Reconstrucción de la memoria en la obra de Boldó

Johanna Martin Mardones
Foto: Facebook @luxperpetuart
La Jornada Maya

Jueves 29 de marzo, 2018

Recortar, clasificar, sobreponer, combinar son acciones cotidianas reordenadas por el artista Jordi Boldó estableciendo diálogos que vivifican la entidad pictórica contemporánea. En La memoria de las cosas, presentada en la galería Lux Perpetua, selección de un trabajo mayor desarrollado por el artista correspondiente a la serie [i]Pequeñas memorias[/i] y [i]Memorias y horizonte[/i], Boldó recupera con trozos de variados géneros, prendas de vestir, cartones, pasta para hacer texturas, color y grafismos escenas del pasado, sustratos de la memoria porque, como plantea Vicente Sánchez, “La realidad nunca es unitaria. Sólo existen fragmentos: piezas, órganos, minutos. Fragmentos en el tiempo y fragmentos en el espacio”, de ahí que la propuesta de Boldó (des)articule la escena en fragmentos en un montaje donde conviven relaciones complejas en su carácter compositivo. Paralela a la realidad fragmentada se hacen presente pequeños relatos de una historia que busca crear una continuidad lineal que es imposible o como diría Sánchez sólo una ilusión. La escena que se (re)crea, en agrupaciones de pequeños y grandes formatos, busca intuitivamente (re)unir los sub-espacios para (re)construir, en el imaginario, una unidad.

A mi parecer, el trabajo del artista tiene sustento en la memoria [i]episódica[/i], ligado a lo biográfico, para justificar y desmitificar el vacío con la (re)escritura de su propia historia sustentada en dos pilares: la persistencia temporal y la construcción simbólica. Por ello, la elección de colores deslavados, la utilización de textura, en algunos casos exagerada en objetos, géneros y en casas dibujadas como patrones preestablecidos, (re)presentación de mixturas periféricas superadas por un presente que sólo admite una huella débil de lo que fue. Su obra cuestiona la memoria al tratar de (re)construirla en la intimidad silenciosa al elegir e ir colocando elementos cotidianos de gran carga simbólica para intervenir-interrumpir el espacio-tiempo. El hacer se conjuga en esta acción que se pasea por la geografía interna del ser en un acto que permite creer que es posible su recuperación, aunque sea en trozos, para transformarla en un renovado paisaje y arrancarla del pasado, para ser, diría Emilio Lledó “ser es, esencialmente, ser memoria”, acto que lleva implícita la controversia y que instala la escena que fue en un ahora que juega a rememorar imbricadas alteridades. La información-contenido que entregan las pinturas, bajo esta mirada, es declarativa (conocer qué), procedimental (conocer cómo) y crítica (conocer por qué y cuándo).

Los materiales aparecen cubiertos por pintura y textura, el paso del tiempo los ha atrapado, y conviven con grafismos de mayor o menor relevancia, puestos ahí como quién juega a rayar una pared con algún material encontrado por casualidad. Otro acto del pasado que alude al juego infantil de inscribir formas sin un sentido determinado, sólo por la libertad de ser en un espacio público-colectivo, memoria autobiográfica, formato simbólico.

La memoria que guardan las cosas opera en la obra del artista como depositario histórico, sagrario, tabernáculo, y aludo a este concepto por su carácter sagrado en su contenido único e individual por quién lo experimenta, para convertirse y ser, en el imbricado sustrato de la memoria, colectivo; lugar donde fluye y confluye el pensamiento crítico contemporáneo. La memoria entendida como depósito de hechos históricos es siempre un acto de poder, Milán Kundera diría “querer olvidar es un acto antropológico. La lucha contra el poder es una lucha de la memoria contra el olvido”.

Las pinturas están plagadas de superposiciones, capas que debemos remover, hay que raspar para encontrar lo perdido en un proceso de codificación porque su obra no es una representación real del pasado, sino una réplica. Su obra no es lineal, su arte no termina en el consumo ni se autodefine como objeto decorativo, la cartografía está pensada desde otro lugar. La grafía arma infantil y tímidamente el dibujo (imagen) que persiste y resiste su muerte, porque el olvido es otra forma de morir.

Jordi Boldó reyerta contra la veladura del tiempo y fricciona los elementos para que persistan en el acto de volver a pasar por el corazón, re-cordis, entendiendo el corazón como el órgano central del ser humano donde se une y armoniza la mente y la emoción. La sanación comienza desde ese lugar, es un acto del día a día.

[b]Johanna Martin Mardones [/b]

Licenciada en Artes Plásticas por la Universidad de Concepción (Chile), diplomada en Gestión Cultural y Comunicación en la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Argentina), maestra en Literatura Hispanoamericana por la Universidad de Concepción (Chile), actualmente cursa el doctorado en Educación en la Universidad Iberoamericana de México.

Ha realizado diversas exposiciones individuales y colectivas; ha trabajado como profesional en el Museo Nacional de Bellas Artes y el Consejo Nacional de la Cultura y las Artes (Chile); es autora de artículos críticos en varias revistas internacionales.

En marzo de 2017, en el marco de la celebración de la ciudad de Mérida Capital Americana de la Cultura, fue invitada a exponer su obra plástica y a realizar ponencias teóricas en la Galería de Arte Le Cirque. Este año tiene invitaciones a exponer en la Alianza Francesa, en el Conjunto Residencial Altozano y en el Centro Cultural de Artes Visuales en Mérida, así como en el Museo de la Cultura Maya en Quintana Roo.

Desde el 2013 a la fecha es columnista permanente de la revista de exalumnos de la Universidad de Concepción (www.udec.cl/exalumnos/newsletter).

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