Huacho Díaz y la traición al bipartidismo

Felipe Escalante Tió
Foto: Rodrigo Díaz Guzmán
La Jornada Maya

Viernes 9 de marzo, 2018

Menudo revuelo armó Joaquín Díaz Mena tras solicitar licencia para separarse del cargo de diputado federal, renunciar a su militancia en el Partido Acción Nacional (PAN) y anunciar su adhesión a Movimiento de Regeneración Nacional. El golpe y la reacción descalificadora, hasta el momento, lo acusa su antiguo partido; sin embargo, éste puede ser un momento de resquebrajamiento para el bipartidismo yucateco.

Por lo menos desde la entrada en vigor de la Constitución de Cádiz (1812), la vida política yucateca, y en realidad en muchos otros aspectos, se ha organizado a través de dos opciones. Así tenemos a sanjuanistas y rutineros, después a mendistas y barbachanistas en los años 30 y 40 del siglo XIX; “liberales” y “cantonistas” en los períodos de República Restaurada y Porfiriato; “liberales” y “morenistas”, antes de la llegada de Salvador Alvarado, y finalmente a través del PRI y el PAN, desde la institucionalización de los partidos.

El único momento en que el bipartidismo presentó una opción novedosa –aunque en realidad se trataba de una generación nueva del grupo liberal– ocurrió en 1909, cuando se disputaron la gubernatura Enrique Muñoz Arístegui, como heredero de los liberales encabezados por Olegario Molina; Delio Moreno Cantón, sucesor de los “conservadores” que encabezaba su tío Francisco Cantón Rosado, y José María Pino Suárez, entonces periodista formado en el Instituto Literario e impulsor del Partido Nacional Antirreeleccionista fundado por Francisco I. Madero.

Si bien en esa elección se impuso Muñoz Arístegui con mano dura, mandando encarcelar a los opositores de las otras agrupaciones, también lo es que la sociedad dividió su apoyo. Alfonso E. López, un periodista de la época, indica que se celebraba “que el hacendado D. Fulano daba para tal club $10, para el otro $5 y se suscribía a las publicaciones gobiernistas”, o los hermanos se colocaban uno entre los reeleccionistas, otro con los morenistas y un tercero con los “antis”. Lo que ocurrió en aquel entonces fue una crisis de representación, en la que una buena parte de la sociedad yucateca veía como ajenas y contrarias al interés local las decisiones tomadas por su gobierno.

Mención aparte merece que Pino Suárez entró a la competencia porque el “oposicionista” Delio Moreno Cantón, a quien había acordado apoyar en la elección local a cambio de que hiciera lo propio en la nacional, decidió ofrecer su contingente al presidente Porfirio Díaz, en busca de ser favorecido por el “gran elector”, mientras que el pacto con los antirreeleccionistas era precisamente para evitar un nuevo período del dictador al frente del Ejecutivo.

Estas crisis implican también que sectores amplios de la sociedad perciben que las opciones tradicionales les están fallando. En 1909 se trató de trabajadores que comenzaban a organizarse: mecánicos, obreros ferrocarrileros, dependientes del comercio, alijadores y cargadores en el puerto de Progreso, y una juventud con estudios superiores que no encontraba manera de insertarse en el mercado laboral, además de migrantes.

Hoy, la crisis la han propiciado los duros golpes a la clase media, en cuanto a la posibilidad de hallar trabajo con una remuneración digna y prestaciones, y su capacidad de consumo, afectada por los gasolinazos, pero también la omnipresencia del crimen organizado y la descarada corrupción que ha marcado a varios gobernadores e incluso al propio presidente Peña Nieto; pero también los excesos de la clase política, sin duda condensados en la afición a los vuelos en helicóptero del senador Emilio Gamboa, junto con los moches del Partido Acción Nacional y las recientes alianzas de Andrés Manuel López Obrador con actores que para otros sectores sociales son impresentables.

Antes de iniciar esta semana, la elección yucateca se veía como un nuevo enfrentamiento del tradicional bipartidismo, aunque con una presencia en crecimiento de Movimiento de Regeneración Nacional (Morena), más por el Efecto AMLO que por la existencia de cuadros fuertes; sin embargo, la adhesión del ex panista Joaquín Díaz Mena Huacho y su virtual postulación pueden volver ésta una elección de tercios antes del inicio de la campaña, el próximo día 30.

Huacho le brinda a Morena algo de lo que la organización carecía: estructura en buena parte de los municipios yucatecos, particularmente en el oriente y la costa, y del codiciado 10 o 12 por ciento, Morena bien podría superar una cuarta parte de la intención de voto.

El gran perdedor, independientemente del resultado de la votación del próximo 1 de julio, puede ser el bipartidismo local. Ya está minado, porque su discurso se sustenta en el “si no estás conmigo estás contra mí”, o en que “priísta” o “panista” no se utilizan como adjetivos para indicar una militancia, sino para descalificarse mutuamente e incluso insultarse. Porque en este momento llamar “traidor” a Huacho significa que la dirigencia del PAN no supo ser autocrítica.

Y al electorado tampoco le resulta satisfactoria esta retórica, en parte porque el bipartidismo operó también como una estructura de comunicación que hoy está mermada por las redes sociales y la presencia de otros medios, incluyendo La Jornada Maya. La población tampoco es homogénea, los más de 200 mil residentes migrantes ya se están haciendo sentir, y por lo general lo han hecho a través de canales novedosos.

Dudo que el PRI resulte el gran beneficiado. Si bien Mauricio Sahuí terminó el período de precampaña más suelto y sonriente conforme la “operación cicatriz” fue avanzando, no deja de haber cuadros inconformes, y los habrá que decidan apoyar bajo el agua, como en 1909, a los “antis”.

Pronóstico: Si Morena decide acoger a Sofía Castro y postularla para senadora, Rogerio Castro pasará a ser el gran perdedor, y con él la militancia que ha hecho el trabajo a pie desde el primer momento. Más que encuesta, deberán pedirle a sus miembros que firmen de apoyo.

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