Diana Manzo
La Jornada Maya

Juchitán, Oaxaca
Jueves 31 de octubre, 2019

La celebración de Día de Muertos en Juchitán y otros pueblos zapotecas del Istmo de Tehuantepec, como Unión Hidalgo, San Blas Atempa y Xadani, que algunos llaman “Xandu’ o Biguie’”, continúa viva en medio del proceso de reconstrucción de viviendas que fueron afectadas por los sismos de 2017.

A diferencia de otros pueblos que celebran esta tradición el 1 y 2 de noviembre, los zapotecas lo hacen el 30 y 31 de octubre en sus hogares donde se realizan altares que van de siete a nueve pisos y también el “‘Beedxe’” que consiste en un retablo de madera que en el centro tiene una cruz que resalta los cuatro puntos cardinales y otro punto en el centro y es dedicado al jaguar, animal que para los zapotecos es sagrado que acompaña a las almas al momento de regresar a la tierra, durante la celebración.

Aún con su vivienda en “obra negra” porque se encuentra en plena reconstrucción por el terremoto del 7 de septiembre de hace dos años, la familia de “Mechu Huinni”, músico juchiteco llamado Juan Carlos Ruiz Toledo, le dedicaron una ofrenda tipo altar en la que colocaron alimentos que al finado le gustaba así como sus bebidas favoritas, sin olvidar las flores y velas.

Entre flores de muerto (cempasúchil y guinda), velas, tamales, panes, incienso de copal y rosarios que se realizan nueve días antes; cada familia realiza un gasto de aproximadamente 10 y 15 mil pesos para elaborar sus ofrendas dedicadas a sus difuntos.

Manuel Ruiz Toledo, hermano de “Mechu Huinni” explicó que conservar una tradición que heredó de su abuela y de sus padres se invierte mucho dinero, pero se adapta a la economía, por ejemplo en esta ocasión tuvieron que reciclar velas y la ayuda solidaria de sus vecinos, llegó.

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“Entre reciclando velas y también con el apoyo solidario de vecinos pudimos terminar la ofrenda de mi hermano, los tamales costaron aproximadamente dos mil 500 pesos; los rosarios unos tres mil pesos, flores alrededor de mil 500 pesos, las frutas dos mil pesos, además de otros gastos como renta de utensilios de comida y sin olvidar la bebida, que es el mezcal y chocolate”.

Natividad Toledo Santiago, mamá de Juan Carlos Ruiz Toledo explicó que ella aún no recibe el apoyo para la reconstrucción de su vivienda, y que lo que hasta ahora lleva, y que esta en obra negra, ha sido por sus propios medios, por lo que está esperando el recurso que prometió el gobierno tanto federal como estatal correspondiente al segundo censo.

“Cuando mi hijo falleció no teníamos mucho dinero, pero la tradición es tradición, entonces decidimos vender algunas cosas de valor y comenzar a construir la casa, porque lamentablemente a nosotros no nos tocó dinero, estamos esperando el famoso segundo censo, pero no sabemos para cuando, mi hijo tenía que tener una ofrenda digna”, añadió.

En Juchitán, según datos de la Comisión Estatal de Vivienda se cuenta con un padrón de cinco mil damnificados que corresponden a los sismos del 19 y 23 de septiembre de 2017, y también del de 6.1 grados ocurrido en febrero de 2018.

[b]La celebración[/b]

El cronista juchiteco, Tomas Chiñas Santiago, narró que esta celebración es la alegría de los vivos de volver a ver a sus muertos, aquellos que ya partieron al cielo y a su regreso le dedican ofrendas.

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“A la llegada de los españoles a Juchitán, se da una fusión de dos culturas; sin embargo, los Binigulasa (auténticos zapotecos) no acataron los días de celebración impuesta por los conquistadores que son el 1 y 2 de noviembre, ellos mantuvieron las fechas 30 y 31 de octubre”.

Abundó que el Biguie´ o Beedxe’ , va más allá de las tradiciones del día de muertos, es la esencia de recibir a un familiar en tu casa, convivir con ellos durante varios días y consentirlos con su comida favorita.

El 30 y 31 de octubre, los familiares hombres y mujeres visitan la casa del difunto, los hombres comienzan a arreglar el altar o el beedxe’; por su parte las mujeres preparan tamales de hoja de plátano, pollo y mole negro”.

“Aquí se privilegia el tequio, y eso ayuda mucho económicamente, los vecinos y amigos llegan y ayudan para elaborar tamales, adornar el altar, algunos traen flores y frutas y así el gasto va siendo menos porque esta tradición es cara pero se conserva”.

A media mañana, las mujeres salen a visitar las ofrendas, llevan flores de cempasúchil, dan su apoyo económico (limosna) y una veladora, a cambio reciben dos tamales y un pan; mientras tanto los hombres también aportan su contribución económica, los invitan a cenar y permanecen en el velorio.

La música es imprescindible, no puede faltar en este tipo de celebraciones y se cantan o interpretan canciones preferidas del difunto.

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El 3 de noviembre a partir de las tres o cuatro de la tarde, el altar o biguie´, se levanta después de realizar un rosario, porque según cuentan los zapotecas, es a que esta hora en que las almas retornan a su lugar de origen. Las frutas y los alimentos se comparten con los amigos y familiares como muestra de agradecimiento por su acompañamiento.


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