Texto y foto: Luca Pistone
La Jornada Maya

Omar Qamshi, Kurdistán iraquí
Domingo 18 de diciembre, 2016

Desde lejos sólo son pequeñas manchas que se mueven. Después, cuando se vislumbra la bandera blanca, uno se da cuenta de que son grupos de civiles que huyen de Mosul. Hombres, mujeres y niños conmocionados por el cansancio, las carencias y el miedo.

Para algunos de ellos la salvación la representa Omar Qamshi, un pequeño pueblo que está en la frontera entre Irak y la región autónoma del Kurdistán. Aquí los civiles son rescatados por la Free Burma Rangers, una organización humanitaria especial dirigida por un exintegrante de las fuerzas especiales de Estados Unidos.

Ya son 60 mil las personas que han huido de Mosul y llevan consigo una sola carga: los terribles recuerdos que el Estado Islámico ha impreso durante dos años en sus cuerpos y sus mentes. Los que acceden a explicar lo que han sufrido lo hacen después de muchas vacilaciones y por sólo una razón: esperan que no vuelva a suceder.

"Hacía al menos 13 días que estábamos intentando huir -dice Mustafa, rodeado por su esposa y sus cinco hijos-. Huimos bajo un bombardeo muy intenso”.

“Los del Estado Islámico nos habían dicho que saliésemos de casa en cinco minutos; de lo contrario, nos utilizarían como escudos humanos y nos pondrían en la primera línea de los combates. Así, tan pronto como fue posible huimos y vinimos aquí", recuerda.

A pocos metros de distancia, Sulayman, de sólo 20 años, muestra la herida que le provocó en el hombro un tiro con Kalashnikov hace dos días.

“Sucedió todo muy rápido -dice el muchacho-. ¿El por qué? Simple: sólo estaba tratando de escapar de ese infierno en el que se ha convertido Mosul. Estoy a salvo gracias a Dios, se ve que todavía no me había llegado la hora".

En Mosul, la segunda ciudad más grande de Irak y desde 2014 bajo control del Estado Islámico, se combate sin tregua.

Yihadistas contra el ejército iraquí. Los que huyen lo hacen de los modos más desesperados. A pie, en carros tirados por burros, a bordo de coches que sobrevivieron a los bombardeos.

Muchos residentes de los distritos del noreste de Mosul buscan la salvación en Omar Qamshi, un pueblo kurdo en la frontera entre Irán y el Kurdistán que está a unos 20 kilómetros de la que se considera la capital iraquí del Estado Islámico.

Desde el inicio de la ofensiva en Mosul y sus alrededores, el ejército central iraquí y los peshmerga (el ejército del Kurdistán, que literalmente significa “el que se enfrenta a la muerte”) que en la época de Saddam Hussein eran enemigos acérrimos, se han dividido los territorios.

Corresponde a los iraquíes el objetivo mediáticamente más relevante, es decir, la liberación de Mosul.

Pero entre las dos fuerzas aliadas, sigue habiendo desconfianza, asegura Younes, que es peshmerga desde hace 16 años.

"Cuando los civiles que huyen topan con los militares iraquíes, estos los aterrorizan. Se les dice que si llegan a los puestos de control de los peshmerga, como este de Omar Qamshi, corren el riesgo de ser víctimas de nuestras balas, porque los kurdos no miramos a nadie a la cara y disparamos al azar. Obviamente, esto no es verdad", señala.

"Pero los civiles se ven obligados a abandonar Mosul. Así, cada día se verifica la misma escena: una familia llega aquí, se da cuenta de que no tiene nada que temer y contacta por teléfono a las que siguen en Mosul para asegurarles que pueden venir con seguridad", agrega.

Vistos desde lejos, los civiles que huyen parecen pequeñas manchas de color moviéndose lentamente. Sólo al distinguir, ondeante, la bandera blanca, que no puede faltar, se intuye que son los recién llegados.

Los peshmerga siguen siempre el mismo procedimiento: las mujeres y los niños por un lado, los hombres por otro.

"Especialmente entre los hombres podrían ocultarse infiltrados de Daesh (el acrónimo árabe del Estado Islámico) -precisa Younes-. Por esta razón hacemos registros siempre muy meticulosos”.

“Hace dos días llegó un grupo de cuatro personas que sospechábamos que eran infiltrados. Uno de ellos huyó de nuevo hacia Mosul, mientras que a los otros tres los detuvimos", dice.

Es tarea de los peshmerga reunir a los civiles y transportarlos a los campos establecidos para los desplazados en el Kurdistán.

Desde hace casi dos años los peshmerga mantienen una estrecha cooperación con los Free Burma Rangers, una organización que actualmente realiza una primera asistencia médica a los civiles que llegan a Omar Qamshi.

El fundador y líder del grupo es David Eubank, un exmiembro de las fuerzas especiales del ejército de los Estados Unidos, cuyo trabajo, dice, viene motivado por las palabras de Jesucristo de los versículos 4:18-19 del Evangelio según san Lucas.

"El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido para anunciar el Evangelio a los pobres. Me ha enviado para curar a los que tienen el corazón roto, para proclamar libertad a los cautivos, y la recuperación de la vista a los ciegos; para poner en libertad a los oprimidos; para proclamar el año favorable del Señor”, reza.

"Somos gente de diferentes credos, razas y etnias -explica Eubank-. Somos musulmanes, budistas, cristianos, no creyentes. Todo el mundo es bienvenido en nuestra organización. Entramos en zonas de combate y proporcionamos protección”.

“Comenzamos a trabajar en 1993 en Myanmar cuando una etnia minoritaria perseguida hizo un llamamiento para pedir ayuda, y mi esposa y respondimos. Acabábamos de casarnos y nos fuimos a Myanmar. Empezamos a ayudar a las personas involucradas en los combates proporcionándoles atención médica, dándoles amor y rezando por ellos”, rememora.

Al cabo de poco otras personas de etnia Karen, Kachin y Shan comenzaron a unirse a nosotros apoyando nuestra causa. Y así en 1997 acuñamos el nombre de Free Burma Rangers, recuerda Eubank.

Los Free Burma Rangers están bien estructurados. En Myanmar hay activos 70 equipos de rescate, cada uno compuesto por cinco personas: un jefe de equipo, un médico, un psicólogo infantil, un videomaker y un fotógrafo.

Presente en el Kurdistán desde hace casi dos años, poco después del inicio de la violencia ejercida por el Estado Islámico, el grupo despliega sobre el territorio entre ocho y 20 guardabosques (rangers).

Cada año, los Free Burma Rangers disponen de un presupuesto de alrededor de un millón de dólares, resultado de donaciones privadas e iglesias de los Estados Unidos y europeas.

Ante la pregunta de por qué casi todos sus guardas van armados, Eubank responde: "Tenemos tres reglas. Primera regla: estar en la parte correcta. Segunda regla: hay que hacerlo por amor, no pagamos a los voluntarios. Tercera regla: si todos están huyendo y alguna familia se queda atrás y el enemigo está disparando, hay que permanecer con ellos”.

“Si tienes un arma o no, no importa: tienes que quedarte. No puedes y no debes atacar al enemigo, pero si este te ataca a ti o a las personas que te importan, depende de ti la decisión de luchar o no. Pero nunca se puede dejar a nadie atrás. Nunca. Operamos en zonas de guerra, debemos tener la posibilidad de protegernos", enfatiza.


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