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Jesús Hernández Martínez*
Foto: Rodrigo Díaz Guzmán
La Jornada Maya

Lunes 14 de mayo, 2018

Varias de las figuras icónicas de la sociedad mexicana de hace algunas décadas, han venido a menos: el médico, el sacerdote, el abogado y el profesor, entre otros. Algunos se han ganado a pulso el repudio de la sociedad pero esos algunos no representan a todos. En todos los gremios todavía hay personas dedicadas en cuerpo y alma a las actividades en que participan, son las mujeres y los hombres dignos de encomio y respeto.

El profesor, maestro, mentor o docente fue, durante varias décadas del siglo pasado, el principal referente de la mayoría de las comunidades rurales y no pocas ciudades. Aconsejaba a los niños y jóvenes; disuadía a las parejas cuando éstas planeaban disolver su matrimonio; enseñaba a los campesinos a mejorar el cultivo de sus tierras. Los niños y jóvenes aprendían carpintería, las alumnas tejían y bordaban y todos participaban en bailables y en los desfiles sin descuidar sus tareas académicas. Aún son muchos quienes recuerdan que antes, cursar la educación secundaria ya era suficiente para desempeñarse en labores secundarias, tanto los alumnos como las alumnas.

Los profesores y las profesoras, con sus alumnos, pintaban las escuelas, limpiaban de maleza los patios y se daban tiempo para organizar concursos de lectura rápida, de canciones y hasta de ortografía y buena caligrafía.

El 15 de este mes se celebrará el Día del Maestro, pero ya pasaron los tiempos en que los niños les llevaban una manzana u otra fruta, un refresco envuelto en papel celofán o de china, o una pieza de pan y hasta una cerveza, también envuelta como regalo. Ahora los profesores se organizan entre ellos mismos para celebrar su día; pocos o nadie se acuerdan de ellos.

Es cierto que algunos profesores y profesoras han incurrido en delitos, algunos de carácter sexual, que ahora tanto daño causan a la sociedad pero, aunque nada lo justifica, delincuentes los hay en todas las agrupaciones. Como en el resto de la población, los delincuentes de cualquier gremio son muy pocos comparados con el número de trabajadores que cumplen a cabalidad las tareas que tienen encomendadas.

Todos, quienes sabemos leer y escribir, cursamos la educación básica o llegamos a la universidad, les debemos mucho a las maestras y maestros; aquella joven guapa, aquel mentor gordito; el bromista, el serio; a todos esos mentores les debemos nuestra formación. La educación no ha fracasado, tal vez transite por un camino relativamente equivocado. La población ha olvidado muchas cosas y a muchos personajes de la sociedad, que ya es distinta, pero no sería nada bueno olvidar a nuestros profesores.

A fin de cuentas, antes de triunfar en lo que hacemos, todos pasamos por varias escuelas y en todas hubo un maestro o una maestra que fue o todavía son nuestros amigos. Por diversas razones, pasaron por nuestras vidas profesoras o profesores que no olvidamos. Es tan loable la labor de los mentores que, a Jesucristo le llamamos el Divino Maestro.

*Profesor de educación media superior.

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