Texto y foto: Afp
La Jornada Maya

Ginebra, Suiza
Martes 7 de enero, 2020

¿Se puede ayudar a un detenido enfermo a suicidarse? El caso inédito en Suiza de un peligroso criminal recluido de por vida, que pretende recurrir al suicidio asistido, pone en evidencia un vacío jurídico que las autoridades quieren zanjar a principios de 2020.

Es más humano querer suicidarse que estar enterrado vivo en los próximos años, escribió Peter Vogt a la AFP. Con 69 años, este hombre con sobrepeso dice que está enfermo del corazón y sufre insuficiencia renal.

Se trata de un violador reincidente que purgó su pena hace poco más de 10 años, pero sigue internado de por vida en el establecimiento penitenciario de Bostadel, ya que sus problemas síquicos hacen de él una persona muy peligrosa. Sólo está autorizado, de manera excepcional, a salir de la cárcel acompañado por policías.

Esta vida sin futuro no es tal, afirma. Es mejor estar muerto que detrás de estos muros como si fuera yo un vegetal.

En julio de 2018, el detenido se puso en contacto con una organización de asistencia al suicidio denominada Exit Deutsche Schweiz. Le respondimos que su caso particular tenía que ser esclarecido, dijo su vicepresidente, Jürg Wiler a la AFP.

En Suiza, la práctica de la asistencia al suicidio está sujeta a los códigos de deontología médica y a organizaciones como Exit, que tiene sus propios límites (edad, enfermedad), más otros restrictivos que establece el código penal.

La ley establece que “sólo el que ‘impulsado por un móvil egoísta’ brinda asistencia al suicidio a alguien es condenable”.

Las autoridades quieren zanjar la cuestión a principios de 2020 y por ello han pedido la opinión del Centro Suizo de Competencias en Materia de Ejecución de Sanciones Penales (Cscsp).

Estos expertos estimaron en octubre que el suicidio asistido en las cárceles tendría que ser posible, bajo ciertas condiciones, conforme al derecho a la autodeterminación de los individuos.

Cualquier detenido capaz de discernir debería poder recurrir al suicidio cuando padece una enfermedad física o síquica que conlleva sufrimientos insoportables, explicó a la AFP Barbara Rohner, jurista y autora principal del informe del Cscsp

Peter Vogt quiere acabar con su existencia, ya que el deterioro de su calidad de vida no se puede soportar más. Además no puede ver a su madre, que vive en Austria y está gravemente enferma.

Según indicó al diario Blick, querría morir el próximo 13 agosto, cuando cumpla 70 años.

Entre 1974 y 1990, Vogt fue condenado por varios delitos sexuales y de violencia contra más de 10 niñas y mujeres, de 10 a 56 años, según las autoridades.

En 1996, fue condenado a 10 años de cárcel, antes de ser recluido de por vida, una medida introducida en 2004 tras una votación popular.

Peter Vogt aseguró a la AFP que conocía a otro detenido que quería recurrir al suicidio asistido. Nadie merece suicidarse solo en su celda, sin ayuda.

Exit Suisse Romande estableció como principio –si la autoridades dan su visto bueno– aceptar únicamente las solicitudes de los prisioneros que sufren enfermedades físicas graves.

Son las víctimas y sus familias las que tienen que tomar la decisión, lo que en estos hechos no es lamentablemente posible, dijo Christine Bussat, fundadora de la asociación suiza Marche Blanche.

La mayoría de juristas y criminólogos considera por su parte que es inconcebible privar a los detenidos de ayuda para suicidarse, puesto que el resto de la población tiene ese derecho.


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