Laura Poy Solano
Foto: José Carlo González
La Jornada Maya

Ciudad de México
Lunes 21 de octubre, 2019

A 35 años de su creación, el Sistema Nacional de Investigadores (SNI) arrastra múltiples retos. Científicos y autoridades del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt) coinciden en la necesidad de una revisión crítica de sus logros, pero también de sus desafíos.

Entre ellos, las distorsiones generadas por un sistema de estímulos que privilegió resultados cuantitativos en detrimento de factores cualitativos. Se creó la puntitis, donde lo que importaba era cuántos artículos, cuántas citas se tenía como investigador, antes que considerar la calidad de lo publicado y su impacto real, afirmó Mario de Leo Winkler, director general del SNI.

Con 30 mil 548 miembros, de los cuales 30 por ciento son mujeres, el sistema, reconoce, enfrenta problemas como la subrepresentación de científicas; la generación de endogamias y hegemonías en las comisiones dictaminadoras, que por décadas, sostuvo, operaron en la opacidad, pues sus lineamientos para evaluar a los futuros candidatos al SNI o a quienes solicitaban su ascenso al nivel I, II y III, no fueron públicos por 34 años; es decir, funcionaron como una cajita oscura que sacaba resultados.

Pero las voces que disienten en la comunidad científica no son pocas. Desde distintos campos y especialidades, preocupa que exista la tentación de desaparecer al sistema en un contexto de austeridad administrativa, lo que ha generado, aseguran, una enorme incertidumbre sobre lo que va a ocurrir.

De Leo admite que una de las principales demandas de las comunidades científicas es la búsqueda de diálogo y discusión sobre el futuro del sistema, el cual, considera, tuvo aciertos y errores pero, enfatiza, lo que escuchamos es que se siente que el modelo está agotado.

En entrevista, recomienda que lo primero que tenemos que hacer es dialogar con la comunidad de investigadores para que juntos podamos pensar en cierta solución. Para ello, afirma, se convocó a seis foros regionales de discusión a especialistas y académicos.

No obstante, reconoce que en la función pública hay muchos factores donde no siempre es factible la consulta abierta, pero en la medida de lo posible hay que hacerlo y tener una retroalimentación con la comunidad científica, y que esto se vea reflejado en el reglamento (del SNI). El primer paso es hablarnos, comunicarnos y plasmarlo, en la medida de lo posible.

[b]Diálogo real, no ficticio[/b]

Al respecto, Imanol Ordika Sacristán, director general de Evaluación Institucional de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y nivel III del SNI, destaca que la demanda de las comunidades científicas es un diálogo que no sea ficción, sino una discusión donde exista una verdadera representación de las comunidades, y no se caiga en consultas populares de tipo príista.

Recordó que en sus orígenes, el SNI fue una salida que se impuso a la comunidad científica desde fuera por un reducido grupo de académicos que se convirtieron en funcionarios y pusieron en operación, sin consulta y sin diálogo, un sistema como el SNI, situación que no puede repetirse, con una iniciativa desde arriba y a contrapelo, sin la opinión ni el consenso de quienes estamos en las universidades.

Creado en julio de 1984, durante el sexenio de Miguel de la Madrid Hurtado, como una medida emergente para responder al creciente deterioro salarial de profesores e investigadores universitarios, el SNI tuvo como eje consolidar la comunidad científica y evitar la fuga de cerebros.

Para ello, creó un mecanismo de estímulos a la productividad, que se tradujo en recursos económicos para quienes lograron ingresar y permanecer en el sistema para recibir estímulos que hoy representan hasta 60 por ciento del ingreso promedio de un investigador.

Ordorika Sacristán subraya que las comunidades científicas no se oponen a que haya cambios, pero debe haber un proceso de transición cuidadoso, concertado, construido a través de los consensos, perfectamente informado y con el apoyo total de las comunidades. Resaltó que es necesario una revisión general de los mecanismos de remuneración del trabajo académico y científico, pero en un proceso de transición cuidadoso y sin apresuramientos.

Manuel Gil Antón, profesor-investigador del Centro de Estudios Sociológicos de El Colegio de México y nivel III del SNI, llamó a no caer en la tentación, como en su origen, de querer encontrar una solución entre un grupo de unos cuantos iluminados y el presidente en turno, pues apuntó que si bien todo programa de pago por mé-rito puede generar problemas, no se puede caer en la misma forma cupular en que se creó el sistema.

“No podemos tener miedo a lo que se le tuvo miedo en aquel entonces, que fue evitar una relación colegiada o colectiva de los académicos, por lo que se optó por hacer una carrera individual, y cada quien tiene un contrato con el sistema (…) Ojalá se entienda que el cambio no es modificar al SNI como se fundó, de un día para otro, sino generar un diálogo con comunidades muy diversas, que tienen muchas cosas que decir.”

[b]Mujeres, subrepresentadas[/b]

En entrevista por separado, Antígona Segura Peralta, doctora en física nuclear e investigadora del Instituto de Ciencias Nucleares de la UNAM, lamentó que pese a tener una mayor productividad que sus colegas varones, las mujeres científicas seguimos subrepresentadas en el SNI, principalmente en los niveles más altos de reconocimiento, porque la ciencia, como las personas, somos y vivimos en sociedades sexistas.

Consideró que uno de los principales desafíos del SNI es modificar los sesgos que prevalecen en quienes evalúan el trabajo de la comunidad científica, pues el sistema está favoreciendo con claridad a los hombres, pues las científicas somos más productivas, pero se considera que no merecemos ascender. "Somos 30 por ciento del sistema, pero seguimos siendo la mitad de este país. Las científicas no somos una minoría, pero dentro de la ciencia hemos sido tratadas como tal".

Mencionó que en cualquier debate sobre el futuro del sistema las mujeres tenemos que sentarnos a la mesa y tener voz, porque aún enfrentamos que la ciencia no se considera una actividad feminizada, porque durante mucho tiempo se supuso que ser racional sólo era de hombres.

Roberto Rodríguez, del Instituto de Investigaciones Sociales de la UNAM, dijo que si bien el SNI enfrenta múltiples desafíos, también logró, en 35 años de existencia, consolidar un mecanismo que ha permitido medir los resultados de la comunidad científica, y asegurar la formación de recursos humanos altamente especializados.

Sin el sistema, enfatizó, se producirían investigación y egresados de doctorado de una forma quizá distinta, pero no se puede negar que ha sido un estímulo efectivo, y tras insistir en que el pago por mérito ha tenido efectos positivos, indicó que el diálogo es una negociación, y lo que resultaría interesante sería que la autoridad negocie sus instrumentos con las comunidades, desde la legislación, el reglamento del SNI, el contenido de los fondos de investigación hasta los programas estratégicos.


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