La Jornada Maya
Foto: Enrique Osorno

Mérida, Yucatán
Jueves 3 de enero, 2019

Las diferentes aperturas históricas que han existido en materia sexual todavía no logran romper el mito de que cuando una persona envejece deja de tener sexo; sin embargo, esta creencia es errónea, pues en la senectud se abre un nuevo periodo sexual en el que la experiencia erótica, el amor longevo, el conocimiento del cuerpo del otro, así como las nuevas necesidades emocionales y corporales, inauguran un nuevo universo sexual.

Con la vejez no muere el deseo sexual, sino que se transforma en una expresión sensual más afectiva y menos genital.

[b]Culto a la genitalidad[/b]

En el terreno sexual, hay un culto al pene erecto, al coito, a la genitalidad, al pecho abultado y al cuerpo perfecto. Se han desarrollado pautas sexuales basadas en la cantidad de coitos más que en la calidad del placer. Hoy, envejecer produce miedo y angustia porque impera la creencia de que con la senectud llega la decadencia vital, corporal y sexual; sin embargo, los especialistas aseguran que el deseo no se acaba con los años, y que los ancianos tienen una vida sexual mucho más activa y longeva de lo que la gente imagina.

Hay tres factores evolutivos que provocan que este modelo comience a resquebrajarse por anacrónico y caduco.

Por un lado, las personas llegan a viejos en mejores condiciones de salud física y económica respecto a como llegaban sus padres; eso hace que sicológicamente se sientan en mejor situación para alargar su actividad sexual; asimismo, están llegando a viejos en una sociedad donde el sexo es percibido como algo más cotidiano y menos pecaminoso; y por último, la esperanza de vida se ha incrementado tanto en el siglo XX, que la tercera edad es un periodo demasiado largo como para pasársela viendo televisión o tejiendo para los nietos.

No obstante, a medida que un individuo va envejeciendo, la capacidad sexual y el deseo se van transformando pero no desaparecen, y en ocasiones el sexo pasa a ser menos frecuente pero más intenso.

El avance de la edad hace recordar que la vida es finita, y los cambios físicos y fisiológicos refuerzan ese pensamiento. Según la terapeuta sexual y siquiatra de la Facultad de Medicina de la UNAM, Claudia Fouilloux Morales, “los cambios propios de la edad pueden afectar todas las fases de la respuesta sexual, tanto en hombres como en mujeres, pero no alteran la capacidad de disfrutar del sexo”.

La especialista explica que los cambios sexuales fisiológicos en la senectud en el hombre pasan por una menor sensibilidad del pene ya que hay mayor dificultad para obtener y mantener la erección, se acorta la etapa de la inevitabilidad eyaculatoria, se produce una pérdida de la fuerza eyaculatoria, menor volumen de esperma o incluso orgasmo sin eyaculación, desaparición rápida de la erección después del orgasmo y alargamiento del periodo refractario, es decir, el tiempo que necesita para recuperarse de un orgasmo y poder tener otro.

En la mujer los cambios radican en una disminución de las hormonas circulantes, así como merma del tamaño de la vulva y la vagina, adelgazamiento de las paredes vaginales, disminución de la lubricación y menor variabilidad del tamaño de la vagina durante el coito, disminución de la duración e intensidad del orgasmo, y éste puede llegar a ser doloroso.

Estos cambios, que pueden darse en mayor o menor medida, no impiden una sexualidad plena. Además, hoy existen en el mercado productos para que estas modificaciones no sean un obstáculo sexual, como fármacos para mantener la erección o lubricantes para la resequedad femenina.

El envejecimiento, asevera la geriatra del hospital Doctor Alfredo Badallo, del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS), Marcia Laura Albarrán López, es el resultado del paso de los años, de la herencia genética y de la calidad de vida que el individuo haya llevado a lo largo de su existencia.

De acuerdo con estos factores, una persona, a medida que va envejeciendo, ve mermar algunas de sus capacidades, pero a su vez refuerza otras basadas prácticamente en la experiencia. En el plano sexual, los cambios fisiológicos propios de la edad se ven compensados con la experiencia, el mayor conocimiento del otro –si es que mantuvo una pareja estable– y la sustitución de una sexualidad falocentrista y genital por una más amplia y sensual.

El coito no es exclusivo de la juventud, son muchas las parejas ancianas que lo continúan practicando pero, debido a los cambios orgánicos de la vejez, ya no es la “guinda del pastel”, sino una práctica sexual opcional.

El sexo entre viejos explora el cuerpo entero y juega con otras prácticas eróticas como la mirada o la palabra. Y, aunque la sexualidad de los viejos sea invisible para la sociedad, para ellos es un mundo quizá silencioso pero igual o más intenso que en edades tempranas.

[b]Madurez del amor[/b]

El sexo entre personas mayores se adapta a las nuevas circunstancias físicas, fisiológicas, amorosas, sicológicas, patológicas, sociales y culturales, pero esa “adaptación” no implica presenciar la extinción del deseo, sino una nueva forma de entender la sexualidad que, aunque diferente a la de la etapa joven, puede llegar a ser enormemente creativa, profunda y placentera.

