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Francisco J. Rosado May
Foto: Enrique Osorno
La Jornada Maya

Martes 21 de mayo, 2019

Entre el 12 y el 17 de mayo del año en curso, San Cristóbal de las Casas fue testigo del primer Congreso Mexicano de Agroecología organizado por 53 instituciones nacionales e internacionales, con la participación de más de mil personas de México, Estados Unidos, Inglaterra, Francia, España, Colombia, Uruguay, Ecuador, Guatemala y Brasil.

Académicos del más alto nivel compartieron espacios de discusiones intensas con campesinos, estudiantes, organizaciones de la sociedad civil, autoridades del gobierno federal y autoridades de la FAO.

El Colegio de la Frontera Sur y la Universidad Intercultural del estado de Chiapas, ambos en San Cristóbal de las Casas, fueron los anfitriones. Sus espacios académicos se vieron saturados por momentos porque diversas condiciones propiciaron que México, una vez más, tome el liderazgo en materia de agroecología.

El contexto mundial de crisis ambiental, calentamiento global, impactos negativos del uso de pesticidas y transgénicos, reportados por diversos medios, y la necesidad de producir alimentos en forma sostenible, se combinaron con la posición del gobierno federal en materia de producción de alimentos. Las condiciones para la respuesta obtenida y las expectativas para resolver adecuadamente esos grandes retos se reflejaron en la atención nacional e internacional al Primer Congreso Mexicano de Agroecología.

En la lista de los 100 compromisos que estableció el Presidente AMLO, el número 74 dice: “Protegeremos la diversidad biológica y cultural de México. Impulsaremos prácticas agroecológicas que aumenten la productividad sin dañar la naturaleza. No se permitirá la introducción y el uso de semillas transgénicas”. Este compromiso también se refleja en el proyecto de Plan Nacional de Desarrollo 2018-2024.

Por supuesto que la intención política representa un reto enorme. Y para ello se requiere de las capacidades, experiencias y colaboración de todos aquellos expertos en agroecología, académicos, campesinos, sociedad civil, gobierno y organizaciones internacionales. La gran mayoría de los participantes del Congreso antes mencionado manifestó la necesidad de lograr esa sinergia. La situación ambiental, la necesidad de crear sistemas sostenibles de producción de alimentos respetando y potencializando los saberes y culturas locales, no solo representan la necesidad del cambio, sino que también pueden aportar experiencias para lograrlo.

La agroecología es una de las muchas aportaciones que México ha hecho al mundo. Nació en Tabasco, en el extinto Colegio Superior de Agricultura Tropical a fines de los años 1970’s. Es el resultado de un proceso intercultural de intercambio de saberes entre campesinos mayas, estudiantes mexicanos de diversa procedencia cultural y académicos mexicanos e internacionales. Destaca el papel de Efraim Hernández Xolocotzi y de Stephen R. Gliessman, uno creando las bases y el otro formalizando la agroecología como ciencia. Como parte activa de esa historia puedo decir que inicia entendiendo un concepto local único. En Tabasco los campesinos no usaban la palabra maleza, llamaban monte a las plantas que crecen con sus cultivos y los clasifican como buen o mal monte dependiendo de lo que causaban a su cultivo.

Si el efecto era malo, la hierba era mal monte porque “calienta” el suelo; si el efecto era bueno, la hierba era buen monte porque “enfría” el suelo. Todo esto se basa en la liberación de sustancias alelopáticas que fueron identificadas científicamente. La alelopatía es un concepto en ecología que se refiere al efecto que causa una planta sobre otra debido a la liberación de sustancias químicas al medio, inhibiendo el crecimiento de la otra. Agroecología es un bello ejemplo de intercambio de saberes entre diferentes culturas; un proceso intercultural del cual emergió como ciencia. Una aportación del México indígena (maya) al mundo, interactuando con la ciencia de la ecología y la participación de personas culturalmente abiertas y sensibles a no encerrarse en sus propios mundos.

A partir de los debates en San Cristóbal se reconoció que hay diferentes agroecologías. No hay una sola agroecología. Lo hay con la mirada de género, con la mirada campesina, con la mirada urbana, con la mirada de preferencia sexual, con la mirada artística, etc. No obstante, todas estas agroecologías comparten tres elementos articuladores: Agroecología es a la vez una ciencia, una práctica y un movimiento, que puede tener diversas formas.

En San Cristóbal estuvo presente Crispim Moreira, brasileño representante de la FAO en México, quien anunció que el gobierno mexicano ha establecido un acuerdo con la FAO para recibir la asesoría que permita crear un Programa Nacional de Agroecología. Esto es un indicador de la importancia que tiene hoy la agroecología, de la enorme necesidad de resolver grandes problemas ambientales y de producción de alimentos y del reconocimiento del potencial que tenemos en México para aportar al mundo respuestas adecuadas para esos grandes retos.

¡Y pensar que con este ejemplo podemos crear nuevos campos del conocimiento y resolver así problemas que nos agobian con aplicación local! Aún no es tarde, la gran expectativa la está generando y apoyando las nuevas políticas federales, se están sumando diferentes actores con un bagaje científico y práctico único y competitivo de calidad mundial. Necesitamos crear el Colegio Superior de Agroecología Tropical. La invitación está abierta.

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