Juan Pablo Duch
Foto: Afp
La Jornada Maya

Moscú, Estados Unidos
Miércoles 1 de marzo, 2017

Un cierto desencanto en relación con las expectativas que había generado aquí la victoria de Donald Trump empieza a prevalecer en el Kremlin, que guarda un prudente silencio sobre el futuro de la relación entre Moscú y Washington, aunque no pudo ocultar su malestar tras constatar que Rusia no es prioridad para el presidente de Estados Unidos y no mereció ni un solo párrafo en su primera intervención ante los miembros del Congreso.

“No, no nos sorprendió. Él (Donald Trump) es presidente de Estados Unidos de América y por supuesto se ocupa de los asuntos estadunidenses. El presidente (Vladimir) Putin se ocupa de los asuntos rusos. Es absolutamente normal”, respondió a la prensa el vocero del Kremlin, Dimitri Peskov.

“Hemos escuchado diferentes declaraciones del presidente Trump, somos muy pacientes y esperamos el momento en que las declaraciones dejen su lugar a las acciones, lo cual nos permitirá saber hacia dónde debemos orientarnos”, dijo Peskov.

Con esas cortantes palabras el portavoz eludió hacer referencia a lo que los medios de comunicación públicos de este país han señalado hasta la saciedad desde que Trump se instaló en la Casa Blanca: la posibilidad casi “inminente” de alcanzar un “gran pacto” entre Rusia y EU, que fue pasando a segunda plano ante las señales ominosas llegadas desde Washington.

Peskov se limitó a decir que entre ambos países “hay intereses coincidentes, así como aspectos que nos separan, donde nuestros puntos de vista son diametralmente opuestos”.

Y cerró su breve valoración del discurso de Trump en la misma línea de sus comentarios a partir de que el presidente de Estados Unidos dejó de ser figura mediática en la televisión rusa, en el sentido de que hay que esperar a que formule sus propuestas.

Por ahora, los funcionarios de segundo nivel –como el viceministro de Relaciones Exteriores, Serguei Riabkov, quien ayer participó en una mesa redonda sobre el futuro de la relación bilateral– prefieren establecer una diferencia entre Trump y el Congreso respecto a Rusia. Según Riabkov, el Congreso, al querer atar de manos al Presidente, encabeza las acciones hostiles contra Rusia y pretende mantener la política de sanciones económicas.

Entretanto, menos obligados a ceñirse a la línea oficial de dejar todavía la puerta abierta a que Trump ofrezca un entendimiento equitativo con Putin, diputados y politólogos comienzan a poner en duda las buenas intenciones de Estados Unidos hacia Rusia. El optimismo anterior que exultaban va cediendo frente a los intenciones negativas de la Administración Trump, que se acumulan en demasía y que, por citar sólo las más llamativas y contrarias a los intereses del Kremlin, son:

La exigencia de que Rusia devuelva Crimea a Ucrania; la promesa estadunidense de no romper nexos con sus aliados europeos en la OTAN; el enfrentamiento con Teherán, socio de Moscú; la afirmación de que el Tratado START-III afecta los intereses de EU y de que requiere ser revisado, igual que otros instrumentos que regulan el desarme nuclear.

Asimismo, la irracional apuesta de Trump por reforzar el arsenal nuclear de EU y el anuncio de conseguir el “incremento histórico” del presupuesto militar, que ya sobrepasa los 600 mil millones de dólares, en 54 mil millones más, suma esta última que supera el gasto anual de Rusia en esa materia, para “volver a ganar guerras”.

La obsesión de Trump por lograr la supremacía mundial amenaza con involucrar a Rusia en una nueva carrera armamentista que, en estos momentos, es lo único que le falta para revertir la caída del nivel de vida de la población, por más que los voceros militares aseguren que podrán mantener el equilibro nuclear gastando doce veces menos.

Aleksei Mujin, director del Centro de Información Política, uno de los preferidos think tanks del Kremlin, está convencido de que Trump utilizó la retórica en favor de Rusia para ganar adeptos, en contrapunto a su rival, Hillary Clinton. Y ahora, a pesar de la presión del establishment estadunidense, tratará de normalizar relaciones con Rusia. Pero, agrega Mujin, “esas relaciones procurará venderlas lo más caro posible. La pregunta es hasta qué punto está dispuesto el Kremlin a hacer concesiones”.

Varios días después, en sintonía con la reflexión de Mujin, Thomas E. Graham, el director ejecutivo de la consultoría Kissinger Associates, una de los candidatos que más se mencionan como próximo embajador de EU en Rusia, declaró este miércoles a un diario ruso:

“Me parece contraproducente hablar en estos momentos de un gran pacto (entre EU y Rusia). Desde que concluyó la Guerra Fría hubo varios intentos de ‘reiniciar’ la relación bilateral que fracasaron no tanto por las divergencias, sino por las exageradas expectativas que despertaron, para mutua decepción. (…) Para que ahora pudiera tener éxito un acercamiento, Rusia tendría que hacer una propuesta de fondo, una suerte de quid pro quo, sobre todo para resolver la crisis de Ucrania”.


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