episodio de muchos otros cometidos en el marco de las casi tres décadas que duró la llamada “Guerra Sucia”. Bajo la misma lógica de la Operación Cóndor en Sudamérica, aquella política de Estado fue adoptada en todo el país para eliminar la disidencia política y evitar el avance de movimientos de izquierda. Actualmente se calculan miles de personas que permanecen desaparecidas desde entonces. Más de la mitad son del estado de Guerrero.
Si bien no pueden perderse de vista las claras diferencias entre la Guerra Sucia y la actual crisis de violencia, tampoco es posible disociar ambos contextos. Bien debiéramos aprovechar la coyuntura Tlatelolco-Ayotzinapa en el calendario para apreciar un panorama mucho más amplio. Propondría “subirnos al Delorean” para identificar las fallas institucionales y políticas presentes desde hace décadas y que han sido heredadas de un período a otro. Existen obstáculos para alcanzar la verdad, la justicia y la reparación que, lejos de ser coincidencias a lo largo del tiempo, son reflejo de problemas perennes que nunca fueron debidamente atendidos. Nuevamente, las ganas se ven derrotadas por el espacio, así que daré tan sólo algunos ejemplos de forma muy general.
Desde la Guerra Sucia, los tres poderes del Estado han sobreprotegido al ejército aún en los casos en los que sus miembros se ven involucrados en graves violaciones a los derechos humanos. La lógica de “defender” a la autoridad castrense de cualquier investigación que pudiera “manchar su nombre” ha favorecido la impunidad desde los 60 hasta hoy día.
Otro ejemplo sería el hecho de que la PGR y las procuradurías/fiscalías estatales pertenecen al Poder Ejecutivo, lo cual es un grave obstáculo para el combate a la impunidad. Al final de las dictaduras y conflictos armados durante la Guerra Fría, gran parte de los países de América Latina enfocaron esfuerzos en garantizar la independencia de los cuerpos de investigación debido a la desconfianza histórica que se había generado hacia la institución policial. México fue quizá la excepción.
Una última propuesta, no menos importante, sería hacer nuestras a las víctimas de la Guerra Sucia y dejar de hablar de “víctimas del pasado”, como si la necesidad de justicia para las víctimas ya hubiese caducado ante los ojos de la sociedad.
Estas son tan solo algunas ideas para remitirnos al origen de los difíciles problemas que atraviesa el país antes de “volver al futuro” a plantear soluciones. Si bien la crisis actual posee la forma de una cobra de dos cabezas (una del dolor de la Guerra Sucia y otra del dolor de la mal llamada “guerra contra el narco”), al final del día ambas están sujetas a un mismo cuerpo.
@kalycho
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