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Carlos Meade
Foto: Isabel Mateos / Cuartoscuro
La Jornada Maya

Jueves 2 de febrero, 2017

Después de cuatro obras clausuradas en un solo día en la ciudad de Tulum, el pasado viernes 13 de enero, es necesario analizar el extraordinario suceso. Por una parte, es importante remarcar que las clausuras se dieron después de sendas denuncias ciudadanas; por otra, de pronto pareció como que la autoridad respondía al clamor popular y se activaba para impedir que desarrolladores voraces hicieran de las suyas. Lo lamentable es lo extraordinario de los hechos porque, tal como se vive el vertiginoso crecimiento urbano en Tulum, la autoridad está rebasada y/o sobornada y la sociedad civil parece incapaz de presionar a la administración municipal o, peor aún, se muestra indolente, demasiado preocupada y ocupada en sobrellevar el día a día.

Para escudriñar las causas de fondo del proceso que se vive en Tulum, hay que entender que señalar al crecimiento como un fenómeno vertiginoso no es una metáfora. Los que habitamos en este municipio nos sorprendemos, un día sí y el otro también, de un nuevo edificio, de nuevos estacionamientos, de restaurantes, boutiques y bares muy chic, en la zona de playas, todos asentados donde había manglares. Máquinas devastan la selva por todos los rincones de la ciudad en una criminal depredación hormiga. Necesitaríamos una numerosa brigada de inspectores de obras, con autoridad para colocar sellos de clausura, que estuvieran recorriendo costas, calles y avenidas, colonias y parajes suburbanos.

Tal y como van las cosas, el establecimiento de un Comité Municipal de Desarrollo Urbano no sería mala idea para tratar de articular los esfuerzos del Ayuntamiento con los de la sociedad civil. Un programa de acción conjunto podría ayudar a meter en orden el crecimiento urbano. Por fortuna, eso es lo que un grupo numeroso de ciudadanos ya ha solicitado a la presidencia municipal, esperando que la postura de apertura que ha ostentado la presidenta no sea un simple gesto demagógico. Un Comité de esta naturaleza no puede funcionar sin una alta dosis de voluntad política y/o una fuerte presión ciudadana. Esperemos que ambos ingredientes concurran para hacer viable este espacio de coordinación y deliberación.

En dicha solicitud se señala que, por el ritmo acelerado del crecimiento urbano, no se está respetando la normatividad establecida por el Programa de Desarrollo Urbano (PDU). Un caso notable de violación de estos lineamientos es el de la tienda Chedraui, establecida en una zona prevista para vivienda. En su momento, organizaciones civiles y pequeños hoteleros trataron de impedir este atropello. La intervención activa de Roberto Borge, entonces gobernador, a favor de la cadena de supermercados, frenó el movimiento de los empresarios de Tulum y debilitó la acción de las ONGs. El resultado: la tienda se salió con la suya. Esto nos indica que, sin una sociedad civil fortalecida, no es posible hacer vigente el marco legal que regula el desarrollo. Si la más alta autoridad solapa a infractores ¿qué podemos esperar de los funcionarios menores?

La solicitud destaca también que se hace necesaria una revisión y actualización del PDU ya que fue decretado hace más de 10 años por lo que “es necesario hacer una revisión a fondo del modelo de ordenamiento ya que la dinámica del crecimiento ha generado escenarios no previstos en ese modelo, mientras en el mundo ha evolucionado la concepción y el diseño de las ciudades sostenibles”.

Otro factor clave que se debe revisar es la velocidad del crecimiento, que implica la apertura imparable de nuevos cuartos de hotel. Es obvio que las ciudades de la costa de Quintana Roo han crecido debido a la demanda de mano de obra de la industria hotelera. Un intenso proceso migratorio ha movilizado a cientos de miles de personas, de toda la geografía nacional. La perspectiva de miles de cuartos más en Cancún, la Riviera Maya y Tulum, en pocos años duplicará la población. Los nuevos permisos para la ampliación o construcción de cuartos hoteleros debían otorgarse con cuentagotas, asegurándose que los proyectos cumplen con todos los lineamientos ambientales.

El ritmo frenético que ha impulsado el crecimiento de Cancún y Playa del Carmen se ha instalado ya en Tulum, con todo su poder destructor. Todavía estamos a tiempo de ponerle un freno a esta voracidad, pero para ello se necesita una sociedad civil organizada y movilizada. De lo contrario, la fragilidad de los ecosistemas, la corrupción entre inversionistas y autoridades, el desorden urbano, la incapacidad (técnica y/o presupuestal) de los funcionarios responsables y la indolencia ciudadana, convertirán nuestro paraíso en una cloaca. Y esta expresión, lamentablemente, tampoco es una metáfora.

[i]Tulum, Quintana Roo[/i]
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