Fernando Camacho Servín
Foto - Luis Humberto González
La Jornada Maya

La calle Correo Mayor, en el Centro Histórico de la capital mexicana, es un hervidero de gente en cualquier época del año. Pero cuando se acerca la Navidad o el Día de Reyes, la marea de padres y madres en busca de juguetes hace ver esta multitud como algo inabarcable.

En la mente de todos ellos parece haber dos criterios básicos para elegir el juguete deseado. Uno –quizá el principal– es el costo, pero el otro es adquirir el objeto más "adecuado" para el género de sus hijos.

A Marco Antonio Morales, quien es empleado, no se le ocurriría comprarle una muñeca a su hijo, aunque el propio niño se lo pidiera. "Es de pensarse, porque luego dicen que es mala influencia, pero ya es de cada quien", señala de forma ambigua. Pero cuando se le pregunta si él lo haría, responde tajante que no. Por su actitud casi se diría que la duda lo ofende.

Para Ricardo Fuertes, comerciante, hay un margen un poco más amplio. Si su hijo le pide un muñeco de un pony, por ejemplo, se lo compraría. Pero si el juguete que quiere fuera una [i]Barbie[/i], se lo daría siempre y cuando estuviera acompañado de su respectivo [i]Ken[/i].

"De entrada sí me preocuparía y me haría pensar más allá, pero trataría de sacarle los valores a ese juguete, dice Ricardo, quien busca para su pequeño una pistola china con mira láser, padrísima; unos patines y, por supuesto, un balón".

[b]"El juego no es sólo una actividad lúdica"[/b]

Aunque los juguetes suelen ser considerados un objeto "bonito" o inofensivo, sin mayor propósito que entretener a los menores, su asignación a niñas o niños sigue siendo un modo de "educarlos" en los roles de género que encasillan o limitan tanto a mujeres como a hombres, señalan activistas y académicas consultadas por [i]La Jornada.[/i]

Josefina Valencia, integrante del colectivo El Clóset de Sor Juana, resalta que los juguetes son un elemento importante en el proceso de conformación de la identidad de niñas y niños, así como del rol de género que se les asigna, es decir, de lo que la sociedad espera de ellos de acuerdo con su sexo.

"Aunque se antojan inofensivos, los juguetes son parte del moldeamiento de quién eres, cómo vas descubriendo el mundo y cómo te vas colocando en él. El juego no es nada más una actividad lúdica e inocente, sino que confirma lo que somos y cómo nos relacionamos", enfatiza.

En el caso de los niños, se privilegian los artículos que desarrollan el sentido de competencia o de agresión, para "naturalizar" la idea de una masculinidad violenta, mientras a las niñas se les condiciona para aceptar labores enfocadas a la limpieza y al cuidado de los demás.

"Los juguetes de las mujeres están relacionados con limpiar o aprender a dar una mamila o cambiar un pañal. Por otro lado, las muñecas nos enseñan a ser el tipo de mujer que nos corresponde: arregladas, pintadas, con cabello largo y tez blanca", apunta.

La reafirmación constante de estos cánones está basada en el temor de que las niñas "se salgan" de la norma de las mujeres heterosexuales que desean ser madres, cuidar a los hombres y agradarles, subraya la activista.

Jimena de Garay, estudiante del doctorado en sicología social en la Universidad del Estado de Río de Janeiro, Brasil, coincide en que esta diferenciación entre los juguetes de niños y niñas busca orientar a los varones hacia el pensamiento lógico, la actividad física y la violencia, y a las mujeres hacia el cuidado de los hijos y de sí mismas para gustar a los demás.

"Nuestros cuerpos, intereses y habilidades se construyen a partir de la idea de que la sociedad está dividida en dos mundos excluyentes y desiguales, pues las características consideradas masculinas son siempre más reconocidas, mientras sean ejercidas por cuerpos de hombres", indica la militante feminista.

[b]Por un juego más creativo[/b]

Ante dicho escenario, la activista Josefina Valencia considera que si la publicidad no va a dejar de marcar una clara diferencia entre los juguetes de ambos sexos, los padres de los menores sí podrían apoyar el uso indistinto de estos objetos lúdicos.

"Podríamos volver a los juguetes y los juegos más neutros, donde los niños y niñas desarrollen de forma más placentera y libre su personalidad y su identidad", en vez de reproducir los conceptos sexistas que marginan a las mujeres de ciertas actividades con el argumento de que ellas son "delicadas".

Para Jimena de Garay, no se trata de prohibir juguetes o aislar a los niños y niñas de la presión social que insiste en presentar esa división como natural y única, sino de pensar argumentos que contrarresten esa presión e invitar a jugar con juguetes que estimulen la creatividad y la convivencia entre niñas y niños.

Lo anterior se puede lograr, de acuerdo con la investigadora, al promover que los menores inventen personajes, escenarios, historias e imágenes con elementos artísticos y culturales variados que "amplíen esa forma tan limitada de ser y de relacionarse" impuesta por los roles tradicionales de género.


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