Cal Conley, de los Bravos de Atlanta, pensó que había ganado recién el juego, al recibir un boleto con las bases llenas. Dio unos pasos a la inicial, con el bate aún en la mano, cuando el ompáyer John Libka cantó el tercer straic.
El juego terminó. Conley pensaba aparentemente que se le había otorgado de manera automática la cuarta bola por una infracción del pítcher.
“¿Yo?”, preguntó después, tan incrédulo como sus compañeros. Los aficionados abuchearon lo ocurrido.
Bienvenidos a 2023, el año en que las nuevas reglas diseñadas para agilizar el ritmo del beisbol obligan a todos a aprender sus implicaciones a marchas forzadas, particularmente en el caso de los peloteros.
El momento más dramático de la nueva era del reloj de pitcheo llegó en el primer día con calendario completo en la pretemporada, y en una situación decisiva. Conley, frente al relevista Robert Kwiatkowski, de los Medias Rojas de Boston, no estaba listo en la caja de bateo cuando el reloj llegó a ocho segundos. Esa infracción se sanciona con un straic automático, lo que llevó a que el encuentro en North Port, Florida, terminara empatado 6-6. Kwiatkowski se acreditó así el ponche después de lanzar sólo dos “strikes” reales.
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