Blanche Petrich
Foto: Cuartoscuro
La Jornada Maya

Homú, Yucatán
Jueves 26 de diciembre, 2019

Desde la palapa donde se reciben los visitantes del cenote de Bal Mil ("Lo que está escondido", en maya), en Homún, los ojos de los llamados "Guardianes de los cenotes" siguen el sobrevuelo de un helicóptero que viaja a baja altura. Está a punto de llegar a su destino, la hacienda Chichí de los Lagos, una de las joyas de la colección de hoteles de gran lujo propiedad del banquero Roberto Hernández, una construcción remodelada para "recrear la vida de los barones del henequén", según reza la propaganda: sólo seis habitaciones, dos piscinas, caballerizas y uno de los cenotes que, dicen, es de los más hermosos de la región.

Micaela Valadez, una de las que participan en la tertulia bajo la palapa, cuenta que su padre, Marciano Valadez, un yaqui que fue traficado desde Sonora como bracero para la industria henequenera, beneficiado con el reparto de tierras durante el cardenismo, vendió ese terreno que era de su propiedad en 1996, ya viejo y empobrecido. "A mil pesos", remarca Micaela, mestiza de padre yaqui y madre maya.

Bal Mil es un proyecto turístico sencillo y barato: 35 pesos por bajar al cenote. Al final del día, para Micaela y su esposo, Doroteo Hau Kuuk, y para media docena de cenoteros como ellos, organizados en Kanaán Ts’ono’t, el negocio del turismo sustentable con entre 200 y 400 visitantes al día en temporada alta, fluye.

Esto se refleja en la economía local. Cerca de 20 ejidatarios han abierto sus cenotes. Hoy emplean a cerca de 300 jóvenes que participan en el negocio como mototaxistas o guías.

En el pueblo se han multiplicado las rosticerías, los puestos de comida, las peluquerías y tendajones y hasta un polo turístico, Santa Rosa, con palapas y cabañas para renta. Casi toda la comunidad depende de este modelo de turismo de baja intensidad.

Ése es el modelo, útil y exitoso desde su visión comunitaria, que corre peligro de ser destruido por la megagranja porcícola que pretende asentarse justo ahí, según José May, Florentino Chim Euán y otros ejidatarios que integran la organización Guardianes de los Cenotes (Kanan Ts’ono’t) y que platican a la sombra de la palapa de don Doro.

[b]Con el permiso de los 'aluxes'[/b]

En Homún y áreas vecinas, las plantaciones de henequén sobrevivieron a pequeña escala hasta los años 90. El huracán [i]Isidoro[/i] de 2002 barrió con los últimos resabios de los henequenales. "Y entonces sí, no hubo ya nada de qué vivir y conocimos el hambre".

Hau Kuuk empezó a observar el modesto auge del vecino Cuzamá. Ahí, un empresario meridano desarrolló el primer negocio de turismo de cenotes, añadiendo al atractivo los trayectos del [i]truk[/i], el trenecito jalado por mulas que durante los años de auge transportaban las pencas hacia su manufactura.

Entonces empezó a escarbar en su predio, donde él sabía que había un cenote por la presencia de un viejo álamo, que son los árboles que hunden sus raíces en las oquedades de estas cuevas y se nutren de la humedad de sus ríos subterráneos. Abrió un hueco, colocó una profunda escalera de hierro y mandó llamar a don Catín, el [i]j’men[/i] (sacerdote maya) del pueblo, para que hiciera una ceremonia ([i]hetz lum[/i]) para calmar la ira de los [i]aluxes[/i], que son los verdaderos dueños de los cenotes. Hecho lo anterior, empezó a operar como cenotero. "Al principio me dijeron: estás lunático. Luego todos me siguieron".

Homún y sus cerca de 140 formaciones conocidas (puede haber cerca de 3 mil) está ubicado justo en el llamado anillo de los cenotes, declarado Reserva Estatal Geohidrológica, clave para la recarga de los mantos acuíferos. Una mitad del anillo está en el mar y la otra es un semicírculo que va desde desde Dzilam hasta Celestún. Es parte del cráter que se formó con el choque del meteorito de Chicxulub hace aproximadamente 65 millones de años, y está punteado por millares de cavernas, grutas y cenotes que se formaron con la fractura de las rocas calcáreas de la plataforma peninsular.

