Este 29 de junio se celebran los 122 años del nacimiento del escritor francés Antoine de Saint-Exupéry, aviador, escritor y autor de El Principito una obra que interpela a la humanidad desde la mirada de un niño.

Un 29 de junio de 1900 nacía en Lyon, Francia, Antoine de Saint-Exupéry, un hombre que en 44 años de vida se destacó como aviador, periodista y escritor. Con su aeronave atravesó el mundo y luchó contra la ocupación nazi, con su pluma relató los más tristes episodios de la humanidad, como la Guerra Civil española, en una serie de trabajos titulados España ensangrentada y gracias a sus habilidades literarias escribió varios libros a través de los cuales reflexionó sobre la humanidad.

Su obra más célebre fue El Principito, el libro en lengua francesa más leído, vendido y traducido en el mundo y en el que cuestiona la mirada condicionada que tienen los adultos sobre la vida y las relaciones humanas.

En poco más de cien páginas, Saint-Exupéry relata la historia de un aviador que se pierde en el desierto del Sahara después de un aterrizaje forzoso, tal como lo vivió él en diciembre de 1935, y en donde conoce a un pequeño príncipe que viene de un planeta lejano y cuya mayor riqueza es tener tres volcanes y una rosa.

En este libro Saint-Exupéry reflexiona sobre las enseñanzas que acumula su protagonista tras viajar por siete planetas. Es un niño el que le enseña a los mayores que juzgar a los demás es más fácil que juzgarse a uno mismo, que no tiene sentido pasar la vida esperando la admiración de otros, que la acumulación de bienes no siempre garantiza riqueza, que lo que hace importante a tu rosa es el tiempo que le has dedicado, que "lo esencial es invisible a los ojos", que "tener un amigo es un verdadero privilegio", que quienes dejan de disfrutar del olor de una flor, contemplar la belleza de una estrella o dejan de amar, se convierten en hombres serios que poco a poco van dejando su esencia de humanidad y que la muerte no es más que el abandono de una vieja corteza porque el alma puede habitar en las estrellas. Es ese pequeño de cabellos dorados quien insta a los adultos a juzgar a las personas "por sus actos y no por sus palabras" y que son los niños los que deben ser condescendientes con los adultos y no al revés.

Antoine de Saint-Exupéry nunca pudo gozar del reconocimiento mundial por su libro porque murió un año y tres meses después de su publicación, justo cuando planeaba su aeronave intentando recoger información de inteligencia para el Gobierno francés sobre las tropas alemanas.

Pero hoy, a 122 años de su nacimiento, y 76 años después de su muerte, el mundo aplaude y reconoce el legado de ese hombre que amaba estar en las nubes, porque fue él uno de los que logró darle a los niños su justo lugar, que intentó comprender la condición humana, que se opuso siempre a la guerra porque la consideraba "una enfermedad, como el tifus" y porque estaba convencido que "si queremos un mundo de paz y de justicia hay que poner decididamente la inteligencia al servicio del amor".

Edición: Emilio Gómez


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