La silla del Peje

José Luis Preciado
Foto: Rodrígo Díaz Guzmán

Lunes 4 de Junio 2018

De pronto nos ha dado por aconsejar a medio mundo sobre lo que debemos hacer con el voto, “razonado y diverso para evitar que aquellos indeseables gobiernen este país”. Aquí se cuentan empresarios e intelectuales que se han sumado a esta convocatoria tardía. Si Andrés Manuel lleva 18 años en campaña, los aconsejadores de hoy tuvieron ese mismo tiempo para mover al país a otro nivel y alejar "los malos pensamientos” y el reclamo e indignación por la corrupción, pero no; todos hemos contribuido a convertir al Peje en un profeta al que los votantes quieren besar la mano. Él se deja querer, sin duda. Ya acaricia la silla del águila.

[b]Éramos muchos y parió la abuela (refrán mexicano)[/b]

La cosas se le han complicado al país frente a su “socio y vecino”, los Estados Unidos, con la aplicación de aranceles al acero (25 por ciento) y aluminio (10 por ciento). “México responderá con la misma intensidad", ha dicho el secretario de Economía Ildefonso Guajardo. Sin embargo, mucho me temo que no tengamos la suficiente fuerza para una respuesta espejo ante la saña de Trump; el personaje más incómodo para México y el mundo que ha tenido la Casa Blanca. Hoy nuestro país se haya débil y en pleno proceso electoral y quizás no tenga más remedio que aceptar sin más recursos los mandatos del vecino del norte.

La próxima elección entraña una bola cantada donde Andrés Manuel López tiene la sartén por el mango. Ya no asustan al electorado las comparaciones alusivas a Venezuela, los reclamos empresariales para razonar el voto; incluso algunos hombres del dinero suplicando a sus empleados que no voten por AMLO. ¡Señores, ya es demasiado tarde y ustedes tienen muchos de culpa! Tuvieron todo el tiempo del mundo para mejorar las condiciones de vida de este país y sólo se hincharon los bolsillos de plata; no en balde tenemos a los más ricos del mundo aquí en México, cohabitando con la mayoría paupérrima y desperezada, por el discurso fácil con que López Obrador pudo jalar tanta gente.

No he visto una mayor manifestación que la que ahora ocupa al país, así que señores del dinero y empresa, no lloren por la leche que ustedes mismos derramaron, porque no nos engaña su actuar. Sabemos que ustedes tienen una fuerza muy grande y decisiva con la política de este país; la gran mayoría responde a sus intereses, gobierna con su venia, a ello responden todos los monopolios instalados en este país donde ya ni siquiera se puede tener una tiendita en la esquina.

Cuando oigo al PRI también llorando por estar en tercer lugar y miro a José Antonio Meade tratando de ofrecer sus servicios como Presidente, lo veo patético. Hace mucho tiempo que el PRI debió de hacer bien su trabajo. Ya en los tiempos de Fox, los mexicanos le habían cantado su verdad y no se movieron de su deshonesta posición; a ello contribuyeron también los panistas, quienes en 12 años nos resultaron una calca del PRI.

Es tarde llorar sobre la leche derramada, es tarde invocar a la razón, cuando los mexicanos ya perdieron la fe. Anaya no despega, Meade se atoró, los independientes son un fiasco distractor y se acabó la función.

Para los que no estamos convencidos de que Andrés Manuel sea la solución y el cambio sólo nos queda sentarnos a mirar cómo las víboras cambian de piel; un poco de paciencia para ser testigos y cómo de pronto el país suma los nuevos colores políticos y nazca PriMor... Si Andrés lo hace bien, me levanto de mi silla y le aplaudo a rabiar.

[b]El último aliento es equilibrar los poderes o los reclamos tardíos.[/b]

A todas las encuestas se las llevan las urnas, la madre de todas ellas es el primero de julio, allí el votante en absoluta libertad emitirá el sufragio definitivo para elegir a su presidente, gobernador, senador, diputados federales, locales y alcaldes y la fecha se aproxima.

Todas las propuestas, idearios y ocurrencias quedan sepultadas en la basura electoral, los candidatos andan nerviosos, por primera y única vez los tenemos a la mano, pero esa sensación de poder sólo nos dura el segundo en que cruzamos la boleta electoral, luego los perdemos para siempre.

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