Domingo "a vuelta de rueda" en la feria de Xmatkuil

Juan Manuel Contreras
La Jornada Maya

Mérida, Yucatán
Lunes 18 de noviembre, 2019

“A vuelta de rueda” transitamos sobre la calle 50, una de las arterias que da vida a la ciudad de Mérida. Autobuses repletos y coches de alquiler nos rebasan a gran velocidad; todos tenemos un destino en común: la Feria de Xmatkuil.

A lo largo de la avenida, antes de llegar al escaparate, habitantes de esa zona de la capital yucateca aprovechan para vender toda clase de productos. Cremitas de coco, pozol y hasta bonsáis de 50 pesos constituyen la oferta para los paseantes.

Según se pudo constatar, el estacionamiento es un caos y no se da abasto ante la gran afluencia que representa el evento; aunque cabe mencionar que el hecho se toma de buena gana e importa más el buen rato que se pasará tras los contratiempos vehiculares.

Es domingo y las familias abarrotan la feria yucateca más importante del año, los niños corren mientras los mayores preparan las billeteras para satisfacer los caprichos de sus crías. Hay que decirlo, ir a Xmatkuil no es barato.

La particularidad de este día es que, normalmente en la ciudad la venta de licor cesa a las 17 horas, sin embargo, en el recinto ferial “les dan chance” hasta las 3 de la mañana, por lo que muchos aprovechan para ir a ingerir ahí. Los de la cervecería Modelo no se quejan.

La mezcla de olores al entrar al es inconfundible y también complicada, indescriptible. Los elotes sancochados y el queso de bola derretido de las marquesitas se funde con las toxinas emanadas de las heces fecales del ganado. Pero a nadie parece incomodarle.

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Los sonidos que salen de los altoparlantes de los cientos de stands que conforman la feria de Xmatkuil se difuminan conforme va uno caminando por las calles de esa comisaría meridana, todos quieren -necesitan- vender.

“No nos ha ido tan chido”, lamentó Paula al ser cuestionada sobre la venta de sus ollas de barro. Son objetos que despiertan curiosidad en la gente y es común que le pregunten por el precio, pero con el pretexto de “ahorita vuelvo” la dejan con la esperanza de concretar.

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Y es importante mencionar que, de voz de los venteros, se dice que la feria de Xmatkuil “ya no es lo de antes”; y, por ende, las ventas han decrecido en los últimos años. Este domingo, por ejemplo, auguraron jugosas ganancias; y “con trabajo salió”, comentaron varios expositores.

La policía está en cada esquina del recinto ferial. Todo tipo de vehículos y hasta perros de la corporación velan siempre por la seguridad de los asistentes; pero también es preciso decir que su actitud hacia la gente no es precisamente la más amable.

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“¿Por qué tomas fotos?” cuestionó uno de estos agentes a quien suscribe; y exhortó a borrar la evidencia de una mujer que acababa de sufrir un golpe de calor en el área de juegos. A veces se les olvida que -al igual que ellos- la prensa también cumple con su función.

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En el módulo de la Cruz Roja dicen que todo ha transcurrido con normalidad, salvo algunos eventos de golpes de calor e intoxicación por exceso de alcohol. Son cerca de 10 casos al día los que atienden, según comentó Gerardo Flores, uno de los voluntarios.

Cae la noche y la feria de Xmatkuil está a reventar. El llamado Teatro del Pueblo se inunda de cumbia y la concurrencia saca a relucir sus mejores pasos al bailar. “Para eso venimos”, exclama un sonriente danzante mientras da a su pareja un giro de 360 grados, o más.

En las sombras, la gente también pelea. Las viejas rencillas entre pandillas se hacen evidentes al calor de los “latones” y, como de costumbre, los chavos banda se miran recelosos entre sí, aunque en esta ocasión no haya pasado a más.

Se pintan malas caras a la hora de partir. No es fácil dejar la feria; las filas para abordar los autobuses son kilométricas y el taxi -según a donde se vaya- rebasa los 200 pesos, pero “lo bailado ni quién lo quite”, ataja un señor mientras espera su Uber, cerveza Montejo en mano.