Mariana Norandi
La Jornada Maya

Reportaje especial
12 de febrero, 2016

- Doctora, estoy haciendo un reportaje sobre el beso, ¿me podría usted recomendar algún investigador que haya estudiado este tema?

-¿Un reportaje de qué?

- Del beso

-¿Del peso? me respondió desde el otro lado del teléfono la reconocida académica.

-No, no. Del beso

-¿Del beso? repitió dejando escapar una risa burlona. ¡Nooo! No conozco a nadie que haya investigado eso, ¡a quien le va a interesar estudiar el beso! enfatizó, constatando que los arquitectos del beso aún no han trazado ni los primeros planos de su proyecto y descansan en el limbo de la desidia antes de empezar a dibujar el primer esbozo.

Aunque el beso existe desde antes de que el hombre abandonara la familia de los primates para convertirse en un “ser racional”, la ciencia nunca lo ha visto como un objeto de estudio. La poca literatura que hace mención de ello está vinculada a investigaciones sobre erotismo o poesía, y son mínimos los estudios en donde el beso es el eje principal de análisis, los cuales, en su mayoría carecen de seriedad.

[b]Presente desde la prehistoria[/b]

Sin embargo, como expresión humana, el beso abarca muchas de esas disciplinas que hoy lo ignoran por considerarlo demasiado obvio o mundano: la antropología, la psicología, la etología, la comunicación, la medicina, la neurofisiología, la sexología, la sociología y todas, absolutamente todas las artes. No obstante, y pese a la ausencia epistemológica, en todos esos terrenos del conocimiento el beso ha encontrado un espacio donde posar sus labios.

Manifestaciones de besos ya se tienen en la prehistoria, en algunas pinturas rupestres y en estatuillas neolíticas. Sin embargo, en aquel entonces, el beso no tenía una connotación social ni erótica, sino de autoconservación. El beso, según una de las líneas de la biología, nace con el afán maternal de alimentar a las crías que, a través de la boca, proporciona al pequeño el alimento premasticado. Con el descubrimiento del fuego y la cocción, esta actividad se volvió innecesaria y la unión de los labios cambió su función alimenticia por otra no menos vital: la afectiva.

Miles de años después, el neurólogo austríaco y fundador del psicoanálisis, Sigmund Freud (1856-1939), también relacionó el beso con la acción alimentaria. Le atribuye una importante carga erótica y explica que el primer beso humano nace de los labios del bebé y el pezón de la madre al lactar. Esta actividad, además de cumplir con su cometido biológico, prepara los labios del humano para que en su etapa adulta bese al amante.

No obstante, aunque esta corriente de autoconservación es la que predomina, existe otra teoría que atribuye el origen del beso a una extensión del aseo social de los animales.

Ricardo Mondragón, etólogo e investigador del departamento de neurociencia del Instituto Nacional de Psiquiatría “Ramón de la Fuente Muñiz”, dice que la etología desconoce la génesis del beso, pero una de las teorías que aporta es la del aseo social. “Los animales sociales tienden a asearse unos a otros como una forma de cooperación. Los que no tienen manos, como los gatos, se lamen, y los primates, que tienen manos, utilizan éstas y los labios para sacarse piojos, costras y chuparse (esta última acción adquiere forma de beso). Ese beso evolucionó y hoy hay primates, como el chimpancé, el macaco cola de muñón o el bonobo, que se besan con una función de apaciguamiento (tras acabar una pelea) o sexual (durante el cortejo)”.

[b]Construcción cultural[/b]

Se sabe que el beso, más allá de su origen biológico o antropológico, es una construcción cultural, pues no en todas las regiones del mundo existe el beso ni éste se emplea de la misma manera. Por ejemplo, en algunas etnias africanas intercambiar fluidos en un beso es algo desagradable y temido, ya que creen que por la boca se puede escapar el alma.

Los esquimales se frotan la nariz para besarse y los habitantes de las islas Trobriand del Pacífico se restriegan las mejillas y las bocas para expresar atracción sexual. Cuando la caricia se vuelve más apasionada, se succionan la lengua y se muerden el labio inferior hasta el sangrado y, en ocasiones, se arrancan las pestañas a mordiscos para expresar mayor apasionamiento.

Para algunas tradiciones orientales el beso es una forma de dar y recibir energía espiritual. En cambio, los japoneses no se besan en público porque consideran esta demostración de afecto muy privada y lo reservan como preludio del acto sexual.

