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Normando Medina Castro
Foto: Cuarroscuro
La Jornada Maya

Jueves 4 de junio, 2020

Tener opiniones contrarias es fundamental para el fortalecimiento de la democracia a la cual daña severamente la uniformidad ciega, lo mismo que la guerra sucia, la pobreza moral y la falta de argumentos.

Es altamente positivo que las mujeres y hombres que disienten del modo de pensar y de actuar del presidente Andrés Manuel López Obrador se manifiesten y den a conocer sus ideas y proyectos junto con sus críticas a lo que consideran equivocado. Preocupa cuando la oposición carece de argumentos y sólo genera odio y ofensas centralizadas en el mandatario dando lugar a un enfrentamiento, hasta ahora, afortunadamente, sólo en el terreno de las redes sociales.

El recurrente “No al socialismo”, y el rechazo al comunismo y al autoritarismo, los carteles de “Vete AMLO” no generan ni motivan un verdadero debate, sino simplemente un choque.

Resulta pueril que pequeños grupos opositores exijan que sea depuesto alguien elegido por la inmensa mayoría que aún lo respalda. “Acusar” a AMLO de llevar a México al socialismo cuando sigue los mismos mecanismos de la economía globalizada como han reconocido analistas de diversas partes del mundo, resulta contraproducente.

El socialismo en su definición simple es dar a cada quien según sus capacidades. Los modos y medios de producción son monopolio del Estado y se coartan las libertades. En México, la libertad de expresión se respeta desde el gobierno e incluso hasta los extremos de tolerar la mentira y el insulto. Nadie del gobierno obstaculizó la caravana de sus opositores. Si el gobierno de AMLO se niega a financiar medios de comunicación constituidos como empresas y no paga a periodistas, eso no significa un ataque a la libertad de expresión. Tampoco significa que sea socialista.

Hacer que los ricos paguen sus impuestos no es ser socialista. Tampoco revisar y echar para atrás contratos corruptos, ni defender la soberanía nacional y pretender la autonomía alimentaria, energética, científica y tecnológica. Que se busque reducir la desigualdad social, que no se contrate más deuda pública… no es socialismo.

Haber erradicado las condonaciones de impuestos y las empresas factureras no es socialismo; tampoco lo es impulsar obras como Santa Lucía, Dos Bocas, el Tren Maya y un largo etcétera que ha afectado los intereses y beneficios ilegales de unos cuantos. Urge una oposición con alcance de miras.

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Edición: Ana Ordaz


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