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Foto: Xinhua
La Jornada

Gaza.
6 de julio, 2015

Donde una vez hubo combates, hoy sólo queda el silencio, que se extiende sobre las ruinas de los edificios de viviendas y a lo largo de las calles bombardeadas. El barrio de Shejaiya, en la franja de Gaza, cercano a la frontera con Israel, sigue siendo un retrato vivo de la destrucción.

Decenas de miles de palestinos vivían allí en el momento que comenzó todo, el 8 de julio del año pasado. Tras lanzar ataques aéreos, Israel envió tropas terrestres en busca de quienes disparaban cohetes contra su territorio, y de túneles que pudieran servir para atacar su país. Y lanzó entonces su fuego aéreo, sus tanques y su artillería para proteger a las tropas sobre el terreno.

Según el balance de la Organización de Naciones Unidas (ONU) de las siete semanas de guerra, el resultado fueron 2 mil 251 palestinos muertos, incluyendo 229 mujeres y 551 niños, frente a seis civiles y 67 soldados israelíes, siendo el enfrentamiento más sangriento en Gaza desde que Israel ocupó el enclave en 1967.

Pero en ningún otro lugar los combates fueron tan crudos y sangrientos como en Shejaiya. Israel advirtió a sus habitantes que abandonaran las áreas fronterizas antes de la entrada de las tropas terrestres, pero muchos optaron por no abandonar sus viviendas o no pudieron marcharse.

El barrio quedó casi destruido en su totalidad y se ha hecho poco para reconstruirlo. La mayoría de viviendas siguen inhabitables, pero eso no significa que nadie viva en su interior.

Saleh Abu Aser permanece sentado sobre el montón de escombros que una vez fue su salón. "El mundo nos ha olvidado. La comunidad internacional. Israel. Fatah. Hamas. Todos ellos", dice en referencia a los dos principales partidos palestinos.

Abu Aser fue testigo de los bombardeos israelíes mientras permanecía en una colina no lejos del barrio, junto a su mujer y sus cinco hijos. "En ese momento aún no comprendía lo malo que sería", cuenta el hombre de 30 años. "Pensaba que sólo si sobrevivíamos, todo estaría bien".

Durante el primer alto el fuego fue a su vivienda para buscar ropa y documentos para sus hijos. Pero cuando llegó, apenas quedaba nada en pie. Hasta el final de la guerra de 50 días la familia alquiló un apartamento de dos habitaciones en Jabaliya, al norte de la ciudad de Gaza. Pero se quedaron sin dinero, y entonces tuvieron que volver al barrio destruido.

Abu Aser reparó algunos muros y puso un tejado sobre ellos, creando así dos habitaciones. Duermen sobre colchones en el suelo. "No estoy pidiendo demasiado", dice. "Sólo que mi casa sea reconstruida".

Unas 85 mil familias palestinas recibieron su parte de material de construcción para arreglar sus viviendas parcialmente dañadas con asistencia de la ONU. Pero la reconstrucción de más de 18 mil viviendas que quedaron totalmente destruidas o sufrieron daños graves no ha comenzado aún, reconoce Naciones Unidas.

Una de las razones es que sólo un tercio de los 5 mil 400 millones de dólares prometidos por los donantes internacionales ha sido de verdad transferido al organismo que supervisa la reconstrucción.

Israel asegura que permite acceso ilimitado a materiales de construcción, pero sólo para la reconstrucción que supervisa la Autoridad Nacional Palestina encabezada por el presidente Mahmoud Abbas, basado en Cisjordania, y la ONU.

Pero los engranajes burocráticos giran lentamente, entre otras cosas porque Abbas no está sobre el terreno en Gaza, donde gobierna el movimiento islamita Hamas.

Mientras que reparar daños menores es relativamente fácil, para levantar bloques enteros es necesario retirar primero los escombros. Y la ONU reconoce que hasta el momento ha logrado retirar poco más que un tercio de las en torno a un millón de toneladas que dejó la guerra.

Además, algunos de quienes reciben porciones de cemento de la ONU prefieren venderlo en el mercado negro a cambio de un poco de dinero para poder sobrevivir.

Hamas no oculta que tiene otros planes para ese cemento. "¡Juro que lo utilizaremos para los túneles!", dice Mahmud Zahar, miembro fundador del grupo. Se refiere a los túneles de ataque que constituyen precisamente el motivo por el que Israel insiste en controlar al detalle todo el cemento que entra a Gaza.

Al ser preguntado si cree posible una solución pragmática, como una tregua de largo alcance con Israel, el seguidor de la línea dura de Hamas responde: "Pragmático significa ridículo".

Habla desde su nueva casa en Gaza, destruida durante los bombardeos israelíes, pero ya reconstruida, mientras los trabajadores colocan resplandecientes baldosas en el patio.

De forma muy distinta, Saleh Abu Aser sigue viviendo en las ruinas de Shejaiya. "¿Qué hemos logrado de luchar contra Israel?", se pregunta. "Tenemos que hacer la paz. No tenemos otra elección".

Pese a un alto el fuego oficial que rige desde entonces, milicianos palestinos volvieron a lanzar ocasionalmente cohetes contra el sur de Israel en las últimas semanas, lo que ha sido respondido por Israel con algunos ataques aéreos. Exactamente lo que ocurrió antes de la guerra en Gaza.


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