Cuando el beso no es erótico, sino que expresa saludo, es una construcción básicamente occidental y toma diversas formas de acuerdo a la región. En Europa se suelen dar dos o tres besos uno a cada lado de las mejillas. En zonas rurales de Rusia se dan hasta seis besos y algunas conservan la antigua costumbre de saludarse con un beso en la boca. En América se da un sólo beso entre mujeres o entre hombres y mujeres, a excepción de los varones rioplatenses que se besan en la mejilla. En Japón y China el saludo es una inclinación de cabeza a modo de reverencia. Para los musulmanes es un estrechamiento de manos pero nunca entre personas de diferente sexo, salvo que sean familiares. En la India se saludan con las manos juntas en el pecho y, dependiendo del rango social o familiar, se inclina la cabeza. En algunas culturas indostánicas el equivalente a besarse es un reconocimiento olfativo y hay una tribu africana llamada Ngá, al norte de Malawi, donde los hombres se saludan sacudiéndole el pene al contrario.

El beso que expresa saludo, respeto, subordinación o veneración ha sido más abordado por la ciencia que el beso apasionado, el cual ha dependido de los estudios sobre erotismo, figurando siempre como un adorno en el universo de la sensualidad. Sin embargo, el beso apasionado es un fenómeno mucho más complejo tanto desde el punto de vista erótico, como desde la comunicación o la biología.

[b]Beneficios y perjuicios[/b]

Una pareja al besarse intercambian una media de 40 mil parásitos, 250 tipos de bacterias, 0.7 gramos de albúmina, 0.45 de sal, 0.7 de grasas, 0.18 de materia orgánica y gastan cuatro calorías por minuto. Un beso en la mejilla exige la activación de 12 músculos faciales mientras que en la boca se requieren 34.

Son pocas las enfermedades que se pueden transmitir en un beso y para ello, el receptor debe contar con un sistema inmunológico deficiente. Los médicos aseguran que pueden contagiarse enfermedades de tipo respiratorio, así como herpes labial, faringoamigdalitis o mononucleosis o “enfermedad del beso”, la cual se transmite por el intercambio de fluidos salivales y puede producir fiebre, faringitis, dolor de garganta, inflamación de ganglios linfáticos o fatiga. No obstante, los beneficios del beso son muchos más que sus perjuicios.

Horacio Sánchez Morales, cirujano, sexólogo y terapeuta sexual de la Asociación Mexicana para la Salud Sexual A.C. (Amssac) aseguró que “con el beso aumenta la salivación y se incrementa la secreción de almidones que ayudan a conservar la dentadura saludable”.

Agregó que los labios son zonas más sensibles que los genitales porque poseen mayor cantidad de nervios y, por lo tanto, a través de los labios se pueden percibir un gran número de sensaciones. “Los labios al ser mucho más inervados que los genitales son zonas más erógenas, lo que ocurre es que no están igual de valorados porque los tenemos a la vista. En una cultura cristiana, heredera de un Adán y Eva con genitales tapados con hojas de parra, la imaginación erótica se condena y la sexualidad se genitaliza al enfocarse prácticamente a la reproducción. Sin embargo, a través de un beso se puede llegar al orgasmo”.

Explicó que cuando una pareja se besa, se excita y esto estimula el sistema límbico. Este funcionamiento cerebral hace que se liberen una serie de neurotransmisores, como la oxitocina, que provocan sensaciones de placer. Por otro lado, con los besos apasionados aumenta la frecuencia cardiaca y respiratoria, lo que ocasiona que se incremente el flujo sanguíneo y el recambio de oxigeno en los pulmones. “El beso no es magia pero sí mejora las condiciones metabólicas generales” precisó.

Explicó que el aliento en el beso juega un papel fundamental. Un buen aliento (resultado de una dentadura y estómago sanos) puede ser un elemento seductor y erótico, mientras que un mal aliento puede matar el deseo de besar.

[b]Revela aspectos de la personalidad[/b]

Desde la perspectiva psicológica, como parte de una actividad recíproca, el beso implica una sensación placentera y favorece la autoestima.

“Un beso puede decir más que mil palabras” expresó Rolando Díaz Living, psicólogo social e investigador de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Reveló que a través de un beso se pueden conocer ciertos aspectos de la personalidad de un individuo: “hay besos que comunican timidez, pasión, recelo, preocupación o señales como el tipo de relación que se quiere establecer con la otra persona”.

