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Francisco Hernández y Puente
Foto: Roberto Contreras
La Jornada Maya

Viernes 1 de febrero, 2019

En el peor momento para Pemex, para el gobierno de López Obrador y para el país, la agencia calificadora Fitch Rating redujo la nota crediticia de la empresa mexicana, al pasarla de “BBB+” a “BBB-,” con perspectiva negativa, y con la eventualidad de una baja adicional en el corto plazo, que la llevaría a la siguiente calificación que es “BB”, donde se ubican las emisoras con grado especulativo. En un comunicado dado a conocer hace unos días, Fitch Rating explica que la baja en las calificaciones de la empresa petrolera es reflejo del deterioro continuo de su perfil crediticio. Dicho llana y simplemente, la calificación significa que Pemex estaría dejando de ser sujeto de crédito, y entre más baja es su calificación, más caro le saldrá acceder a recursos frescos.

¿Son fiables las calificadoras de riesgo? Son muchas las voces que culpan a las calificadoras de riesgo del estallido de la crisis subprime de 2008, ya que había multitudes de empresas financieras con la máxima calificación, las cuales estaban repletas de activos tóxicos. Un ejemplo es Lehman Brothers, que el mismo día de su quiebra tenía la mejor nota.

El anuncio, casualmente ocurre en el momento más intenso de la lucha contra el crimen organizado que se ubica dentro y fuera de la empresa, y justo cuando el gobierno emprende esfuerzos titánicos para sanear a la compañía más importante del país, largamente saqueada por los funcionarios que la encabezaron y su sindicato, con la complacencia y complicidad de los gobiernos, al menos de los tres últimos sexenios. De ahí la reacción inmediata del presidente, calificando a Fitch de hipócrita y cómplice de una reforma energética que en nada ayudó a mejorar su posición financiera y productiva.

Fitch puede estar tomando venganza de las declaraciones del presidente López Obrador de que no gobernará para los mercados. Tomemos en cuenta que Moody’s, ayer, ya otorgó al nuevo gobierno el ¡beneficio de la duda! y mantuvo la nota de Pemex sin cambio.


[b]¿Qué son las calificadoras?[/b]

Las calificadoras son entidades especializadas, constituidas como sociedades anónimas con el propósito de calificar valores de distinto tipo, como bonos soberanos o empresas. La figura de las calificadoras surgió en los mercados de capitales con el objetivo de facilitar la toma de decisiones por parte de los inversionistas mediante sistemas y metodologías propias, pero estandarizadas internacionalmente.

Así, de acuerdo con su metodología, un título calificado como “AAA” representa la máxima calidad crediticia y, en el otro extremo, una nota “D” representa a los títulos en situación de incumplimiento (fenómeno conocido en el idioma de los mercados internacionales como “default”). Entre estos dos extremos, las calificaciones se dividen a su vez en dos categorías: los títulos calificados desde “AAA“ hasta “BBB-“, que se consideran con “grado de inversión” o “investment grade”, en tanto los calificados entre “BB” y “C” son emisiones grado especulativo o non investment grade.

A nivel internacional existen varias calificadoras, pero las tres más importantes son Moody’s, Standard & Poor's y Fitch Rating. El rating que una calificadora emite no es otra cosa que la opinión sobre la solvencia que tiene una empresa o un país para pagar sus deudas o hacer frente a sus obligaciones de pago.

Es claro entonces que la calificación emitida es un juicio de valor sobre la capacidad de pago del ente en cuestión y, consecuentemente, ésta influye en la confianza de los inversionistas que se traduce en un incremento o disminución de los costos financieros; es decir, una baja en la calificación disminuye la confianza de los inversionistas y eleva la rentabilidad que exige el mercado para colocar deuda, con el consecuente aumento de las tasas de interés a pagar por la solicitud de un crédito.

El origen de las agencias calificadoras se ubica en el último tercio del Siglo XIX, justo cuando el capitalismo vivió una de sus épocas de mayor esplendor, que concluyó justo cuando estalló la primera guerra mundial. Surgió en Estados Unidos y estuvo asociado a la enorme expansión y desarrollo de ese país, sobre todo de las compañías ferrocarrileras pioneras de la revolución industrial, emprendida en todo el territorio norteamericano, que las llevó a construir una red ferroviaria de más de 200 mil kilómetros y que captaba los recursos necesarios mediante la emisión de bonos.


[b]Los argumentos[/b]

En este caso, la calificadora señala que Pemex padece una subinversión en el área de exploración y producción, que el gobierno ha reaccionado lentamente para fortalecer su perfil crediticio y que al mantenerse una estructura fiscal que sigue dependiendo en un grado importante de los recursos que aporta Pemex, se debilita a la empresa. Consecuentemente, el esfuerzo de inversión que tiene que hacerse para reponer los niveles de producción y reservas tiene un costo muy elevado en el corto plazo. Se trata claramente de una situación que se generó a lo largo de varios años, en el contexto de una reforma que en nada contribuyó para mejorar la situación.

El presidente López Obrador y su equipo, en especial la secretaria de Energía, Rocío Nalhe, han señalado que no confían en Fitch, ni en su metodología; que Pemex mejorará en el mediano plazo porque se va a erradicar la corrupción, porque va a tener finanzas más sanas, porque tendrá que recuperar su capacidad de producción, porque hay una mayor capitalización del gobierno y porque el gobierno está revisando la carga fiscal de la empresa, y que en esa medida esperarán la opinión de otras calificadoras.

Es urgente que así ocurra, porque como sea, estas calificadoras juegan un papel importante en el sistema financiero internacional, y México no puede mantenerse aislado de esas reglas. En este caso en particular, se trata de una de las advertencias más severas que se han hecho hasta ahora respecto al riesgo que corre la empresa petrolera, y con ella, las finanzas públicas.

El nuevo gobierno recibió una empresa que las administraciones anteriores esquilmaron hasta la saciedad. Se trata de un daño mayúsculo al patrimonio de los mexicanos que debe tener responsables y el castigo correspondiente. El nuevo gobierno ciertamente está obligado a recomponer el desastre heredado. Urge un Plan de Negocios para Pemex, posible, creíble y sostenible, pero también urge encontrar a los responsables de este inconmensurable daño a la Nación.


*Profesor del CEPHCIS-UNAM

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