Paul Antoine Matos
La Jornada Maya

3 de septiembre, 2015

Una tupida barba negra con algunos manchones blancuzcos resalta sobre su cara redonda. Juan Villoro, nacido en la ciudad de México, el 24 de septiembre de 1956, recibe un correo electrónico. En el asunto lee: [i]La Jornada Maya.[/i]

Hijo del filósofo catalán Luis Villoro y de la yucateca Estela Ruiz Milán, Juan Villoro fue jornalero durante tres años en el suplemento semanal, donde escribió acerca de la Copa del Mundo, Francia 1998.

Escritor, ensayista, novelista y recientemente dramaturgo, Villoro ha destacado en la literatura latinoamericana, con obras como [i]Arrecife[/i], [i]Balón dividido[/i], [i]Los culpables[/i] y [i]Palmeras de la brisa rápida[/i], esta última es una crónica sobre el viaje que realizó para conocer Yucatán, la tierra “fantástica” de la que su abuela le platicó durante su infancia en el concreto capitalino.

En entrevista vía Internet, preguntamos y Villoro comienza a teclear:

–Han pasado casi 30 años de su viaje a Yucatán, cuyo producto fue [i]Palmeras de la brisa rápida[/i], ¿cuál es su visión del estado?

–Nunca he sido especialista en Yucatán. Mi abuela era de Progreso y mi madre nació en Mérida; por tanto, crecí en una especie de Yucatán imaginario, oyendo historias de la península y comiendo guisos de la región. La rica cultura yucateca entró a mi vida desde niño y quise rendirle homenaje en ese libro.

“La primera parte es un homenaje a mi abuela y su creativa y fantasiosa manera de ver el mundo; la segunda, un rápido recorrido por su tierra. Hablé de muchos temas, hice muchas lecturas, entrevisté músicos de bambuco, del rock yucateco, ajedrecistas, arqueólogos, empresarios, fui al beisbol y a la lucha libre, pero no fue más que un ‘acechón’, como se dice (o se decía) en Yucatán.”

–¿Cuándo fue la última vez que estuvo en el estado? ¿Qué ha cambiado desde la primera y la última visita?

–En 2011 y 2012 visité varias zonas arqueológicas para grabar el programa [i]Piedras que hablan[/i], que conduje para el Instituto Nacional de Antropología e Historia y Canal 22. Entre otras cosas hicimos un fascinante reportaje sobre los cenotes y la arqueología submarina. Regresé en 2013, acudí a la Feria del Libro para participar en un homenaje que se rindió a mi mamá. Un grupo de escritores y críticos yucatecos conspiraron afectuosamente para festejarla. No me podía perder ese acto. Te puedo hablar de la impresión que me causó [i]Serie inicial[/i], la inmensa sección de Chichén Iztá que revela los orígenes de la ciudad, o del placer de participar en la feria, pero no conozco más cosas del estado.

–¿Cómo ha influido Yucatán en su obra?

–Lo que más ha influido es el lenguaje de mi abuela. García Márquez contaba que descubrió el tono de [i]Cien años de soledad[/i] al recordar la forma en que su abuela contaba historias. Lo mismo me sucede a mí. El español de Yucatán es riquísimo porque involucra palabras castellanas que no se usan en el resto del país, se deja influir por la lengua maya –que en sí misma es toda una cultura– y está abierto a influencias del Caribe y las Antillas.

“Estoy de acuerdo con quienes piensan que el Mediterráneo, el Golfo de México y el Caribe son el mismo mar interrumpido por un océano. Nueva Orleans, Cádiz, La Habana y Mérida tienen más semejanzas entre sí de las que tienen con ciudades del interior de sus países. Es algo notable. Derek Walcott, Aimé Cesaire y otros poetas han hablado de la ‘cuenca de los huracanes’ para referirse a esta insólita unidad cultural.

