Deseo y adicción

Javier Vila
La Jornada Maya

5 de agosto, 2015

Jean Cocteau narra en Opio: diario de una desintoxicación (México. Letras vivas, 1958) que abandonar las drogas deja tras de sí un fantasma que asalta al adicto en ciertos lugares y horas del día, provocando un fuerte deseo por consumirlas de nuevo. Se puede decir que tal fantasma no es sino el recuerdo de los efectos que causa el estupefaciente y forma una memoria evocable por los lugares y circunstancias asociadas.

Siguiendo esta idea, algunos hallazgos en el estudio de las adicciones sugieren la participación del aprendizaje y la memoria tanto en la adquisición y el uso de una droga como en el mantenimiento del deseo y la búsqueda. Este punto de vista considera el consumo de un fármaco similar al condicionamiento clásico descubierto por el ruso Iván Pavlov, quien observó que tocar una campana antes de ofrecer comida a unos perros, después de varias ocasiones el repique provocaba salivación en los animales aunque no hubiese comida: los perros asociaban el sonido con el hecho de alimentarse.

Así, el ambiente previo al consumo de una droga (reunión con amigos, visita a determinado sitio, etcétera) se convierte en una señal que hace recordar sus efectos. La continua asociación del ambiente y los efectos de la droga son capaces de motivar y dirigir comportamientos de búsqueda del estupefaciente, y otorga a éste una atracción que no tenía. Por ejemplo, la exposición al olor y sabor del chocolate puede motivar el consumo y hacerlo atractivo.

[h2]Adicción y condicionamiento[/h2]

La adicción a las drogas es compleja y no sólo se caracteriza por la búsqueda de una sustancia atractiva, sino por una dependencia, entendida ésta como el conjunto de síntomas fisiológicos y psicológicos que llevan al usuario a un consumo sin control. Quienes se drogan llegan a ser adictos en gran medida porque los efectos iniciales disminuyen con el uso cotidiano. Para que un usuario obtenga los mismos efectos debe consumir con más frecuencia o incrementar la dosis (concepto conocido en farmacología como tolerancia). La disminución de los efectos de una droga lleva a la precipitación del deseo y al síndrome de abstinencia, que es el conjunto de síntomas físicos que aparecen al dejar de consumirla.

Desarrollar tolerancia a una droga contribuye a incrementar la adicción, a aumentar la dosis y la aparición del síndrome de abstinencia cuando no se consume. La farmacología interpreta estos fenómenos como cambios neuroquímicos que tienen lugar en el organismo, resultado del consumo habitual de droga. De ahí que los tratamientos tradicionales contra las adicciones consistan en desintoxicar el cuerpo y terapia sicológica.

Shepard Siegel menciona que la tolerancia se debe en gran medida al condicionamiento del ambiente y el consumo de la droga, de manera similar a como sucedía con los perros de Pavlov. De acuerdo con esto, los efectos de las drogas son asociados a las señales ambientales anteriores a su consumo. Estímulos como sonidos u objetos (jeringas, botellas, cigarros) y situaciones físicas (personas, lugares, estados de ánimo) presentes antes y durante el consumo, se convertirán en señales con el uso repetido de la droga.

El consumo de drogas sería similar a una situación de condicionamiento donde el ambiente pre droga se convierte en señal de su uso. La asociación continua de señales ambientales permitirán al organismo prepararse para consumir la droga y tendrá una respuesta compensatoria opuesta a los efectos que causa. Como resultado, disminuirán los efectos y se producirá el síndrome de abstinencia.

Imaginemos que en un adicto, al aumentar el número de asociaciones ambiente-droga, se atenuarán los efectos iniciales del estupefaciente y, por tanto, tendrá mayor tolerancia. Esto, a su vez, provocará que el usuario aumente la dosis para lograr los mismos efectos. La ocurrencia de la respuesta compensatoria por sí misma, sin droga, causará el síndrome de abstinencia e incrementará el deseo.

javila@cablevisión.net.mx