La megagranja, operada por la empresa Producción Alimentaria Porcícola (PAPO), ya había funcionado en la zona entre 2017 y 2018. Los habitantes ya conocen el impacto en su vida cotidiana: contaminación de las aguas subterráneas. Los propietarios son empresarios allegados a la familia García Gamboa (dueños del conglomerado mediático peninsular Sipse). Funcionan como sitios de apareamiento para la crianza de cerdos destinados a la firma Kekén, principal exportadora de carne porcícola a América del Norte y Asia y parte del consorcio Del Monte.

[b]Llegaron los cerdos[/b]

En septiembre de 2017, sin los peritajes necesarios para asegurar el buen funcionamiento de las plantas de tratamiento de agua y a pesar de los recursos legales interpuestos por los pobladores, llegaron los cerdos. "Eran cientos de camiones con los puerquitos. Fuimos a clausurar simbólicamente las granjas. En represalia, las autoridades estatales clausuraron cinco de nuestros cenotes más activos". Hubo de todo: amenazas, policías antimotines y represión.

Esa experiencia cambió radicalmente la forma de pensarse como pueblo con derechos entre las familias que integran Kanan Ts’ono’t. "Entendimos que ya estamos fuera del sistema", señala José May. En otros tiempos él fue presidente municipal de Homún por el Partido Acción Nacional. Doroteo lo fue por el Revolucionario Institucional. "Siempre decíamos como pueblo maya: lo que diga el gobierno. Ahora sabemos que aunque tengamos la razón, el papeleo de las oficinas se maneja con puro engaño".

[b]La consulta[/b]

En su batallar contra la granja buscaron al Equipo Indignación, colectivo defensor de derechos humanos y comunitarios. El 8 de octubre de 2017 se efectuó una "autoconsulta" en el pueblo conforme al Convenio 169 de la OIT. Con participación de 20 por ciento del padrón electoral, 735 adultos se manifestaron en contra de la granja y 30 a favor.

En dos años de resistencia han apostado siempre a la batalla legal. Han metido seis amparos y ganaron uno, crucial, que les hizo pensar "que los ricos no siempre ganan, a veces también puede ganar el pueblo".

En septiembre de 2018, la jueza del cuarto distrito, Miriam Cámara Patrón, dictó una orden de suspensión definitiva contra las granjas de PAPO, a favor de una demanda que presentaron representantes legales de los niños del pueblo para proteger su derecho al agua y al medio ambiente sano. Argumentó que la planta de tratamiento "no genera certeza absoluta sobre lo idóneo de su funcionamiento", a pesar de que una manifestación de impacto ambiental, apoyada incondicionalmente por la Secretaría de Desarrollo Ambiental, sostenía lo contrario.

Hasta ahí, la balanza se inclinaba a favor de los cenotes y en contra de las granjas. Cámara Patrón resistió todo tipo de presiones y refrendó en tres ocasiones su suspensión definitiva. En agosto de este año, la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) atrajo el juicio de suspensión.

Unas semanas atrás, Cristina Muñoz visitó a los guardianes. Los guías y mototaxistas que esperan a los turistas a la orilla del camino se acercaban a la camioneta con caras de preocupación: "¿Cómo va el caso?" Ya ha llegado hasta ahí la noticia de las maniobras leguleyas que amenazan con echar para atrás sus victorias.

[b]"Una chicanada"[/b]

Los abogados del Equipo Indignación, Lourdes Medina y Jorge Fernández, denunciaron un intento de declarar a la jueza "impedida" de seguir al frente del caso y la describen como "chicanada" para evitar que la SCJN analice el fondo del expediente. Si entra un nuevo juez "a modo" y revoca la medida cautelar que hasta ahora ha permitido a los habitantes de Homún vivir un año sin la amenaza de los cerdos, se pierde la materia a juzgar por parte de la Corte.

Sin la medida cautelar que ahora los protege, la empresa PAPO puede reabrir su granja y un nuevo convoy de camiones con cerca de 50 mil puerquitos de crianza volverán a hacer el camino hacia Homún, levantando no sólo una maloliente polvareda, sino la indignación de los Guardianes de los Cenotes.


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