Enrique Martín Briceño
Foto: Rodrigo Díaz Guzmán
La Jornada Maya

4 de septiembre, 2015

Desde hace tiempo se ha venido discutiendo, entre la gente del medio y entre los espectadores, acerca del uso de “palabrotas” en el teatro regional yucateco y sobre si las rutinas de bar deben considerarse o no teatro regional. Apelando a un pasado en el que, supuestamente, dicho teatro era espejo del alma popular, se afean los stand-ups que realiza buena parte de los actores de teatro regional en bares de Mérida y que algunos han llevado al escenario con singular éxito. Desde mi perspectiva, más graves que las palabras altisonantes resultan la escasa calidad de ciertos cómicos y, sobre todo, su contribución a la reproducción de estereotipos y prejuicios relacionados con mayas, pobres, mujeres y homosexuales.

Lamentablemente, estos estereotipos y prejuicios están tan arraigados que casi nadie se percata del contenido racista, clasista, misógino u homofóbico de ciertas situaciones o chistes (tengo bien grabada en la memoria la carcajada general que rubricó el momento en que, en ocasión de recibir un alto premio, la homenajeada aludió a “mestizas hablando por celular”). Por ello, es necesario mirar críticamente al teatro regional de ayer y de hoy, y contribuir a matizar la visión idílica que se tiene de esta expresión escénica, sacando a la luz la ideología y los valores de que es reflejo.

Tomemos como ejemplo la obra de José García Montero titulada El rábano por las hojas o Una fiesta en Hunucmá, considerada precursora del teatro regional yucateco debido a que en ella salieron por vez primera a escena mestizas y mestizos, así como por usar el maya y el español peninsular e incluir la música y el baile tradicionales. La piececita, de apenas seis escenas, fue estrenada en el teatro San Carlos en la función del 22 de octubre de 1875, y se repitió el 27 de ese mes y el 13 de enero de 1876 (pueden leerla en www.bibliotecavirtualdeyucatan.com.mx).

¿De qué trata El rábano…? Genaro y su amigo Chucho, jóvenes meridanos, han ido a Hunucmá, donde se celebra una fiesta particular, porque el primero desea obtener los favores de Xpil, linda mestiza del barrio de Santa Ana. Para ello planean vestirse de mestizos y participar en la jarana que se celebrará. Conocedor de las intenciones de los muchachos,
Pacheco, pretendiente mestizo de Xpil, da aviso a sus padres (doña Quiteria y don Tomás), quienes se presentan al baile, impidiendo así que los donjuanes consigan sus fines.

Hay que recordar que la sociedad meridana de entonces estaba dividida en dos estamentos, uno alto y otro bajo: los blancos y los mestizos, que se diferenciaban sobre todo por el traje. Mientras los primeros vestían a la usanza occidental, los segundos usaban su ropa tradicional: hipil las mujeres, pantalón y camisa blancos, sombrero y alpargatas los
hombres. Ambos grupos se diferenciaban también por la educación, los ingresos, el lugar donde vivían en la ciudad, su condición lingüística y otras características, y tanto unos como otros consideraban que sus lugares sociales eran naturales e inmutables. De tal manera, no se concebía ni aceptaba la unión entre individuos de grupos distintos, si bien los
jovencitos blancos no dejaban de seducir a las mestizas, presa fácil por su condición inferior.

La crítica de la política desde la visión conservadora de García Montero es patente en la pieza. Para los conservadores, sus rivales liberales se aprovechaban de la ignorancia y candidez de los mestizos, manipulándolos en su provecho. Según este mismo punto de vista, en realidad los mestizos eran tradicionalistas y religiosos. Pacheco, el enamorado
mestizo de Xpil, que había colaborado con el gobierno liberal, dice: “No, Xpilita, ya sabes que yo respeto a los caballeros, que ahora no soy de ningún partido pero en habiendo orden, religión y paz yo sirvo al señor Gobierno sea quien sea (…)”. Y Xpil le responde: “(…) Así me gusta. En no siendo chinaco hereje y enemigo de los Santos siempre te querré
mucho.”

García Montero equipara a los liberales con los jóvenes donjuanes. En boca de don Tomás pone las siguientes palabras: “No contentos los jóvenes caballeritos con estar allí engatusando mestizas se vienen a los pueblos del Estado a extender sus conquistas para pervertirlas y embarullarlas. No contentos con meterlos en esas bolas que se llaman
elecciones y darles gatos por liebre, vienen a adularlos en medio de constantes orgías (…)” Para el autor, el liberalismo, so pretexto de “civilizar” a los mestizos, los estaba corrompiendo. El mismo personaje afirma: “El pueblo de Yucatán es altamente moral y religioso y estos caballeritos con el pretexto de civilizarlo lo corrompen inicuamente. Esto es lo que
se llama tomar el rábano por las hojas.”

Algunas de las características de la sociedad meridana de entonces y la visión que de ella imperaba pueden identificarse en El rábano… La linda Xpil vive en el barrio de Santa Ana, es decir, lejos del centro, en una “casita rústica”, o sea, de paja. Su madre, señá Xdol (Dolores), es lavandera en “una de las casas principales de Mérida”. El “niño Genaro” es tratado de usted por Xpil, en tanto que aquel la tutea. Los jóvenes “mesticeros” –así se llamaba entonces a los blancos aficionados al deporte de seducir mestizas– son identificados como “caballeros”. Su lugar es superior, como su ropa y sus gustos: “Ya que ella no puede llegar hasta mí por la posición, vestido y costumbres, bajaremos hasta ella adoptando su traje y bailando en la jaranita que tendrá lugar dentro de poco.” Para ser correspondido, pues, Genaro se “desvestirá” porque el vestido y el calzado (“descalzos” se llamaba también a los mestizos) eran atributos blancos.

Claro, la honra de las hijas del pueblo valía poco o nada, por lo que se toleraba que los jovencitos blancos se desfogaran con ellas. Por eso doña Quiteria reconviene a los traviesos muchachos de esta forma: “¡Picarones! Y después si en estos paseos cogen alguna enfermedad se arruinan, ya verán qué gusto.” ¡Como si las expuestas a enfermarse o embarazarse no fueran las mestizas!

¿Qué tanto ha cambiado el teatro regional yucateco de entonces a la fecha? ¿Queremos los teatreros y los espectadores otro tipo de teatro regional?

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