No nos peleemos entre nosotros

José Manuel Higareda
Foto: Rodrigo Díaz Guzmán
La Jornada Maya

Miércoles 25 de abril, 2018

Se ha hecho común escuchar en reuniones sociales los comentarios de los allí reunidos sobre sus preferencia electorales, lo que da lugar a intercambios de diferentes posturas. En general, el asunto discurre con calma, pero nunca falta que la vehemencia de alguno insista en las razones imperiosas por las que el futuro presidente de México debe ser, precisamente, el candidato de su elección.

El tono directo, en ocasiones molesto, no ofrece opciones de acuerdos ni hace concesiones. Del mismo modo, la respuesta de quién ha optado por un aspirante distinto suele llevar la misma intención.

Como resultado, se origina un momento tenso en la tertulia que puede ser llevado a mayores cuando se agregan nuevos participantes al necio monólogo. A eso habrá que sumar que las profecías partidistas de muchos exaltados parecen salir del estómago y son expelidas como áspera herramienta que desvirtúa todo significado.

Ante el desorden, se opta por el camino simplista de la descalificación. Los sumarios de los energumenos son lugares comunes, percepciones intencionadas, en muchos casos, basadas en la ignorancia de la Transición Política por la que atraviesa México y gracias a la cual ganamos espacios los mexicanos. Las mofas adquieren manifestaciones variopintas. Ahora el propósito parece ser llenar de mierda al contrario.

Cuando los cauces de la civilidad se ven amenazados, la reunión se convierte en un fastidio. Cuando llega la hora de partir, muchos se van agraviados de la velada, disgustados con algún familiar, con una amistad.

Para el mero espectador de estos sainetes, el sentido práctico claudica ante las premoniciones que advierten que la salvación del país, la respuesta a las plegarias, la modernización, el combate a la delincuencia organizada, y forjar un México justo y la estabilidad se encuentran, únicamente sobre la mano de uno de los cinco suspirantes, convencidos éstos de poseer la única verdad para todos los habitantes.

Cinco entes supra maravillosos que se sienten capaces de transformar positivamente a la patria, que se la saben de todas todas y no requieren de más aprendizaje. Cinco individuos sin la dignidad ?hasta donde sé? de informar a los ciudadanos cuáles serán las medidas para autoregularse en sus funciones y proponer las medidas que satisfagan al heterogéneo tejido social de México.

Pareciera ser que la mentalidad de muchos mexicanos concibe a su candidato preferido como el padre redentor que viene por fin a solucionar los asuntos de toda la familia. El ungido, el salvador omnipotente, ignora, motivo de su endeble formación política, que ya no existe el todopoderoso. El poder ejecutivo está acotado y sus funciones bien definidas. Tal vez ignora que los cinco postulantes son inmunes al electorado, porque manipulan creencias, tradiciones y la magia popular para enraizar su sustento. El mejor ejemplo son las dádivas, los acarreados, las tortas y los refrescos que gestionan votos.

Es oportuno hacer valer nuestra voz para expresarle al ganador la desconfianza, hasta que se obligue públicamente a respetar a todos los mexicanos durante su mandato. De ese modo, le daremos el beneficio de la duda.

Exigimos un mandatario que se plegue a las instituciones, capaz y honesto, constreñido por un poder legislativo funcional que deseche de una vez por todas su postura lacaya y subordinada a su partido. Un poder judicial autónomo que no solape al mandatario fuera de sus estrictas funciones y especialmente un ejecutivo que sepa negociar para el bienestar del país. ¿Quiénes es ese hombre? ¿Existe?

El presidencialismo es un riesgo al que México puede volver. La Transición Política en México se fortalece, más no ha terminado. Es nuestra obligación impedir que el ganador de los comicios desprecie a los que votaron en su contra.

Exijamos el bien común, es nuestro derecho a decir ya basta. Sobre todo, evitemos pelearnos entre nosotros, todos tenemos la última palabra.
Vaya biem.

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