Dpa
Foto: Wikipedia
La Jornada

Bonn/París.
25 de junio, 2015

El cónclave anual del Comité de Patrimonio Mundial de la Unesco, que comienza el domingo en la ciudad alemana de Bonn, se verá profundamente marcado por la destrucción del patrimonio cultural de Palmira y otros importantes sitios históricos en Siria e Irak.

En una entrevista con Dpa, la directora general de la Unesco, Irina Bokova, habla de las posibilidades de intervención de esta organización de Naciones Unidas y argumenta para qué sirve en una situación así el título de Patrimonio Mundial.

-Los seis sitios declarados Patrimonio Mundial de la Humanidad en Siria se encuentran actualmente en la lista roja ante el riesgo de que puedan ser destruidos. ¿No demuestra esto que el estatus de Patrimonio Mundial de la Humanidad no sirve de mucho a la hora de afrontar una situación grave?

-No. Por ejemplo, en marzo de 2014 la Unesco creó un proyecto financiado por la Unión Europea para preservar la herencia cultural siria, valorar los daños y combatir el contrabando de tesoros culturales. En Irak hay intervenciones similares, con el apoyo de Japón.

-Pero, concretamente, ¿de qué le sirve en estos momentos a Palmira su estatus de Patrimonio Mundial de la Humanidad?

-La situación en Palmira es trágica. Grupos extremistas han cercado el sitio con explosivos y declarado que su objetivo es destruir las estatuas, y quizá más restos arqueológicos. El Comité de Patrimonio Mundial de la Unesco tiene un acceso muy detallado a lo que está ocurriendo gracias a las imágenes vía satélite. Como sabe, la Unesco no tiene Ejército, por lo que no podemos intervenir in situ. Pero estamos tratando de garantizar que en lo posible, ningún tesoro cultural pueda salir ilegalmente del país. El Consejo de Seguridad (de la ONU) aprobó la resolución 2199 que prohíbe el comercio de bienes culturales procedentes de Siria e Irak. Es cierto que un texto jurídico jamás será tan rápido como el disparo de un cohete, pero eso no es motivo para infravalorar las leyes.

-¿El Comité de Patrimonio Mundial de la Unesco abordará en su inminente reunión anual la destrucción del patrimonio cultural por parte del Estado Islámico?

-Sí. El Comité de Patrimonio Mundial tomará una decisión sobre todos los sitios dañados en relación con los conflictos en Cercano Oriente, y hablaremos en especial sobre el patrimonio cultural en Irak y Siria. Esto se enmarca en una resolución que recientemente fue admitida por la Asamblea General de Naciones Unidas a petición de Alemania e Irak y que supone un giro respecto a la movilización internacional. Creo que todos debemos trasladar esa energía y esa disposición a Bonn para que se conviertan en iniciativas.

-Pero, ¿la triste realidad no es que, en la práctica, no pueden hacer mucho y sólo una intervención militar salvaría este patrimonio?

-La historia reciente nos ha mostrado cuáles son los límites de la fuerza militar a la hora de combatir este tipo de crisis. Esta es también una lucha por los corazones y los cerebros de las personas. No podemos vencer el extremismo sólo con armas.

-Si el mundo no es capaz de preservar un sitio como Palmira de la destrucción, ¿tiene sentido reunirse en Bonn y hablar de otros lugares que no pueden equipararse al patrimonio de Siria e Irak?

-Ni es posible ni productivo comparar un Patrimonio de la Humanidad con otro. Cada sitio es único y significativo, y nuestro deber es preservar esa herencia en beneficio de las generaciones futuras, desde las ruinas del Macchu Picchu en Perú a la Gran Barrera de Coral, el Parque Nacional de Virunga o la catedral de Colonia.

-Al menos, se hablará de Palmira. Pero, ¿no sería más importante rescatar a las personas que viven en esa región? ¿Puede ser que actualmente nos estemos centrando demasiado en el patrimonio cultural?

-Ese es justamente el pensamiento perverso al que quieren forzarnos los extremistas. Está claro que la máxima prioridad ha de ser proteger la vida humana. Pero permítame recordar que los extremistas no distinguen entre vidas humanas y patrimonio cultural: atacan ambos en una estrategia global de limpieza cultural con el objetivo de eliminar cualquier forma de diversidad cultural y pensamiento libre.

Nuestra herencia cultural defiende valores como la identidad y la pertenencia. Y eso es una de las fuentes de la resistencia. Los señores de la guerra lo saben, por eso apuestan por la destrucción de la cultura como método de guerra para dividir a las sociedades y lograr la mayor atención mediática posible. Lo hemos visto en Afganistán, en Mali y ahora en Irak y en Siria, donde por motivos religiosos y culturales grupos extremistas tienen como objetivo intentar borrar todas las huellas de la historia en una región que es una de las cunas de la civilización humana.


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