Quintana Roo, paraíso de la impunidad

René Ramírez Benítez
La Jornada Maya

Martes 10 de abril, 2018

Salió humo blanco de la chimenea política de Quintana Roo; los partidos políticos han determinados a sus rostros que competirán por posiciones políticas en todo el estado.

Exacerban las rupturas políticas y las disidencias personales. El suelo de batalla está listo para la guerra electoral, una de las más complejas en la entidad, en primera instancia, por la época postborgista que ha dejado a toda una ciudadanía lastimada; una ciudadanía enojada; una ciudadanía cansada de todo lo público y desconfiada de las instituciones y procesos democráticos.

Y con justa razón; los “conclaves” políticos que vivimos en días recientes sólo dejan claro una idea: Quintana Roo es un pastel para repartirse.

Lastimosamente, la clase política quintanarroense ha quedado en manos de un puñado de personas que ven la labor pública como un medio para adquirir relaciones, generar riquezas y mantener privilegios, sobre todo en una entidad que alguna vez fue un paraíso tropical, y que se ha convirtió efectivamente en un paraíso, pero no tropical, sino de la impunidad; un paraíso del crimen organizado que opera sin mayor restricción; un paraíso para practicar una política pervertida; una política que ve en el recurso público un pastel para repartirse e intereses particulares que proteger.

Así se ve Quintana Roo, porque los problemas de ahora no son nuevos, vienen más atrás del joaquinismo y el borgismo, y se han convertido en algo consuetudinario; la costumbre que se convirtió en ley.

El problema son las prácticas que persisten, las viejas visiones políticas que persisten, los actores políticos que son los mismos de siempre.

La prostitución ideológica para la permanencia en el poder; ahí está el ejemplo de Marybel Villegas y su constante cambio partidista; y mientras la clase política se reparte el botín, Quintana Roo se sumerge en aguas peligrosas.

De acuerdo con datos de la Encuesta Nacional de Victimización y Percepción de Seguridad Pública (Envipe), de cada 100 delitos que se cometen en dicha entidad, sólo 12.4 se denuncian, y ello se deriva de una desconfianza casi total a las instituciones de procuración e impartición de justicia. Es por ello que siguiendo los datos de la Envipe, el 61 por ciento de los quintanarroenses consideran que su estado es completamente inseguro. Incluso, el porcentaje de personas afectadas por delitos está por encima de la media nacional. El caos está presente en los 118 homicidios en lo que van del año -el más alto en los últimos 10 años en Cancún según datos de la Fiscalía de General del Estado proporcionados a El Financiero.

Respecto a los temas de las finanzas públicas, Quintana Roo es uno las entidades con un escenario catastrófico, que inclusos llevó a la interposición de denuncias ante la PGR por parte de la Auditoría Superior de la Federación hacia Roberto Borge y sus colaboradores, y posteriormente a su detención por parte de agencias internacionales; sin embargo, de acuerdo con datos de la Encuesta Nacional de Calidad Regulatoria e Impacto Gubernamental, dicha entidad se encuentra en los primeros lugares a nivel nacional en corrupción gubernamental. También, según información del Centro de Estudios de Finanzas Públicas, en 2016 “Quintana Roo es la entidad con mayor deuda por habitante”.

No debemos olvidar que los datos son personas, situaciones y vivencias. Si volteamos a ver hacía la clase política local, las cosas parecen que no cambiarán. Ahí están presentes todos, los cómplices; los mismos de siempre; los que durante el Borginato aprobaron las cuentas públicas; los que aplaudieron desde sus curules.

Quintana Roo, la tierra de los chapulines; Quintana Roo, donde la “izquierda” es lo mismo que los demás; Quintana Roo, donde los intereses particulares pesan más que el interés colectivo. Ahí está el caso de Uber, donde los sindicatos pudieron frenar la entrada el dinamismo y mejores servicios; ahí está el caso del cobro de estacionamientos en centros comerciales de Cancún, a pesar de los lineamientos municipales; ahí la ciudadanía secuestrada.

Sólo queda arrancar de raíz a los monstruos; cambiar sustancialmente la cultura política del estado; una ciudadanía activa, participativa e informada; una ciudadanía que empiece a serlo.

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