“Mi abuela me contaba que las compañías de ópera llegaban a La Habana, de ahí iban a Mérida y luego a Nueva Orleans, sin pasar por la ciudad de México. Este crisol de culturas, con historias de piratas, pirámides, supersticiones y chismes de todo tipo me encandiló de niño. Mi abuela aportaba ahí sus propias fantasías. Lo decisivo es que me reveló la singularidad y la inmensa creatividad que puede tener el idioma. Acaso se trate de mi mayor influencia literaria.

“En la obra de Juan García Ponce, a quien tuve la suerte de tratar, he encontrado notables temas y ambientes yucatecos, pero el tono, el estilo de narrarlos que identifico con mi abuela, me parece más próximo a García Márquez. Por eso me dio tanto gusto que comprara en Yucatán el [i]liqui liqui[/i] con el que recibió el Premio Nóbel.”

–¿Qué es lo que más añora de Yucatán?

–Se añora lo que se ha perdido. Yo no añoro Yucatán porque sólo lo he tenido en el sentimiento y en la imaginación, a través de mi abuela y mi madre, y eso no se pierde.

[h1]Corriendo para estar quieto[/h1]

–¿Cuáles son los proyectos en los que trabaja actualmente?

–En unas semanas aparecerá [i]La cuchara sabrosa del profesor Zíper[/i], una novela para niños. Es mi tercera aventura con ese personaje. También aparecerá una edición especial de [i]Tiempo transcurrido[/i], acompañado de un disco que recoge un concierto-lectura que hice en el Museo del Chopo, con música de Diego Herrera, del grupo Caifanes. Y estoy tratando de concluir un libro de memorias y crónicas sobre la ciudad de México, tema infinito.

–Recientemente incursionó como guionista de teatro, ¿fue difícil escribir para ese arte?

–La dramaturgia es una de las grandes expresiones literarias. Basta pensar en Shakespeare o Beckett. Siempre me ha gustado el teatro; actué en obras en la adolescencia y pensé que empezaría por ahí (de hecho, escribí algunas cosas que se montaron como creaciones colectivas), pero luego me convertí en espectador y traduje obras de teatro, pero como escritor me dediqué a otros géneros.

“Estaba a punto de cumplir 50 años cuando la directora Regina Quiñones me invitó a escribir una obra. Fue un momento de condensación. Mi viejo anhelo se juntó con la necesidad de renovarme. Es maravilloso ser principiante; en el arte nunca debes dejar de serlo, pero a veces te apoltronas y te repites. Pasar a la dinámica del teatro, donde los diálogos no son una conversación sino una forma de la acción, fue un reto para sacudirme la polilla.”

–¿Continuará en la dramaturgia?

–Sí. Espero tener una vejez dramática, en el sentido teatral.

[h1]México actual[/h1]
Juan Villoro se convirtió el pasado 18 de julio, en padrino de la generación 2011-2015 de la Escuela Normal Rural, Raúl Isidro Burgos, de Ayotzinapa. Una generación que quedó “cargada de ausencias”, tras la desaparición de 43 estudiantes, en septiembre de 2014 en el municipio de Iguala, Guerrero. El escritor habló sobre este suceso que marcará la administración del presidente Enrique Peña Nieto.

–¿Cómo afecta a México que Joaquín[i] El Chapo[/i] Guzmán Loera se haya fugado por segunda vez?

–Es prueba de la ineficiencia del gobierno, la impunidad que nos rodea y el triunfo del crimen sobre la civilidad.

–¿Qué efectos tendrá la reforma educativa en las escuelas normales, especialmente tras lo ocurrido a los alumnos de la Rural de Ayotzinapa?

–Se llama reforma educativa a cambios gremiales y sindicales. Esos cambios eran parcialmente necesarios, pero se necesitan otros más profundos, que eleven la calidad de la educación. La mafia del sindicato que controlaba Elba Esther Gordillo no ha sido desmontada. Ella fue detenida como caso simbólico, algo típico de los gobiernos del PRI, pero sus redes siguen operando.

