Colonias de ciudades de México, cada vez con más rejas

La privatización de las urbes avanza, lamenta el experto Bernd Pfannenstein
Foto: Tomada de Google Maps

El elevado crecimiento de las urbanizaciones cerradas erigidas en las zonas metropolitanas de Querétaro, Guadalajara y Monterrey constituyen ejemplos claros de cómo esos centros habitacionales de trazo horizontal, segregados del entorno y de acceso prohibido a los no residentes, velozmente se apropian de plazas y áreas que deberían ser para toda la población.

De acuerdo con investigaciones de campo, en la zona metropolitana de Guadalajara casi 40 por ciento de la totalidad de los espacios públicos hoy son de acceso restringido porque están dentro de ese modelo de zonas residenciales; en Monterrey, 34.5 por ciento están en dicha condición. En Querétaro, 42 por ciento también impiden el acceso libre para su disfrute.

Las urbanizaciones cerradas son una suerte de ínsulas donde la fuerte dependencia del automóvil es también una constante.

“Cada vez privatizamos más la ciudad: segregamos y separamos con muros, estamos creando un sistema urbano muy disfuncional”. Es la tendencia vigente en el país, en la oferta de vivienda para los distintos niveles socioeconómicos, ya no sólo los de altos ingresos, y se han convertido, además, en la antítesis de las colonias, los barrios tradicionales en México, establece el investigador universitario Bernd Pfannenstein.

Por lo anterior, y luego de largos estudios, el experto pide construir “el modelo mexicano de desarrollo condominal, vertical, que permita repoblar las ciudades en ubicaciones céntricas donde se brinde calidad de vida, las personas generen comunidad y tengan alternativas para dejar las casas alejadas y ocupar departamentos en colonias y barrios”.

Pfannenstein insiste: vivir detrás de bardas, rejas o plumas y pagar vigilancia privada ha hecho eclosión como un fenómeno urbano de encierro y costos que no sólo despojan a la población de los espacios públicos, sino que, además, rompen el sentido de comunidad vecinal.

Aún más, ese tipo de urbanizaciones incrementa cotidianamente el costo para sus propietarios por las altas cuotas de mantenimiento y, a final de cuentas, “tampoco resuelven el problema de la inseguridad ni mejoran la calidad de los servicios públicos”, indica.

Con estudiantes de la carrera de Geografía Ambiental de la Universidad Autónoma de Querétaro (UAQ) donde dicta cátedra, el especialista realizó un ejercicio de georreferencia en las tres ciudades mencionadas con el fin de comprobar, sobre todo, la apropiación de áreas verdes, plazas y espacios comunes por parte de esos condominios horizontales, “que son sitios a los que se debiera acceder sin restricciones”.

Así, cuando a partir de la década de los 80 en el siglo pasado las urbanizaciones cerradas empezaron a crearse y fueron la opción de mucha gente interesada en convivir con el medio ambiente, con personas de su mismo estatus socioeconómico y por exclusividad y protección, aquellas han pasado a ser una aspiración general, sobre todo por el argumento de la búsqueda de seguridad pública.

“Las ciudades tomaron el encerrarse como el nuevo modelo de crecimiento horizontal” y donde, además del aumento de automóviles, también crecen los centros comerciales “porque son vistos como los nuevos lugares del espacio público para convivir y encontrar servicios y lugares de compra”.

Bernd Pfannenstein puntualiza: “Las ciudades seguirán creciendo, pero no pueden hacerlo de la forma horizontal como ocurre ahora. El desarrollo vertical, en cambio, permite un modelo más compacto y levantar la densidad poblacional. Es algo que debe tomarse en cuenta”.

Desde su análisis, algunas urbes han pensado incentivar nuevamente los edificios de departamentos, “pero si éstos no brindan la calidad que se requiere en construcción, servicios y accesibilidad; si seguimos pensando que cada uno debe contar con dos cajones de estacionamiento, nos estaremos equivocando” de nuevo.

El académico lo remarca así porque, apunta, “vivir en departamento es muy complicado si éste no es funcional y si estás escuchando todo lo que hacen los vecinos porque las paredes no tienen la calidad que deberían”.

Insiste, entonces, en que el desarrollo compacto, vertical, es la “medicina” que necesitan las ciudades de México y que además “está en su ADN, y es el barrio tradicional, integral, caminable, vivible, abierto, de calidad”.

Edición: Emilio Gómez


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