Mary Magdalene y el protofeminismo judeocristiano

Rodrigo González
Foto: Tomada de la web
La Jornada Maya

Jueves 29 de marzo, 2018

Durante más de mil 500 años, y después de muchísimas clases de catecismo, mantuvimos la certeza de que María Magdalena había sido una prostituta redimida por Jesús y que terminó acompañándolo en sus últimos días hasta convertirse en la primer persona que lo vio resucitar.

Y bien, aprovechando la época vacacional de semana santa y abusando un poco del gusto que me provoca unirme a la contemplación del derrumbe de ciertos mitos en el cine, fui a ver Mary Magdalene, del director de comerciales y TV australiano, Garth Davis.

En esta cinta, Davis y sus guionistas -Helen Edmundson, Philippa Goslett- buscan acabar con la versión oficial impuesta por la Iglesia sobre María Magdalena y nos acercan a la realidad de una mujer comprometida con su comunidad, revolucionaria, inteligente y al mismo tiempo rebelde y poco dispuesta a cumplir con las imposiciones de su tiempo.

Mary -Rooney Mara haciendo gala de su delicada fuerza interpretativa- se niega a aceptar un matrimonio arreglado, entonces el padre intuye que tiene el diablo adentro (así como lo lee) y pide ayuda al rabino de la comunidad. Después de un evento en el que casi la ahogan en el lago para sacarle el demonio y que no consigue ningún cambio en ella, le llevan a Jesús de Nazareth -Joaquin Phoenix, preciso e intimista-, conocido por curar enfermos y anunciar que el reino divino está cerca. Mary, después de escucharlo, queda convencida de que el mensaje que comparte Jesús no es uno de sedición y de violencia, como la mayoría de sus discípulos creen, sino de amor y compasión por los demás, así que decide seguirlo y se convierte de esa forma en su discípula.

A partir de aquí, la cinta nos lleva por pasajes que son fácilmente reconocibles, desde la sanación de los leprosos, el domingo de ramos, la expulsión de los mercaderes del templo o la última cena y, sin embargo, en un inteligente giro, todos estos momentos parecen completamente anticlimáticos y carentes de la grandilocuencia impuesta durante dos mil años de tradición católica, y en su lugar, narrativamente, son dirigidos completamente hacia ella y a lo que estos eventos provocan en ella, quien desprovista totalmente de ambiciones personales, irá dándole forma a decisiones que tomará en un futuro cercano.

Tras la muerte de Jesús a manos de los judíos quienes lo acusan de sedición y, ejecutado en la cruz por orden de Herodes Antipas, María se convierte en la primer persona en verlo resucitado. Gracias a ese momento, termina por comprender en su totalidad el mensaje del de Nazareth, y al no coincidir con la idea de Pedro y del resto de los apóstoles sobre el futuro del movimiento, decide emprender su propio camino.

A pesar de que la cinta falla en momentos como un todo dramático, vale la pena resaltar la avanzada poética de la que se vale para remarcar cómo aquel movimiento iniciado por Jesús -y que se basaba enteramente en el amor hacia el otro-, fue manipulado casi desde el inicio y le permitió a una institución como la Iglesia católica, perpetuar una imagen desvirtuada de la mujer más importante dentro de aquel movimiento, y a partir de ahí, generar una enorme cantidad de vicios históricos que han sido utilizados sistemáticamente para estigmatizar y reducir el papel y la importancia de la mujer en la sociedad.

Dadas las circunstancias y climas actuales, sería importante preguntarnos de qué forma la actualizada imagen de María Magdalena, una figura fundamental en la estructura de la sociedad occidental de tradición judeocristiana (la relación intrínseca de los conceptos Madonna-puta-mujer) valdría para ayudar a reconfigurar el incuestionable valor e importancia de las mujeres y el insostenible trato que les hemos procurado durante milenios.

Y ya de pasadita, aprovechando que este viernes de crucifixión (¡oh! la ironía) arrancan oficialmente las campañas electorales, por qué no nos damos a la tarea de preguntarle a los candidatos y a la candidata dónde están sus propuestas para hacer de este país uno donde las mujeres, todas y cada una de ellas, se sientan a salvo y poseedoras de las mismas oportunidades que cualquiera.

[i]Mérida, Yucatán[/i]
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