Daniela Tarhuni
La Jornada Maya
8 de septiembre, 2015
¿Qué decir de Oliver Sacks a una semana de su muerte? ¿Qué decir cuando en artículos, notas, tweets y posts se han dado a conocer muchas de sus aportaciones? Cómo hablar de él, cuando el mismo Sacks nos compartió sus últimos meses en un sobrecogedor artículo publicado en The New York Times que muestra a un hombre apasionado por la vida en el umbral de la muerte.
Siento que escribir cualquier cosa sobre su vida y obra es inútil, sobre todo cuando brillantes plumas han expresado las razones por las que sentiremos su ausencia desde la ciencia, la literatura y la música. En este instante, me siento como las personas que aunque no saben quién fue Oliver Sacks suponen que, aunque no lo conozcan, deben unirse al luto colectivo para no quedar mal ante la mirada inquisitiva de una comunidad que obliga a dar un punto de vista sobre su muerte.
Así pues, podría comenzar por escribirle a quienes apenas se enteraron de que murió Oliver Sacks y creen no conocerlo. Les diría que quizá se conmovieron indirectamente con su obra, pues cabe la posibilidad de haber visto, en algún momento, la cinta Despertares, basada en la obra literaria de Sacks de 1973, en la que el doctor Malcolm Sayer (Robin Williams), un neurólogo neoyorquino, decide utilizar un medicamento nuevo para tratar a sus pacientes de encefalitis letárgica y logra cierta mejoría, especialmente en Leonard Lowe, magistralmente interpretado por Robert de Niro.
Buscando entre mis notas, encontré un mail escrito en 2011 por un entrañable promotor cultural mexicano, quien nos compartió su visión sobre Sacks. Si el Mane Vargas aún estuviera con nosotros, sin dudarlo, le pediría que escribiera el día de hoy sobre este gran neurocientífico.
Pero Oliver Sacks y el Mane no están.
El Mane Vargas mencionaba que en Sacks encontró la ciencia narrada desde la literatura como nunca antes y que la lectura de El hombre que confundió a su mujer con un sombrero, Un antropólogo en Marte, Veo una voz: viaje al mundo de los sordos y Diario de Oaxaca, le hicieron comprender tanto los aspectos científicos y clínicos como los humanos de los padecimientos neurológicos, develando la complejidad de nuestra naturaleza.
La reflexión concluía con una invitación a ver La ventana del Alma, documental brasileño, dirigido por Walter Carvalho y João Jardim, donde el mundo de la mirada es observado desde varias líneas del saber, incluida la del propio Sacks: “La neurociencia tiene mucho qué decir y explicarnos de nuestra naturaleza…”, concluyó el Mane.
Yo agregaría a la lista de obras imprescindibles de Sacks [i]El tío Tungsteno[/i], en la que comparte su fascinación por la ciencia, y me quedo con una reflexión de Sacks en El hombre que confundió…: “Cada uno de nosotros es una narrativa singular, que se construye, continua, inconscientemente, por, a través de y en nosotros… a través de nuestras percepciones, nuestros sentimientos, nuestros pensamientos, nuestras acciones; y, en el mismo grado, nuestro discurso, nuestras narraciones habladas. El individuo necesita esa narración, una narración continua para mantener su identidad, su yo”.
Sacks fue una narrativa única, excepcional. Una narrativa que duele perder por todo lo que ofreció al mundo sin importar la edad, la enfermedad. Me entristece saber que no habrá más narrativas suyas, pero me conforta leer y releer sus obras para sentir la enorme felicidad que produce el conocimiento, misma que transmitió, a través de la literatura, a un gran público, conocedor o no de las alteraciones de la mente, conocedor o no de la ciencia.
Uno no tiene por qué sentirse obligado a conocer o saber todo y de todos. Es imposible. No todos tenemos que dar nuestras condolencias al mundo cuando muere un grande de la ciencia, del arte, de la literatura, del deporte, de la política o de lo que sea, si no lo conocemos. En este mundo globalizado nos sentimos obligados a dar una opinión, sepamos o no del tema y eso resulta gravísimo.
Pero, quizá, lo que sí podemos hacer es aprovechar la conyuntura para darnos la oportunidad de acercarnos a las obras de los grandes que se van de este mundo; de construir nuestra propia narrativa, a través de su experiencia y acercarnos a ellos. En el caso particular, hoy más que nunca podemos conocer a Oliver Sacks y dejarnos llevar por el conocimiento que se manifiesta en sus obras.
En meses recientes se publicó su autobiografía,[i] On the Move[/i], así que tenemos un pretexto más para conocerlo o recordarlo. Pero si no es de su interés, al menos hay que leer su artículo [i]De mi propia vida,[/i] que más que un acercamiento a su obra, nos da un excelente ejemplo, digno de admirar pues celebra el gran misterio de vivir plena e intensamente.
Gracias, Dr. Oliver Sacks.
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