Esto, empero, no implica que “todos” los ancianos gocen de una sexualidad plena, sino que existe esa posibilidad, y ello dependerá de ciertos factores, como la educación, las creencias religiosas, el uso de ciertos medicamentos, la disposición de pareja, los prejuicios sociales, el estado de salud física y mental y, algo extremadamente importante, la calidad sexual de la que se ha disfrutado en la juventud.

“Se envejece como se ha vivido. Si hemos tenido una vida donde la sexualidad en pareja ha formado parte de nuestra vida como una fuente de placer, bienestar y satisfacción, lo seguiremos ejerciendo y gozando de viejos. Pero si la sexualidad ha sido para ‘cumplir’ con una vida que tiene eso establecido, pero sin disfrute, seguramente en la vejez buscaremos cualquier pretexto para evitarlo. La sexualidad en los viejos no se acaba por causas fisiológicas sino porque antes no era buena”, afirma Fouilloux Morales.

Otro factor que influye en una vida sexual activa o pasiva en la tercera edad es el entorno sociocultural. La sexualidad de los viejos no se vive igual en un ámbito rural que en uno urbano, y Albarrán López explica este fenómeno: “en una sociedad urbana predomina la filosofía del ‘viejismo’ en donde el anciano se ve como un mueble viejo.

En el ámbito rural el ‘viejismo’ aún no está tan presente, porque se mantiene la tradición del respeto al adulto mayor por su sabiduría y, por tanto, permanece viva la sexualidad hasta que las condiciones físicas y sociales que rodean a las personas se lo permiten.

[b]Prejuicios[/b]

El gerontòlogo Gustavo Loreto Sierra arguye que en la sexualidad de los viejos la represión y el sentimiento de culpa son más determinantes que cualquier factor orgánico.

“Muchas veces los ancianos tienen que ocultar su sexualidad frente a los hijos como si fuera una enfermedad. La siquiatría a su vez utiliza el término ‘gerontofilia’ para expresar que alguien anda con una persona mayor como si fuera una enfermedad, lo que significa que desde la misma ciencia existen prejuicios hacia la sexualidad de los viejos.

En la sociedad, por ejemplo, cuando una anciana anda con alguien más joven se piensa que éste va por su dinero, como si una adulta mayor no pudiera despertar el amor en otra persona”.

El especialista afirma que los ancianos le dicen “el cuero se arruga, pero yo sigo sintiendo”, y esta expresión resume mucho de la sexualidad en las personas mayores.

Para el ocio de los ancianos no hay la variedad de opciones de diversión y lugares “de ligue” que existen para los jóvenes o adultos. El Instituto Nacional de la Personas Adultas Mayores (INAPAM) tiene clubes donde los ancianos se reúnen y realizan actividades, como talleres de pintura o escultura.

En el Distrito Federal existe el Jardín de la Tercera Edad Los chapulines, ubicado en el Bosque de Chapultepec, donde se realizan actividades recreativas y festejos; en los bailes de este lugar se han formado varias parejas.

En distintos parques de la capital, así como de casi todo el país, existen sesiones de danzón donde acuden adultos mayores, muchos de ellos con la intención de ligar. Internet se ha vuelto una nueva opción para conseguir pareja, además de los clubes de baile que siempre han representado una de las alternativas más recurrentes.

En México existen muy pocos estudios sobre la sexualidad en la tercera edad, la mayoría de las publicaciones y las estadísticas se realizan en sociedades ajenas que, si bien pueden aportar ciertos parámetros, no reflejan con fidelidad la realidad sexual de nuestros ancianos.

Loreto Sierra afirma que “hay más viejos que están teniendo sexo de lo que la gente imagina, incluso de lo que los especialistas imaginamos, pero como es un tema tabú y demasiado privado, es difícil estudiarlo. Sin embargo, así como en los años 60 se dio la revolución sexual de los jóvenes, hoy estamos empezando a vivir la revolución sexual de los viejos. Hoy los que tienen entre 60 y 70, que han tenido una educación más abierta que sus antecesores, tienen una vida sexual muy activa”.

[b]El inmenso campo del erotismo[/b]

La geriatra del IMSS, Albarrán López, dice que a esta institución le tomó “por sorpresa” la explosión demográfica y el aumento de adultos mayores.

“Apenas estamos en pañales en el tema de la sexualidad de este sector de la población, pero ya empezamos a tenerlo en cuenta. Somos conscientes de que además de la situación social, sicológica y de salud del adulto mayor, hay que empezar a abordar el tema de la sexualidad como algo inherente al ser humano”.

Los especialistas, en su mayoría, afirman que las futuras generaciones, cuando pasen los 60 años de edad, gozarán de una sexualidad más libre, menos reprimida y más placentera que la de los actuales viejos, por haber recibido una mejor educación sexual; sin embargo, hacen hincapié en que para que eso ocurra, deberán empezar a entender la sexualidad como una fuente de placer más profunda, menos genital, que requiere tiempo, y explorar el inmenso campo del erotismo.

El filósofo griego Aristóteles dijo que sólo existe en el universo una fuerza motriz: el deseo. Éste es etéreo e intemporal y, por consiguiente, no puede ser secuestrado por una sociedad prejuiciosa ni esclava del paso del tiempo.

El deseo sólo responde al llamado del cuerpo, a los maravillosos delirios del amor y a las exigencias de la atracción por el otro, y estas necesidades no acaban con la edad, sino con la vida.


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