Y todos nuestros pensamientos son dudosos

Felipe Escalante Tió
Foto: Rodrigo Díaz Guzmán
La Jornada Maya

Miércoles 23 de mayo, 2018

Este año ha revelado que el ejercicio del debate es uno de los más frustrantes en la democracia a la mexicana. Al menos el celebrado el pasado domingo en Tijuana resultó más cercano a la lucha libre que al intercambio y crítica de ideas y proyectos.

El espectáculo político del 20 de mayo nos dejó muy poco. Entre las acusaciones de cínico, mentiroso, “dále un abrazo”, “voy a guardar mi cartera” y “Ricky Rickín Canallín”, las respuestas –cuando las hubo– se perdieron. El cartel cumplió: se anunció batalla campal y tuvimos mano a mano entre Ricardo Anaya y José Antonio Meade, lucha de parejas en relevos australianos; la intervención de Yuriria Sierra y León Krauze la habría firmado El Tirantes cualquier noche en la Arena Coliseo. ¿Y los votantes?

Como electores estamos divididos, y basta recorrer nuestras propias redes sociales. Ahí veo a un contacto, reconocido académico, parafraseando el himno nacional ruso porque hay “nubes negras sobre nuestra tierra”, y en nuestras manos está evitar el desastre. Un reconocido abogado tiene una fijación hasta enfermiza con Andrés Manuel López Obrador, y no es el único; los partidarios de este último continuamente repiten “infórmate”, cuando no le ordenan a uno pasar a recoger su torta y su frutsi.

Como ciudadanía, hemos perdido mucho más que el costo de las elecciones y los cuatro candidatos que quedan están más que deteriorados.

En las mismas redes, un meme indica que 70 por ciento de los mexicanos no quieren a AMLO, pero ese mismo porcentaje tampoco quiere a José Antonio Meade o a Ricardo Anaya Cortés. ¿Esto beneficia a Jaime Rodríguez Calderón El Bronco? En absoluto. Muchos lo vemos como un aspirante bufo, cuya presencia en la boleta es insultante; pero es mucho más peligroso lo que está detrás de él.

¿Cuál es la imagen que nos ha quedado de los candidatos? Tenemos a escoger entre un individuo con excelente preparación, pero que a su paso por distintos cargos fue incapaz de ver corrupción, incluso desvíos inmensos de dinero público por parte de su antecesora; además de autor y/o ejecutor de los gasolinazos; otro es un joven de brillante elocuencia, pero que en camino a la candidatura acabó con toda oposición al interior de su partido, acusado de lavado de dinero, de mantener a su familia en Estados Unidos “por seguridad” y al que durante la campaña se le han descubierto varias mentiras; queda el “peligro para México”, “Ya Chávez quién”, el que evade preguntas directas, que se ha rodeado de figuras impresentables, más lo que se acumule esta semana.

Mientras, como ciudadanos caminamos en un piso resbaloso. En inglés la expresión correcta sería walking on thin ice, que es la exacta para describir la sensación de peligro, aunque no aplique en el trópico y menos en una región carente de cuerpos de agua en su superficie. Nos hemos dividido por la mera expresión de intención del voto, y no alcanzamos a ver que quien gane la elección tendrá que ser, por fuerza, autoridad para todos.

Todavía en 2012 había quien respondía “no es mi presidente”, al referirse a Enrique Peña Nieto. Y parece que seguimos sin entender que al desconocerlo, nos hicimos menos ciudadanos. Y parece quien querrá seguir con la misma tónica este 2018.

Cuando los presidentes de partidos, desde los encargados de los respectivos comités ejecutivos nacionales hasta los del más pequeño municipio, junto con los coordinadores de campaña, coinciden en afirmar que su candidato “ganó el debate”, quien pierde somos los mexicanos, porque nuestra clase política está peleando por el resultado de un evento en el cual se olvidaron las propuestas y se recordaron las descalificaciones.

Y cuando nos quedamos con más descalificaciones que con planes, explicaciones de cómo se alcanzarán los objetivos y cómo resolver los problemas de corrupción, desigualdad y miseria, terminamos con la sensación de que votaremos por el menos malo, si es que quedan ánimos para salir a votar.

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La sola presencia de María Jesús Patricio Marichuy en la boleta, habría sido un reto harto difícil para los cuatro candidatos, incluso hasta para Margarita Zavala. Nuestra clase política le debe muchas explicaciones a todos los excluidos, a esa mitad de la población que vive en pobreza, pobreza extrema y pobreza alimentaria, tres eufemismos para la miseria que en este país tiene rostro de mujer indígena.

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