“En lo que toca a las normales rurales, hace mucho que distintos gobiernos han tratado de acabarlas. En tiempos de Lázaro Cárdenas había 36 y quedan 16, algo terrible en un país con muchos más millones de habitantes.

“El gobierno no quiere asumir el costo político de cerrar las normales rurales, pero hace lo posible para que mueran de inanición. Si no hay inscripciones en dos años, la normal se cierra. Para que esto suceda el gobierno dificulta las incripciones, no da material, frena los presupuestos, no lanza convocatorias. Esto hace que los alumnos protesten cerrando carreteras y haciendo otras movilizaciones. Ante la falta de estímulos del gobierno, maestros y alumnos tienen que estar en permanente pie de lucha. Este círculo vicioso crea tensiones. Se trata de algo absurdo que podría evitarse.

“El drama de Ayotzinapa se explica en parte por esta situación delirante, donde el gobierno no da apoyo y los normalistas combaten para recibirlo.”

–Con múltiples escándalos en dos años y medio, ¿qué lugar ocupa Peña Nieto en la historia de México?

–Ha sido un gobierno decepcionante. Tuvo la inmensa suerte de llegar al poder después de Felipe Calderón y activó iniciativas políticas que no se habían tocado en 12 años. Pero tuvo que hacer el Pacto por México para sacarlas adelante. Esto impidió combatir la corrupción de los dos sexenios anteriores.

“Además, las reformas fueron cosméticas y casi todas están orientadas a las ganancias en el corto plazo, en detrimento de la ecología y de los intereses nacionales. Por otra parte, la caída de los precios del petróleo, escándalos como el de la [i]Casa Blanca[/i], oprobios como el de Tlatlaya y Ayotzinapa, han situado a este gobierno muy lejos de la modernidad y de una gestión verdaderamente democrática.

“Ante estas crisis, Peña Nieto podría abrirse, dialogar con sectores de la sociedad, ejercer la autocrítica. No lo ha hecho; al contrario, se ha blindado, negando la discrepancia y presionando a los medios. Hay cosas positivas, claro está, como aumentar el impuesto a los alimentos (chatarra) en un país que es líder mundial en obesidad infantil, pero es triste que un presidente sólo controle el agua azucarada.”

[h1]Prensa escrita y cyber-literatura[/h1]

–¿Cuál es el papel del periodismo en el México actual?

–El periodismo escrito está en un momento crítico porque es muy difícil que siga siendo un negocio independiente. Los periódicos gratuitos e Internet dificultan que un medio sólo viva de sus lectores y sus anunciantes. Hoy, la mayoría de los medios son plataformas de negocios que involucran empresas de muchos tipos; esto hace que el periódico se vea afectado por intereses políticos y comerciales. Por desgracia, el público lector aún no valora lo suficiente la independencia de un medio. Mientras esto no suceda, prosperarán los periódicos que se entienden a sí mismos como zona de tráfico de influencias y estarán en peligro los que no reciban apoyos ajenos a la prensa.

–En las redes sociales ocurre un fenómeno: se manifiesta inconformidad ante lo que ocurre en el país, pero no se refleja en la realidad. ¿A qué se debe?

–Estamos en el inicio del mundo virtual. Somos los bárbaros de una nueva era. Las redes sociales son estupendas para mostrar indignación y para congregar a las personas, entre otras cosas porque viven de la instantaneidad. En cambio, no se prestan tanto para la reflexión y menos aún para la reconsideración o el arrepentimiento, que son fenómenos lentos, poco espectaculares y tienen que ver más con el individuo que con la comunidad.

“Las redes nos dan una parte de la realidad. Si quieres estudiar el repudio, son estupendas. Si te interesa estudiar los niveles de tolerancia de una comunidad, estás en el sitio equivocado.”

–¿Qué buscan reflejar los [i]memes[/i] que se comparten en las redes sociales?

–Son un ejercicio irónico sumamente divertido: una moneda donde una cara comenta o corrige a la otra. Como todos los recursos expresivos, unos son geniales y otros terribles.

