Notimex
Foto: Víctor Camacho
La Jornada Maya

Tlahuelilpan, Hidalgo
Viernes 25 de enero, 2019

Sentados en los nichos a la Virgen de Guadalupe, en lápidas, en cualquier quicio de una tumba, bajo el sol aguardan la llegada de uno de los difuntos; querían hablar, reconstruir los hechos como si con palabras pudieran cambiarlos, habían sobrevivido a la explosión ocurrida aquí y ahora lo cuentan.

Ninguno quiso decir sus nombres, entre risas decían que uno de ellos era el que podía contarlo todo, que de aquella tragedia solo le había quedado la boca desdentada y los recuerdos del horror, había salido de los campos de alfalfa para dejar sus bidones llenos de gasolina cuando llegó el flamazo.

La última voluntad del fallecido era que todos estuvieran con él y ahí estaban, “todos somos familia, por eso estamos acá, nos duele y esta es su última fiesta”, todo ese lado del panteón municipal del poblado era de la familia Rodríguez, al menos tres con el mismo apellido habían fallecido en la tragedia y las flores frescas en los montículos sueltos de tierra daban cuenta de ello.

Toda la semana han estado en el panteón, relatan al señalar a Chito, el desdentado que había visto la muerte de cerca y aún no sabía si quería contarlo, él solo reía, mientras que otro señalaba que: “Apenas toma consciencia, apenas se está haciendo a la idea de que sobrevivió, aunque todos en realidad tenemos quemaduras internas”, había de todo ese día, familias completas, niños, ese día habían acudido hasta los de los pueblos vecinos a sacar gasolina.

Otro de ellos, un muchacho de no más de 30 años, dijo que “lamentablemente todos piensan que somos [i]huachicoleros[/i], pero la verdad es que no, póngale ahí señorita, lo que pasó ahí fue una inconsciencia de todos”, comentó.

Explicó que de entrada, los [i]huachicoleros[/i] operan en las madrugadas y en pequeños grupos. No van y llevan a sus familias, abundó. El día de la tragedia él también estuvo ahí, le tocó sacar a una niña calcinada, y todos coinciden que desde ese día no pueden dormir, nadie de los que estuvieron ese viernes.

Uno de ellos, que responde al alias de [i]El Pirulí[/i] reconoció que fue una inconsciencia y no todos eran [i]huachicoleros[/i]. “La verdad es que a muchos les ganó el afán de querer ir a echar relajo, nunca iban con la conciencia de que esa madre se iba a prender”.

Se enteraron de que había gasolina por redes sociales, por llamadas, por mensajes de WhatsApp, y antes de la explosión habían pasado cuatro horas y nadie les dijo nada.

Recordaron que primero había 25 soldados, aunque luego llegaron contingentes con más elementos del Ejército mexicano, el primero de ellos se quedó resguardando, sin decir nada a los que estaban en la embriagante fiesta por el energético.

Después llegaron dos grupos más de soldados para tratar de controlar y persuadir a las personas que se alejaran del sitio, pues debido a la exposición de los gases de gasolina, ya estaban mareados y sin mucha razón, pero ya no pudieron dominarlos, porque eran muchos, secundó otro de los que esperaban la llegada del difunto.

“Para nosotros sí fue un accidente”, había adultos mayores, mujeres y niños que se quedaron ahí entre las cenizas, “usted dígame si las señoras con sus niños se van a andar arriesgando a ser [i]huachicoleras[/i], fue la necesidad, vieron la oportunidad y acudieron”, señaló otro habitante conocido como [i]El Veracruz[/i].

[i]El Moles[/i], quien también fue a los campos de alfalfa, dijo que el aroma del combustible ocasionó el desmayo a muchas personas, él también se sintió aturdido y prefirió salir de la zona, porque además había tanta gente que no se podía hacer nada.

Durante la calurosa espera recordaron a [i]El Matrix[/i], a quien sepultaron en días anteriores y sólo alcanzó a llegar a la camioneta con el cuerpo hecho jirones, donde estaba su papá [i]El Pinto[/i]. Le dijo que ya se iba a morir y que por favor le cuidara a sus hijos.

Ante ello, ahora aseguran que todos somos [i]huachicoleros[/i], que somos la vergüenza de México, pero no es cierto, apuntó otro de ellos al decir que “esto nunca se nos va a olvidar, todos lo vamos a recordar siempre”.

El año pasado hubo una fuga en el mismo lugar, ese día no pasó nada, por eso el viernes todo el mundo se confió, “no eran [i]huachicoleros[/i], ellos saben cómo trabajar, no llevan a sus hijos, a sus esposas”, añadió [i]El Veracruz[/i].

También afirman que ellos no piden indemnizaciones, sino que solicitaron a las funerarias que ese día acudieron a sacar los cuerpos que los entregaran a sus familiares, “quieren diez mil pesos para entregarnos a nuestros difuntos”.

En su opinión, para la magnitud del siniestro sí estuvo bien que acudieran las carrozas fúnebres, lo que no estuvo bien es que se quisieran aprovechar de la tragedia del pueblo.

“Primero nos dijeron que no costaría ni un quinto, pero luego los de las funerarias ya querían diez mil pesos, lo que nos molestó fue que primero dijeran que no, pero ya luego que sí, por eso muchos no querían que se llevaran a sus familiares las carrozas, porque sabían que no tendrían para pagar después, y así fue”.

[i]El Moles[/i], que hablaba poco y que también perdió a un familiar en la tragedia, señaló que lo que pasó ese viernes “fue por la pobreza que se vive aquí en Hidalgo y es la verdad, porque todos fueron, habíamos muchos que no teníamos ni carro, entonces por querer ir a llenar un garrafón y sacar algo de dinero se murieron”.

“También fue la inconsciencia de la gente, porque sí había soldados, sí les dijeron que estaban en peligro y la gente no hizo caso, se metían a fuerzas, también fue culpa de la imprudencia de la misma gente”, señaló otro de los que esperaban el entierro de ese día.

Lo que molestó a la gente, añadió El Moles, es que aventaban los cuerpos a las carrozas sin ningún respeto, a palazos, “no se vale como trataron así a los cuerpos, eran personas, sí estaban muertas, pero los echaban como piedras a las camionetas”.

Sin poder contener el llanto, los lugareños lamentan que la gente use las redes sociales para burlarse de su dolor, a través de memes, pues cuando ocurrió el sismo de septiembre de 2017, ellos se dieron a la tarea de hacer una colecta de víveres y llevaron la ayuda a la Ciudad de México.

Lo que había comenzado como una plática con Notimex se había vuelto una remoción de escombros y cenizas, la tristeza invadió al grupo al sonar las campanadas de la iglesia que anunciaban el fin de la misa oficiada para el difunto que habían esperado, ya faltaba poco para terminar con los entierros a los que habían acudido a lo largo de la semana.


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