A su vez, el especialista afirmó que la representación mental del beso difiere entre hombres y mujeres. “Para las mujeres el beso está más relacionado con el amor y el principio de algo, mientras que para los hombres es algo más fugaz que se vincula con la pasión”.

Este poder comunicativo del beso es una de las cuestiones en que todos coinciden, incluso, quienes estudian la violencia de género aseguran que en un beso se puede conocer el grado de agresividad del amante. Patricia Valladares, psicóloga especialista en violencia de género de la UNAM, dice que “los besos de las personas violentas conllevan una conducta de poder. Es un beso impuesto, fuerte, violento e implica abuso”.

Pero los besos no impuestos, agrega, “son un baño de salud y una energía maravillosa. Las personas que besan y son besadas, crecen mejor, desarrollan más habilidades y son más felices”.

Asimismo sostuvo que un beso suele ser el principio y el fin de una relación amorosa. “Al principio los besos son más tímidos, luego van subiendo de tono y cuando una pareja se empieza a separar el primer vínculo que se rompe es el beso. Pueden seguir manteniendo relaciones sexuales, pero no besos”.

[b]Sinónimos, íconos del imaginario popular[/b]

Existen pocos sinónimos de beso aunque sí infinidad de definiciones, muchas de ellas basadas en iconos del imaginario popular creadas a partir de imágenes de la canción, la literatura o el cine. Los entrevistados en este trabajo lo describieron como “contacto”, “pasión”, “comunicación”, “acercamiento”, “intimidad” o “vínculo”. Sin embargo, uno de los vocablos que más se repitió y que invita a la reflexión es el de “imaginación”.

El beso aparece como la llave que abre las puertas de la imaginación de un mundo sensual, más que sexual, donde todo puede ocurrir. El beso es visto como una herramienta sensorial capaz de recorrer toda la geografía del cuerpo humano y donde el amor no es siempre el motor, pero sí una especia sustanciosa.

“En el beso entra en juego la fantasía y la imaginación, pero no con una finalidad sexual, sino con un objetivo placentero en el que se disfruta de toda la gama de sensaciones que pueden, o no, acabar en el coito. Pero ello dependerá de nuestro proceso educativo, porque el erotismo no es innato, se aprende” explicó Sánchez Morales.

Añadió que los besos, para que sean más imaginativos, deben practicarse con los ojos cerrados, para concentrarse en el momento, disfrutar las sensaciones y no distraerse con el mundo exterior. “Cuando voy en el metro y veo a los chavos que se están besando con los ojos abiertos pienso que ahí algo no está funcionando, se están perdiendo de la sensación que aporta cerrar los ojos. Abrir los ojos en ocasiones puede excitar, pero no invita a la fantasía”.

Dijo que los besos deberían repartirse por toda “la superficie corporal” sin prejuicios ni tabúes “desde la punta de la cabeza a la punta de los pies”. Señaló que los besos no se dan sólo en los labios, sino en todo el cuerpo y, por lo tanto, una felación o un beso negro (anal) también son besos.
Según Juan Antonio Rosado Zacarías, narrador, ensayista y profesor de la UNAM, el erotismo y el beso “son la transfiguración de la sexualidad mediante la imaginación y la razón”. Desde tiempos muy antiguos, el arte y la literatura han sido concientes de esta capacidad humana y lo han representado en todas sus manifestaciones.

El literato explicó que uno de los problemas del idioma español es que usa una sola palabra para definir algo que es multifacético y tiene distintas intenciones. “Los romanos usaban suavium para el beso amoroso; osculum para el beso formal o religioso y basium para el beso entre amantes”.
A su vez sostuvo que existen infinidad de besos eróticos y éstos se han manifestado en el arte desde tiempos remotos pero de manera diferente en oriente y occidente.

En las culturas orientales, el beso y el erotismo se veían como una cuestión sagrada y, en consecuencia, no eran reprimidos por ninguna autoridad moral ni doctrina. “En los templos de la antigua India, como los de Khajuraho, ya podemos ver esculturas de piedras con representaciones de orgías, sexo brutal y besos. También en la literatura erótica oriental, como el Kama sutra, el Aranga ranga o El jardín perfumando encontramos besos eróticos”.

El occidente, hasta la Edad Media, el beso no estaba restringido. En representaciones artísticas griegas y romanas era una temática común, tanto entre hombres y mujeres, como entre hombres. “Pero con la llegada del cristianismo, la mujer se mira como madre, virgen o esposa. La homosexualidad es condenada porque atenta contra la naturaleza reproductiva y el beso prácticamente desaparece de todas las artes, con excepción de la literatura, donde la poesía trovadoresca hace referencias dentro del llamado amor cortés”.

