Quise ascender en la maquila, pero nunca me dieron la oportunidad: Guadalupe

El norte de México se volvió un referente de la industria maquilera, que por años ha sido la principal fuente de empleo en la región. Por su parte, la mejora en las condiciones laborales no ha ido tan a prisa como las y los trabajadores quisieran, pero personas como Guadalupe, que laboraron la mayor parte de su vida en la maquila, ven una evolución, aunque consideren que falta mucho por hacer todavía para erradicar las desigualdades. 

“Veo positivo que la empresa ponga el transporte, ya no batalla uno y se ahorra eso y no sale de nuestro bolsillo (...) y ahora hay más guarderías, y no es que no batalles, pero sí batallas menos. Veo también positivo que ya hay más vacaciones y prestaciones, los aumentos salariales, que no es que alcancen mejor, pero sí un poquito más porque al final todo sigue subiendo. Lo malo es la discriminación, no ha cambiado, eso hay y siempre va a haber. Por ejemplo, yo soy de las personas que nunca faltaba, no llegaba tarde, pero nunca me tomaron en cuenta para otro puesto”, cuenta María Guadalupe Mora Pérez, ex trabajadora de maquila en Ciudad Juárez y actualmente pensionada.

Y es que Juárez es ejemplo de cómo las oportunidades para las y los trabajadores, tanto en aumento salarial, bonos, horarios como ascensos son esenciales para el desarrollo humano y que al no concretarse, ponen en jaque no sólo la productividad, sino el acceso a derechos básicos como a la salud o los estudios, tal como lo plantean los Premio Nobel de 2024 Daron Acemoglu, Simon Johnson y James A. Robinson, quienes entre sus hallazgos encontraron que el desarrollo de una sociedad se encuentra en el tipo de instituciones que tiene y las oportunidades que ofrece a sus ciudadanos. En estos estudios, los investigadores tomaron como referencia las ciudades de Nogales, las cuales se encuentran, al igual que Ciudad Juárez en la frontera con Estados Unidos; mientras en el lado estadunidense los ciudadanos tenían más oportunidades de elegir su fuente de trabajo y lo que querían estudiar, del lado mexicano esas condiciones no se replicaban, por lo que concluyeron que el desarrollo de una sociedad no era determinada ni por la geografía ni la cultura, sino por los intereses de las instituciones gubernamentales que establecen las reglas en la región.

“Mi papá falleció cuando yo tenía 12 años, y mi mamá se quedó con cuatro hijos y se tuvo que ir a trabajar para mantenernos y ella nada más pudo darnos la primaria y yo terminé la secundaria de manera abierta. Luego me junté con el papá de mis hijos, yo tenía 17 años. Mi trabajo en la maquila empezó en el ‘79, tenía 18 años. Mi hermano después me quiso meter a estudiar computación, pero igual después nació su hijo, sus gemelos (...) sí había facilidades de estudiar en las empresas, para secundaria y prepa, pero la prepa ya no pude porque en la mañanas me levantaba yo para llevar a mis hijos a la escuela, luego salían y ya tenía que irme a trabajar, yo ya tenía dos hijos y luego vino la tercera y menos pude”, narra Lupe, quien para ese entonces trabajaba el segundo turno: entraba a las 3 de la tarde y salía a la medianoche con la esperanza de encontrar algún transporte público que no estuviera lleno para poder llegar a su casa, estudiar no era algo que se ajustara ni en el poco tiempo libre que le quedaba; tres años más tarde las empresas comenzaron a implementar las rutas privadas para recoger y llevar a sus empleados a las plantas, ahora en Ciudad Juárez es raro ver transporte público, la mayoría de autobuses que transitan por sus calles son privados específicamente para trabajadores de maquila. 

Durante más de 20 años, Lupe intentó muchas veces ascender de puesto dentro de la maquila, un espacio laboral que suele darle mucha importancia a la puntualidad y estabilidad de sus empleados, sin embargo, estos atributos no le fueron tomados en cuenta. 

“A mí me tocó que un supervisor me quiso subir de puesto y la de Personal dijo que no porque no sabían cómo era yo, que porque siempre les marcaba sus errores y en lugar de ver eso como positivo para que todo saliera bien, lo tomaban a mal y lo único que estábamos haciendo era pedir un trabajo de calidad (...) luego llegaban muchachas más jóvenes y a ellas les daban las oportunidades de ponerlas de jefas o de líderes. Y eso se repite en otras empresas y se seguirá repitiendo porque una cosa es lo que está escrito o establecido y otra cosa es lo que pasa”.

A Guadalupe la cambiaron al área de Calidad de la empresa, ahí la carga de trabajo era más fuerte porque había que revisar una gran cantidad de productos antes de que salieran al mercado, pero a pesar de ser más responsabilidad, el ascenso no llegó, tampoco un aumento salarial. “Según inspeccionaba las piezas finales, pero no me pagaban por eso porque no llenaba papelería, pero es ilógico, ¿cómo no va a ser trabajo de (área de) Calidad si es algo que yo estoy revisando y sellando para ya mandarlo al cliente? ¿Por qué le estoy poniendo un sello de calidad al producto si no soy del área de Calidad? Se me hacía ilógico que hacíamos trabajo de Calidad pero no nos podían pagar como trabajadores de Calidad y entonces estábamos engañando al cliente y estoy poniendo un sello falso porque en realidad yo no soy del área (...) y prefirieron cambiarme que ascenderme. Y ahí igual me cambiaron porque fue cuando me empezó a doler la mano y desgastarse”, debido a los movimientos repetitivos que se realizan en los trabajos de maquila.

Finalmente, Guadalupe y su resiliencia dieron paso a darle importancia a otras cosas, como estar en familia, forjar su hogar y tener sustento económico a través de su pensión, retos que logró alcanzar. Acepta que le hubiese gustado que la industria le reconociera su esfuerzo y capacidad, que eso le hubiese ayudado a padecer menos en la manutención de su familia; sin embargo, ahora continúa la lucha por los derechos laborales de las mujeres desde otra trinchera, espera que conseguir que las próximas trabajadoras no tengan que sufrir los tratos discriminatorios que le tocó vivir en la maquila desde joven y que puedan crecer en lo laboral y personal sin perjudicar a su familia.

Edición: Fernando Sierra