La Jornada Maya

Ciudad de México
Martes 06 de junio, 2017

Bob Dylan desnuda su alma en el discurso de aceptación del Premio Nobel de Literatura, que envió ayer a Estocolmo, y que puede leerse en la página web de la Fundación Nobel. Devela el misterio del origen de sus canciones, así:

“Canta en mí, oh musa, y enséñame a contar historias”.

El clímax de su discurso es el inicio de [i]Odisea[/i], el libro de Homero que leyó cuando tenía seis años de edad y lo marcó de por vida.

Con su muy peculiar sentido de la ironía, pone en claro todo: “no soy el único autor de canciones que ha recibido influencia de libros importantes. Lo único que importa es si una canción te conmueve, y es cuando no necesito saber qué quieren decir las letras de mis canciones”.

Cita, con sorna, al poeta John Donne, contemporáneo de Shakespeare: [i]“The Sestos and Abydos of her breasts. Not two lovers, but two loves, the nests”[/i].

Y sonríe: “no sé qué qué quiere decir eso. Pero suena bonito. Y lo que uno quiere es que sus canciones suenen bien”.

Cuando Odiseo visita a Aquiles en el inframundo, cita Dylan a Homero, “es para decirle: todo fue un error. Solamente me morí y ya. No hay tal honor. No existe la inmortalidad. Y le dijo Odiseo a Aquiles que si volviera a nacer, elegiría ser un simple esclavo de un granjero, para no convertirse, otra vez, en el rey de la tierra de los muertos”.

Eso mismo son sus obras, delineó. “Mis canciones están vivas en la tierra de los vivos. Pero no se equivoquen, las canciones no son como la literatura. Fueron escritas para ser cantadas, no para ser leídas. Las palabras que Shakespeare escribió están hechas para cobrar vida en escena. Igual que el contenido de las canciones. Ni mis obras ni las de Shakespeare fueron pensadas para ser leídas en las páginas de un libro. Y espero que algunos de ustedes se puedan dar la oportunidad de escuchar mis canciones en la manera como fueron concebidas: precisamente para ser escuchadas: en un concierto, o en un disco o de cualquiera de las maneras como las personas escuchan música hoy en día. Regreso entonces a Homero, cuando dice: Canta en mí, oh musa, y enséñame a contar historias”.

Sara Danius, secretaria permanente de la Academia Sueca, dio acuse de recibo del discurso en su blog. “La aventura de Dylan está llegando a su fin”, dijo en referencia a lo que la mayoría de las personas está atenta: el cheque por ocho millones de coronas suecas, equivalente a 919 mil euros, y a 923 mil dólares. El plazo para cumplir el trámite del discurso vencía en cinco días, el 10 de junio.

Su discurso inicia así: “Cuando me otorgaron el Premio Nobel de Literatura, tuve que ponerme a imaginar de qué manera y con exactitud, mis canciones tienen que ver con la literatura. Quise entonces reflejar tal mecanismo y es lo que voy a tratar de articular para ustedes ahora”.

En el principio fue Buddy Holly, dice Dylan: “Si tengo que ir al origen de todo, debo empezar con Buddy Holly: él murió cuando yo tenía 18 y él 22 años. Desde el primer momento en que lo escuché, lo percibí como un igual. Lo adopté como un hermano mayor. De hecho hasta creí que me parecía físicamente a él. Buddy tocaba la música que yo amaba, escribía canciones con versos imaginativos. El era mi arquetipo. Todo lo que yo quería ser él lo tenía. Sólo lo vi una vez, tuve que viajar muy lejos para verlo tocar. Eso fue unos días antes de que él muriera”.

Enseguida pasa a sus primeras lecturas: [i]Don Quijote[/i], [i]Odisea[/i], [i]Robinson Crusoe[/i], [i]Los Viajes de Guliver[/i]. Pero eligió tres obras para hilvanar su discurso, que resulta ser un texto de alarido por su contenido tan sabio y su escritura tan conmovedora, plena de belleza.

Habla entonces de [i]Moby Dick[/i], de Herman Melville; [i]Sin novedad en el frente[/i], de Erich Maria Remarque; y [i]Odisea[/i], de Homero.

De [i]Moby Dick[/i]: “es un libro fascinante, que pide todo de ti. Nos habla de cómo los humanos reaccionamos frente a la adversidad. Es una mezcla de mitos, la biblia judeocristiana, los mitos de la India, las leyendas inglesas, San Jorge, Perseo, Hércules, la mitología griega, la filosofía clásica, la justificación de la discriminación”.

De [i]Sin novedad en el frente[/i]: “Eres un animal herido. No encajas en ningún lado. La lluvia cae monótona. Hay asaltos, gas venenoso, morfina, incencios, influenza. La vida se desmorona a tu alrededor, y las bombas caen silbando. Es la región más profunda del infierno. Y de pronto, alguien grita: hey, tú, ¡levántate y lucha!”

De [i]Odisea[/i]: “un hombre intenta regresar a casa después de la batalla, pero es rechazado por el viento, viento sin fin, viento enemigo. De muchas maneras, lo que le sucede a Odiseo nos ha pasado a nosotros. Alguien ha derramado veneno en nuestra copa de vino. Has tenido que compartir la cama con la mujer equivocada. Has sido hechizado por las voces de las sirenas, por voces mágicas con melodías extrañas”.

A Odiseo, declama Dylan, “le indigna la arrogancia de los otros, pero sabe controlar su ira. Sabe que es uno contra cien, pero sabe que ellos caerán, incluso los más fuertes, caerán. El sabía que era nadie. Así se asumía. Y por eso cuando todo hubo terminado, pudo volver a casa y sentarse al lado de su esposa y contarle todas las historias que le habían pasado”.

Culmina así su discurso el Premio Nobel de Literatura 2016: “Quiero citar nuevamente a Homero, cuando dice: 'Canta en mí, oh musa, y enséñame a contar historias'”.


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