David Brooks
Foto: Ap
La Jornada Maya

Nueva York
2 de marzo, 2016

Donald Trump y Hillary Clinton fueron los triunfadores en la mayoría de las contiendas internas de ambos partidos nacionales realizadas en 11 estados (más Alaska sólo para los republicanos) en este supermartes, lo cual marcó una derrota para la cúpula republicana, mientras el socialista democrático mantuvo viva su insurgencia ante la cúpula demócrata con victorias en cuatro estados.

Este supermartes se llevó a cabo el número más grande de contiendas donde estuvieron en juego más delegados (aproximadamente una cuarta parte del total) que en cualquier otra fecha de este proceso electoral, por lo que se considera la primera prueba nacional para los precandidatos de ambos partidos.

Trump ganó en siete estados las contiendas republicanas, a excepción de Texas y Oklahoma, donde ganó el senador Ted Cruz, y de Minnesota, donde ganó Marco Rubio.

Clinton dominó en los estados sureños de Georgia, Virginia, Tenesi, Arkansas, Alabama y Texas, así como en Massachusetts. Sanders, su contrincante, ganó en su estado, Vermont, así como en Colorado, Minnesota y Oklahoma,

El semifascista, populista de derecha, racista, fanático –entre otros calificativos que se emplean para el precandidato insurgente republicano Trump– demostró su cada vez más amplio apoyo entre las filas de su partido, desde los evangélicos conservadores del sur hasta sectores más moderados en el noreste y el centro, al igual que en el suroeste.

Ante esto, se intensificó la alarma no sólo entre la cúpula republicana que enfrenta tal vez una crisis en su partido con el surgimiento de Trump, sino entre diversos sectores de la élite política y social, centristas y liberales, los medios y ni hablar de los inmigrantes.

Trump sigue generando controversia y pavor, pero eso parece alimentar su campaña: en un acto en Virginia, le preguntó a una latina que protestaba ¿eres de México? en tono de intimidación, mientras retomaba su posición de que expulsará a ilegales y construirá el famoso muro en la frontera con Mexico; titubeó en repudiar el respaldo del ex líder del Ku Klux Klan y otros grupos supremacistas y antimigrantes; retuiteó una cita de Mussolini –es mejor vivir un día como león que cien años como oveja– aparentemente sin saber quién era el autor, pero al enterarse dijo que no le importaba porque la frase era muy buena; agentes del Servicio Secreto tumbaron al piso a un fotógrafo de la revista Time que se había atrevido a salirse unos centímetros del corral que impone Trump para la prensa en todos sus actos; se siguen reportando incidentes donde blancos gritan su nombre y corean construye un muro en partidos deportivos y otros actos masivos para intimidar a latinos.

El Washington Post imploró en un editorial que los votantes no le den legitimidad al asalto a la democracia de Trump, y recordó que Adolf Hitler logró imponer su autoritarismo a través de las urnas. Argumenta que aun si no llega al poder, su campaña daña los valores democráticos y afirma: pensamos que los estadunidenses merecen algo mejor que eso, y que son mejor que eso.

Algunos republicanos ya declaran que no podrán votar por Trump si resulta ser el candidato. Stuart Stevens, reconocido asesor electoral republicano, quien trabajó en la campaña de Mitt Romney en la última elección, comentó: “ya es obvio que apoyar o no apoyar a Trump ya no es una decisión política. Es una decisión moral… Apoyar a Trump es apoyar el odio y el racismo que encarna”.

Los otros cuatro precandidatos republicanos fragmentaron entre sí el resto del voto de sus bases, pero para los senadores Marco Rubio (el favorito por ahora de la cúpula republicana) y Ted Cruz, todo se trataba de ganar por lo menos un estado, algo que logró Rubio en Minnesota, su primero en lo que va de este año, mientras Cruz ganó en Texas, su estado, y en Oklahoma.

Pero al continuar los dos, señalan estrategas, siguen dividiendo el voto anti Trump dentro de su partido. Por ello, ambos intercambiaron mensajes retóricos esta noche invitando a que el otro se dé por vencido para poder frenar a Trump. Obviamente ninguno de los dos aceptó la invitación del otro.

John Kasich espera permanecer para ver si gana en Ohio, su estado, y aún puede presentarse como una alternativa más centrista. Ben Carson continúa sin ganar nada y nadie sabe –tal vez ni él– por qué sigue en esta contienda.

Los demócratas

Clinton arrasó en el sur, como se esperaba, con el apoyo vital de las bases afroestadunidenses, además de un triunfo cerrado en Massachusetts, y desde esta noche su estrategia es promover la imagen de que es inevitable que sea la candidata presidencial demócrata y girar el enfoque de su campaña en contra de los republicanos.

Pero aunque amplio, y por mucho, su margen en delegados ganados en estos concursos, aún es demasiado temprano para declarar victoria sobre su contrincante Sanders.

Esta mañana la campaña de Sanders anunció que sólo en el mes de febrero recaudó más de 42 millones de dólares provenientes de 1.4 millones de contribuyentes que donan en promedio 30 dólares cada uno. Eso contrasta con todos los otros precandidatos, incluida Clinton, que dependen de grandes donantes ricos. Si Sanders mantiene este tipo de apoyo financiero es garantía de que podrá continuar en la batalla, posiblemente hasta el final, algo que ha dicho que hará.

Para Clinton y la cúpula demócrata esto es una pesadilla, ya que no pueden descartar que la ola de apoyo a Sanders siga creciendo como hasta ahora, y que llegue a la recta final tal vez con muchos menos delegados, pero con mucho más apoyo y entusiasmo, y que aún podría ofrecer más sorpresas a la ahora incómoda reina del partido. Más aún, no cesa la especulación de que podría desatarse algún escándalo u otro problema que podría dañar y hasta descarrilar la campaña de Clinton.

Pero tal vez lo más curioso de esta coyuntura es que mientras casi todos dentro y fuera de Estados Unidos se han enfocado cada vez más en el fenómeno de Trump –con justa razón–, también hay otro fenómeno tal vez igual de importante: un enorme universo de estadunidenses que ahora dicen que son socialistas o que ven el socialismo de manera favorable.

El veterano periodista y comentarista Harold Meyerson escribe en The Guardian que aunque Sanders ha generado más atención a la palabra, no se limita a sus seguidores. Señala que en una encuesta del New York Times, en noviembre del año pasado, 56 por ciento de demócratas afirmaban tener una opinión favorable del socialismo; una encuesta de Pew en 2011 reveló que 49 por ciento de estadunidenses de menos de 30 años de edad veían de manera favorable al socialismo, mientras sólo 47 por ciento decían lo mismo del capitalismo. Y en Carolina del Sur, en un sondeo de Bloomberg News de electores demócratas, 39 por ciento se identificaban como socialistas (lo que implica que no son necesariamente seguidores de Sanders, sino también de Clinton).

Ahora proceden las contiendas en otros 19 estados, que se realizarán en las próximas dos semanas, y entre los claves están Michigan, Florida, Illinois y Ohio.


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