Sísifo moderno

Miguel Ángel Cocom Mayén
Foto: Rodrigo Díaz Guzmán
La Jornada Maya

Viernes 17 de abril, 2020

Tener un equipo de fútbol soccer es tarea compleja, sólo para gurús financieros o sociedades mercantiles con recursos casi ilimitados, dispuestos a poner dinero sin tener muy claro cuál y cuándo será el retorno de esa inversión. Únicamente los grandes clubes, aquellos que compiten en las principales ligas del mundo, aprecian un panorama diáfano en el que la inversión está prácticamente asegurada.

En cambio, para los equipos de las divisiones de ascenso, menores o de desarrollo, el fútbol representa una aventura, antes que un negocio. Para estos idealistas, el balompié es más una narrativa épica que un proyecto comercial rentable en el mediano plazo. No obstante, aún quedan –o quedaban– algunos de esos románticos en regiones tradicionalmente inhóspitas para un balón de fútbol como Zacatecas, Sonora, Oaxaca y, por supuesto, Yucatán.

Ahora, con la ya anunciada desaparición de la Liga de Ascenso, se le cierra la puerta en las narices a miles de jóvenes mexicanos que veían en ese deporte una de las pocas posibilidades reales de movilidad social. Se le cierra la puerta a empresarias y empresarios, en su mayoría jóvenes y decididos, que le apostaban al fútbol como un nicho de negocio en mercados poco convencionales. Y, sobre todo, se le cierra la puerta, y de fea manera, a millones de aficionados que contaban con una alternativa más para apreciar y disfrutar los fines de semana. Aficionados oriundos de entidades del interior del estado que podían observar, en los partidos de liga, buenos partidos y a talentos jóvenes con la calidad para llegar a Primera División. Y también, se le cierra a puerta a seguidores que, huyendo del estrés y el ritmo vertiginoso de las grandes ciudades, encontraban en los juegos de la Copa MX la invaluable oportunidad de observar a sus equipos en su nuevo lugar de residencia.

Así, los de siempre, como siempre, tomaron las decisiones de siempre. Como cuando en la cuadra, en esos encuentros en porterías improvisadas, el dueño del balón tenía que jugar todos los partidos, aun siendo el menos hábil con los pies. Él determinaba cuándo y cómo jugar. Lo mismo sucede en la Federación Mexicana de Fútbol: los dueños del balón y de los derechos de transmisión deciden dónde y cuánto se juega.

Nunca es bueno desafiar a los dioses. En la mitología griega, Sísifo, por hacer frente a las deidades, fue condenado a empujar eternamente una roca hasta lo más alto de una montaña; sólo para que justo antes de llegar a la cima, la roca, una y otra vez, rodara hacia abajo. Una tarea inútil e irracional, para regocijo y beneplácito de los habitantes del Olimpo.

Así de absurda es la decisión de desaparecer la Liga de Ascenso y crear una liga de desarrollo, en el que los equipos estén condenados a arrastrar una y otra vez el balón a las porterías contrarias, sin la más mínima oportunidad de marcar un gol. 12 clubes castigados a sumar puntos, sólo para tener que regresar, al concluir cada torneo, al fondo de la tabla y retomar un intento de escalada del que ya sabemos que se precipitará al vacío.

Albert Camus justificó, en cierto modo, el mito de Sísifo al escribir que “La lucha de sí mismo hacia las alturas es suficiente para llenar el corazón del hombre”. Es cierto, tal vez se llena el corazón de un hombre, pero en este caso hablamos de miles de jugadores y trabajadores que, además del corazón, también tienen que preocuparse por sus bolsillos. Además de un golpe al deporte, lo que hicieron los pobladores del Olimpo futbolístico mexicano fue atentar contra la economía y el ingreso familiar, en un momento en el que la realidad nacional requiere de solidaridad y empatía.

Sin la posibilidad de ascender, también se cancela el descenso. Y hoy, en el balompié nacional se ha cancelado el cielo y el infierno. Nos queda puro llano terrenal. No existe espacio vertical para una Divina Comedia sobre una cancha de juego. La decisión es absurda, esperemos no sea trágica.

#SinAscensoNoHayDesarrollo

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Edición: Emilio Gómez