Alondra Flores Soto
Foto: cortesía de INBA
La Jornada Maya

Viernes 9 de junio, 2017

Desde hoy, en el Museo del Palacio de Bellas Artes algunas obras de Pablo Picasso son mostradas en contrapunto con las de Diego Rivera, con quien compartió amistad y afinidad artística, que después se tornó por caminos distantes.

La exposición [i]Picasso & Rivera: conversaciones a través del tiempo[/i] aborda las coincidencias de ambos artistas, desde su formación académica común, su diálogo en el cubismo y sus miradas en sus respectivas raíces antiguas de Europa y América.

Michael Govan, director de Los Angeles County Museum of Art (LACMA, por sus siglas en inglés), en una visita efectuada antes de la apertura de la muestra al público, expuso que la propuesta no es una comparación.

"Lo importante es pensar una estructura donde convergen diversos puntos en tiempo, espacio, ideas y diálogos".

Por cierto, Picasso afirmaba que los verdaderos cuadros, si se les acerca un espejo, deberían cubrirse de vaho, aliento vivo, porque respiran. Esa cita aparece inscrita sobre uno de los muros en esta exposición, que primero se mostró en el museo californiano y ahora llega a la Ciudad de México gracias a la colaboración con el Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA). Concluirá el 10 de septiembre.

[b]Desencuentro: dos genios, dos egos[/b]

Lidia Camacho, titular del INBA, destacó que se muestra a "dos figuras muy significativas en el arte moderno: Picasso y Rivera, cada uno formado en su método, con una vivencia compartida en Francia y entregados en sus respectivos continentes a su pasión y obra trascendente.

"Es una exposición que nos habla de muy diversas etapas de estos artistas; por una parte, la influencia de la academia en el arte grecorromano, su encuentro en París y la importancia en el cubismo", dijo la funcionaria.

Son 147 piezas las que integran la exhibición, 45 del pintor malagueño, 54 del mexicano y el resto de arte grecorromano y precolombino. Dividida en siete núcleos, son los autorretratos de ambos, uno junto al otro, los que inician el camino compartido por las salas.

Destaca la serie de grabados Suite Vollard, creada por Picasso de 1930 a 1937, considerada enrte las más importantes en la historia de esa técnica en la época moderna. En ella, el autor del Guernica reinterpreta la antigüedad clásica. Reúne obras tan monumentales, que pocas veces se tiene posibilidad de ver en conjunto.

El encuentro Picasso-Rivera fue en París, en 1914; ahí comenzó una amistad y un intercambio de ideas estéticas y aunque su afinidad con el cubismo fructificó en un diálogo sobre lienzos y pinceladas con influencia mutua, también fue motivo de su ruptura, narraron a la prensa Diana Magaloni y Juan Coronel Rivera, curadores de la muestra.

Tres obras se exhiben como testimonio de la gran amistad entre los artistas aún en ciernes. Durante la investigación para la muestra se encontró una fotografía de la pintura [i]Farola y guitarra[/i], que Pablo dedicó a Diego, en la que con grafía en francés le dice: "estoy de acuerdo contigo en todo".

La fundación Picasso certificó la originalidad del documento e informaron que en el acervo particular del malagueño había una pintura de Rivera, titulada [i]Composición cubista[/i] ([i]naturaleza muerta con una botella de anís y tintero[/i]), que fue un regalo del muralista mexicano al pintor español, la cual se exhibe al público por primera vez.

"Quedan registradas como muestra de amistad entre 1914 y 1915, al comienzo de la Primera Guerra Mundial, así como la influencia mutua. Las aportaciones de Rivera son fundamentales para el cubismo. Sobre todo en color, textura y en teoría", dijo Coronel.

"Fue un encuentro en una ciudad vacía, de dos artistas extranjeros que hablan español y que no son combatientes", añadió Magaloni. "Platicaban noches enteras sobre la nueva forma de arte que era el cubismo, que entonces representaba cambiar la noción de la representación, de la copia de la realidad y proponía incluir múltiples puntos de vista".

El cuadro [i]Hombre que está sentado en follaje[/i], de Picasso, es motivo del desencuentro, con la misma combinación de realismo y abstracción de Rivera, en Paisaje zapatista. Como dos grandes amigos, dos grandes genios, con personalidades y egos grandes, tienen un desencuentro.

Rivera regresó a México en 1921. Ambos artistas, desde su continente, retornan hacia el clasismo, con su mirada en el arte antiguo de su lugar de origen.

En un nuevo siglo Picasso y Rivera se encuentran una vez más en el Palacio de Bellas Artes, en una pintura que respira e impregna su vaho sobre el espejo.


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