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del

Tabacón B. Linus
Foto: Tomada de la Web
La Jornada Maya

Esta semana, Donald J. Trump intentará hacerse el interesante diciendo que “analizará” si firma, o no, el Acuerdo de París, un instrumento esencial para la preservación del medio ambiente a nivel mundial. También en estos días, han surgido en la prensa mundial distintos reportes que señalan que básicamente el 100 por ciento de las pesquerías mundiales están siendo explotadas al límite de su sustentabilidad o quizá más allá.

Se suman a este panorama, un sinnúmero de estudios sobre la acidificación de los océanos, pérdida de barreras de coral, la casi irreversible extinción de especies como la vaquita marina, entre otros y uno se cansa. Hemos llegado a un nivel de saturación y hasta agotamiento sobre los datos y noticias del desastre en el medio ambiente; y hacemos poco o nada al respecto, lo que nos agota aún más.

Tal vez, y sólo tal vez, nos urge un análisis más cercano a casa, uno que nos muestre las consecuencias de recursos naturales mal administrados y de riquezas marinas peor distribuidas socialmente. Un ejemplo ideal es la explotación del pepino de mar en las costas de Yucatán.

El pepino de mar en Yucatán ([i]Holothuria Mexicana[/i]), ha sido una pesquería en la zona gris; zona donde lo criminal y lo legal se rozan, se mezclan y confunden. Existen mafias pepineras, tráfico ilegal de dicho producto, “sancochaderas” (dado que el pepino de mar se comercializa deshidratado) instaladas en los manglares y que destruyen el hábitat de aves marinas. Violencia entre comunidades, quema de lanchas y todo un grupo de pescadores que han convertido la pesca y comercialización del pepino de mar, en su campo de entrenamiento en actividades semi-criminales.

Desde que se hizo público el descubrimiento comercial del pepino de mar en Yucatán, e inició -entre presiones políticas y sociales- la pesca organizada de dicha especie, muchas voces advirtieron que, si no se organizaba racionalmente esa actividad, muy rápidamente dicho recurso se agotaría en las aguas poco profundas y accesibles al pescador ribereño. Nadie escuchó.

Capturar pepino de mar, algo que se hace buceando, tiene un riesgo inherente para los pescadores, pues deben pasar largas horas bajo la superficie recolectando pepino, ayudados por equipos de buceo improvisados y muy rudimentarios. En una temporada normal de captura de pepino de mar hay varios muertos, diversas emergencias médicas por descompresión, así como lesiones y riesgos siempre crecientes para los pescadores que se sumergen en busca del pepino de mar.

En el 2017 parece que cruzaremos un umbral definitivo. Los mejores bancos de pepino de mar parecen estar en profundidades de 30 a 40 metros. Un buzo certificado, con el equipo y el entrenamiento correcto, puede pasar a 40 metros de profundidad un máximo de 13 minutos antes de requerir algún proceso de descompresión.

Después de los 13 minutos a 40 metros, el buzo debe empezar a dirigirse a la superficie, siguiendo una serie de paradas de seguridad a profundidades menores. Sólo después de estar por lo menos una hora en la superficie, puede volver a bucear a 40 metros de profundidad por segunda vez, pero esta vez sólo puede estar a dicha profundidad por apenas cinco minutos; luego debe salir siguiendo un procedimiento muy preciso para su ascenso hacia la superficie, y no puede hacer otro buceo a dicha profundidad sino hasta el día siguiente.

Si se busca descender a 30 metros de profundidad, el buzo puede estar a esa profundidad -inicialmente- por un máximo de 23 minutos, luego debe ascender siguiendo pasos rigurosos. Una vez que sale a la superficie, debe esperar por lo menos una hora para hacer una segunda inmersión de 10 minutos y no más.

Estamos seguros que los pescadores de pepino de mar van a exceder estos tiempos de buceo fácilmente, pues en general no cuentan con equipo, computadoras o entrenamiento adecuado para administrar sus inmersiones. Muchos improvisan tanques de gas (de los domésticos) como parte de su equipo de soporte de vida. Peor aún, muchos de ellos tienen encima cuotas comerciales que cumplir y el sueño de opio de salir de su pobreza con la captura voraz del pepino de mar.

Veremos a decenas de pescadores trabajando más de 13 minutos a 40 metros de profundidad, sufriendo los accidentes y secuelas clásicas de la descompresión. Es probable que algunos fallezcan, que decenas sufran accidentes de buceo, que más de uno luche con burbujas de nitrógeno en la piel, órganos vitales y el cerebro. Muchos, quizá cientos, parecerá que no sufren ninguna secuela, pero en los años por venir pagarán el precio con enfermedades neurológicas y una reducción sustantiva en su esperanza de vida.

Un pepino de mar explotado irracionalmente, contaminado por intereses semi-criminales y una actitud entre timorata y politizada de las instituciones de gobierno, está obligando a los pescadores a trabajar en zonas límite para la actividad humana. Esa es una historia de manejo irresponsable del medio ambiente, cercana a casa, a la que le podemos poner nombre y apellido.

Arranca pues HOY, en Yucatán, la temporada de pesca del pepino de mar. Decenas de comunidades y miles de familias saldrán a seguir explotándolo en un ejercicio de saqueo que, al final, los dejará igual de pobres a ellos, y hará más ricos a los caciques de la pesca yucateca de siempre.

Lo único diferente es que esta vez muchos verán el minuto 13 en sus relojes como la frontera en la que empezarán a morir la muerte horrible de la descompresión o la muerte horrible de lesiones invisibles que acortarán sus vidas productivas.

En Yucatán, con el pepino de mar, la muerte empieza a los 13 minutos.

[i]Mérida, Yucatán[/i]

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