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José Luis Domínguez Castro
Foto: Raúl Angulo Hernández
La Jornada Maya

Viernes 31 de marzo, 2017


Las ferias son como la vida actual en la era cibernética: sobreoferta aparente de oportunidades y objetivos y sin embargo, pocas cosas realmente significativas para uno. Y cuando las hay, la imposibilidad real de estar en todo lo que nos interesa. La Feria Internacional de la Lectura en Yucatán (Filey) 2017 fue algo así. Compartiendo la justa opinión de quienes piensan que la tradición creada y sostenida por Rafael Morcillo es un hecho que la historia nunca podrá borrar, como tampoco se podrá olvidar a los rectores Raúl Godoy (su iniciador) y Alfredo Dájer Abimerhi (su continuador), que hicieron posible las ediciones anteriores. Pero quienes tuvimos oportunidad de participar esta vez estamos de acuerdo en que la sexta edición (¡que no la quinta!), fue un esfuerzo que superó en mucho a los anteriores.

No soy yo quien deba ni pueda presentar un informe completo y pormenorizado de los distintas facetas que integraron la Filey: libros y casas editoriales, música y exposiciones, ciencia y eventos académicos; país, estado y universidad invitados; estadística de asistencia, talleres de fomento a la lectura, y demás. Pero como universitario quisiera compartir algunas reflexiones decantadas de lo que viví en este importante evento en el que nuestra Alma Mater sale a la calle cada año para mostrar su mejor cara al mundo.

Es indudable que, para muchos de nosotros, esta edición de la Filey superó en mucho a las anteriores por varias razones: frenó en gran medida la avalancha de las firmas comerciales que este tipo de eventos suele atraer y, sin menospreciar a los patrocinios, siempre tan necesarios, el visitante no tenía que ser recibido por ninguna marca de cerveza a la entrada, ni tenía que tropezar con algún "bolillito" personalizado o un puestecito de fundas de celulares que le impidiera el encuentro directo con los libros, personaje central del acontecimiento. Algunas casas distribuidoras los ofrecieron a precios muy razonables aunque no fuera el día de promociones. Las editoras, en cambio, no parece que hayan flexibilizado sus tarifas. Hubo quien comentó que salía más barato acudir a alguna librería local para adquirirlos. Casas editoras nuevas –al menos para mi- como El Colegio Nacional, Sexto Piso, o Gustavo Gili. Sin duda que había sabores para todos los gustos.

Como universitario celebro la presencia de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo o la Benemérita de Puebla –sin duda esfuerzo doble por la distancia- pero gozo por igual que nuestras instituciones hermanas del sureste pasaran lista de presentes: La Universidad del Caribe de Cancún, la Universidad Juárez Autónoma de Tabasco, la de Quintana Roo, y la invitada especial de Campeche que, para mi gusto, desperdició su oportunidad, pues había en su stand poca información disponible. Se extraña aún a editoriales importantes como la del Instituto Politécnico Nacional. Ojalá que vuelvan pronto.


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