–¿De qué manera la Internet y las nuevas tecnologías afectan la concentración de las personas?

–Aun no sabemos su alcance. Pertenezco a una generación de migrantes a Internet, no de nativos. Es obvio que la velocidad de la información, la renuncia a la memoria (porque todo lo tienes a mano), la atención múltiple y la noción de que todo texto es un borrador cambiarán los modos de comportamiento. Lo interesante es que esto convive con formas anteriores de cultura.

“La idea apocalíptica de que ya nadie lee de corrido es absurda. Las nuevas generaciones leen novelas enormes (las sagas que van de [i]Harry Potter[/i] a [i]Cazadores de sombras[/i]), pero además hacen muchas otras cosas. Vargas Llosa se equivoca cuando dice que a las nuevas generaciones les cuesta trabajo seguir una trama prolongada. Lo interesante es que la siguen mientras mandan mensajes de texto.”

–Recientemente periódicos destacados han caído en la construcción de notas virales, ¿qué opina de esto?

–La palabra “viral” está de moda. Creo que deberíamos entenderla como una enfermedad infantil: puede matarte o fortalecerte. Muchas veces la viralidad expresa repudio. Tener muchos seguidores en Twitter no necesariamente es una prueba de admiración. Lo mismo sucede con los [i]retuits[/i]. A veces alguien comparte una información para mostrar lo bajo que ha caído otra persona. La viralidad es como la fama, una simplificación, una distorsión que favorece o perjudica.

–¿Qué observa usted en la juventud literaria mexicana?

–Hay una inmensa variedad, pero un tema recurrente es la indignación y el retrato de la violencia. Es una literatura hecha con lumbre.

–¿Qué autores destacan?

–Pergentino José, Valeria Luiseli, Mónica Gerber, Nicolás Cabral, Geney Beltrán, Antonio Ortuño, Emiliano Monge, Eduardo Rabasa, entre muchos otros.

–Con la Internet, siendo importante para el mundo actual, ¿cómo vislumbra la literatura en los próximos 10 años?

–Hay nuevas plataformas, lo cual democratiza el acceso. En México hay casos como [i]Los hijos de la Malinche[/i], una de las mejores revistas culturales que sólo puede existir gracias a Internet. También hay tramas interesantes surgidas de este medio como [i]La enfermedad[/i], del venezolano Alberto Barrera, que se basa en correos electrónicos. El escritor español Agustín Fernández Mallo propone la “exonovela”. Entiende el libro con un cuerpo como el de la langosta: con el esqueleto afuera. El texto lleva a links donde la historia prosigue. Los personajes tienen cuentas de Facebook, [i]blogs[/i], mandan [i]tuits[/i], etcétera. Hay mucho que descubrir por ese lado.

–¿Considera usted que se modificará la forma de escribir para las nuevas generaciones?

–La escritura siempre se modifica y al mismo tiempo Cervantes no deja de ser moderno. Esa paradoja justifica el arte.

–¿De qué manera influye la tecnología en la ciencia ficción? ¿Cuál es el papel de este género en la literatura?

–La mejor ciencia ficción usa muy poco la tecnología. No es casual que a Ray Bradbury le diera miedo viajar en avión. El futuro es una condición mental. Inventar un aparato en una novela es fácil y poco interesante. Lo difícil es entender, como sugiere Ballard, que el futuro ya está entre nosotros, en nuestra mente y sus posibilidades.

–¿Fue Julio Cortázar, en algunos de sus relatos, un escritor de ciencia ficción?

–No. Es un escritor fantástico, que es distinto. No plantea utopías ubicadas en el futuro. Sus cuentos tratan de las sorpresas del presente. Algunas son sobrenaturales (como la de un señor que vomita conejos), pero otras, las más interesantes, tienen que ver con el asombro de ponerse un suéter o de que tu novia te dé un chocolate con un insecto adentro.


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