La perplejidad y el optimismo

José Ramón Enríquez
Foto: Luis Humberto González
La Jornada Maya

Miércoles 6 de junio, 2018

Al bajar el idealismo kantiano desde la metafísica y al aterrizar la dialéctica de Hegel, invirtiéndola, Marx pudo concluir en su célebre Tesis 11 sobre Feuerbach que “los filósofos no han hecho más que interpretar de diversos modos el mundo, pero de lo que se trata es de transformarlo”. En otras palabras, ya era suficiente de elaborar teoría y había llegado el tiempo de poner el pensamiento en práctica. El siglo pasado Gramsci entendió la importancia de teorizar sobre la práctica, para volver desde esa teorización a incidir en la sociedad con la práctica, sin perderse en los bucles de la pura especulación tan caros a los filósofos idealistas.

Pero ocurrió que las contradicciones inherentes al capitalismo que, según Marx, iban a llevarlo a su autodestrucción, no fueron tales, ni la práctica de la lucha proletaria que iba a conducir a una sociedad sin clases y a la disolución del Estado, la gran victoria marxista sobre Hegel, tampoco resultó como el gran revolucionario había soñado. Y estamos nosotros, en este siglo XXI, ante las contradicciones irresolubles y los callejones sin salida a que ha llegado una realidad que rebasa nuestras teorías. Así, se vuelve imprescindible que el filósofo trate de volver a enfrentar la realidad, prácticamente desde cero, si quiere transformarla, y a reinterpretar un mundo que se licúa, como alguno de los pensadores contemporáneos ha definido, y se nos escurre entre los dedos.

A ello se ha abocado un filósofo español, Daniel Innerarity, en su libro [i]Política para perplejos[/i], editado por Galaxia Gutenberg, que parte precisamente de aceptar que el hombre sobreinformado del Siglo XXI no sabe para dónde hacerse ante un diluvio inesperado y opta, con demasiada frecuencia, por dimitir a su derecho a recibir los resultados de un buen gobierno y a su obligación a actuar como sujeto político. O, dicho en las palabras de Innerarity: “Una voluntad política dimitida está detrás de toda esa retórica según la cual lo que debemos hacer es más bien no hacer nada y adaptarnos a lo que hay”.

Antes de este libro, y también en Galaxia Gutenberg, Daniel Innenarity había publicado [i]La política en tiempos de indignación[/i]. Queda clara, por tanto, su voluntad de bucear en los tiempos que han sucedido a los aún llamados posmodernos, y que son los de la posverdad, el nudo de la internet, los hackers, los paisajes al estilo Blade runner injertados en el fondo de nuestras pesadillas diurnas y, por lo tanto, de esa galopante perplejidad en la que nos enfrentamos a decisiones tan importantes como la que en México habremos de tomar el primero de julio al ejercer el voto. Decisiones políticas cuando vivimos tras “el final de las certezas”, como señala nuestro autor en uno de los capítulos de su libro.

Somos “sociedades exasperadas” con “ansiedad colectiva” que recibimos el bombardeo de internet y, como nunca antes, podemos hacer públicos nuestra furia o nuestro pasmo por las redes sociales, sin importar la verdad, sin ninguna mesura, con esa voracidad de quien ejerce o contempla el linchamiento, se enternece ante la cursilería más vomitiva y se carcajea con el peor de los memes vuelto viral por obra y gracia de millares de clics.

Ante este panorama desolador, se pregunta Innerarity, es posible “¿defender que el optimismo es más razonable que su contrario y no parecer bobo?” Y se responde así, para cerrar su libro: “Detrás de un pesimista hay siempre alguien demasiado seguro; el escepticismo, en cambio, es la antesala del optimismo. (...) un pesimista es generalmente más dogmático que un optimista, y como yo dudo mucho suelo ser más bien optimista.”

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