[b]Su protagonismo en el arte[/b]

Acabada la Edad Media, y hasta la actualidad, el beso ha ido recuperando cada vez más protagonismo en el arte. Los besos de Romeo y Julieta en la tragedia de William Shakesperare; la escultura El beso de Rodin; la canción Bésame mucho de Consuelo Velázquez; la poesía Besos de Tomás Segovia; los besos de los cuentos de hadas que convierten sapos en príncipes o los grandes besos del cine reforzaron la parte romántica del beso y crearon patrones culturales de cómo besar. El beso no ocultó su contenido erótico pero desarrolló un romanticismo idílico en donde a través de los labios se unen las almas de los amantes. El beso es visto como el inicio del amor eterno cuya traición puede ser castigada, incluso, con la muerte.

Pero, por lo general, las películas, las poesías o las canciones acaban sin darles tiempo a los personajes enamorados a envejecer y conocer cómo evolucionaron aquellos besos apasionados que tanto conmovieron al público. En cambio, en la vida “real” la gente sí envejece y parece ser que los besos también.

En este tema hay mucha controversia, pues hay personas que argumentan que los besos no tienen edad y otros que opinan que esta actividad estalla en la juventud para paulatinamente ir desdibujándose con el tiempo.

Díaz Loving dice que “hay personalidades besuconas que se van a besar toda la vida”, sin embargo la psicóloga Valladares arguye que con los años la pasión entre la pareja se va apagando para dar paso a una relación más fraternal y, con ello, los besos van disminuyendo.
Existe el argumento de que la sociedad niega la libertad a las personas maduras de besarse en público por prejuicio hacia la sexualidad en esa etapa de la vida, y tal tabú se traslada a la vida privada como una forma de herencia moral.

En este sentido, hay otros grupos sociales en donde el beso en la boca es algo “indebido” por diferentes razones. Entre éstos encontramos representantes de ciertas religiones que renuncian al “beso carnal” en pro del “beso espiritual”; algunas personas que se dedican al trabajo sexual tampoco besan porque predomina el pensamiento que al cliente se le vende “el cuerpo” y no “el corazón”. En algunos ambientes lúdicos de carácter sexual el beso es un símbolo de debilidad ante la búsqueda explícita de placer genital. Eladio Cabrera, activista gay, explica: “el beso entre hombres se asocia a algo más emocional que sexual, pero muchos gays, en entornos muy sexuales, como cuartos oscuros o saunas, no se besan por no trasmitir su parte emocional, más aún con el estigma que siempre habido de la supuesta y falsa “debilidad-feminidad” que la sociedad nos atribuye. Otros no besan para no dar a entender falsamente un interés sentimental y no sexual. Pero la comunidad gay más desprejuiciada, al igual que los heteros, besa como parte del placer sexual”.

[b]El top kiss mundial[/b]

Finalmente cabe preguntarse si los mexicanos besamos mucho y bien. Aunque no ocupamos los primeros lugares del top kiss mundial (por cierto, los galos y su beso francés continúan apareciendo entre las mejores posiciones), tampoco estamos en los últimos puestos. Pero, pese a lo insistente de muchas encuestas, los especialistas afirman que el buen besar está vinculado a las expectativas del otro y no tanto al arte de besar o a nacionalidades.

Por otro lado, los sexólogos opinan que los mexicanos practicamos mucho el beso social y poco el erótico, especialmente en edades avanzadas. Por lo que aconsejan perfeccionar el ars amatoria y progresar en materia de cultura sexual para hacer del beso un lugar donde la imaginación y el deseo coincidan con un mismo fin.

El escritor romántico Alfred de Musset (1810-1857) dijo que “el beso es el contacto de dos epidermis y la fusión de dos fantasías”. Sin embargo a veces la fantasía se ve ahogada por el peso de la piel y la escasa imaginación de la realidad. Tal vez los escritores románticos sobrestimaron en demasía el poder del beso, pero al menos hablaban de él. Hoy el beso no se trata porque es algo común en un mundo altamente complejo y quedó arrinconado en el cajón de las cosas “obvias”. Sin embargo sigue ahí, como parte de nuestra cotidianidad, esperando que algún día a alguien se le ocurra preguntarse ¿cómo sería la vida si desapareciesen los besos?.


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