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Francisco J. Rosado May
Foto: Twitter @TrenMayaMX
La Jornada Maya

Martes 16 de diciembre, 2019

El resultado de la consulta a los pueblos indígenas en Chiapas, Tabasco, Campeche, Yucatán y Quintana Roo, indica que el proyecto de desarrollo tren maya es visto con buenos ojos y a la vez con grandes expectativas. No sería una exageración decir que el consenso logrado para apoyar dicho proyecto fue abrumador.

La inédita consulta a las comunidades indígenas deja varios aprendizajes e hizo visibles diferentes posturas de grupos que ejercieron su derecho a expresar su opinión sobre el tema, unos a favor y otros en contra. Algunas posiciones pueden considerarse como de forma (e.g. quienes son los que debieron ser invitados y el proceso y decisión), mientras que otras son de fondo (e.g. metodología de la consulta y el concepto de desarrollo ).

El Convenio 169 de la OIT, que no había recibido tanta atención hasta antes de esta consulta indígena, es hoy la única herramienta normativa y metodológica que tenemos en México. En este sentido, el inciso a) del artículo 6 de dicho Convenio señala “…consultar a los pueblos interesados, mediante procedimientos apropiados, y en particular a través de sus instituciones representativas, cada vez que se prevean medidas legislativas o administrativas susceptibles de afectarles directamente”. Este texto explica porqué el énfasis en las invitaciones para la consulta se hizo a las autoridades comunitarias reconocidas en el sistema de gobernanza presente en cada municipio. No obstante, la participación de indígenas no considerados como autoridades, estuvo abierta y varios ejercieron ese derecho.

Estudios socioculturales han demostrado que la percepción juega un papel definitivo en procesos de toma de decisiones. La consulta indígena no es la excepción. La percepción se va conformando mediante la información disponible, pero el procesamiento de esa información es influenciada por la cultura de quien la recibe y por las condiciones socioeconómicas en las que vive. La persona hace un balance de todos esos factores y toma decisiones. Es un error asumir que las decisiones así tomadas sean irracionales por no estar en concordancia con otras formas de pensar. En otras palabras, si las comunidades indígenas apoyan el proyecto del tren maya sin tener toda la información del impacto ambiental, como quisieran algunas voces, no quiere decir que están abandonando siglos de tradición de conservación y manejo de sus recursos naturales. Tampoco quiere decir que están dando un cheque en blanco. Lo que habría que cuidar es el seguimiento, monitoreo y establecimiento de medidas precautorias consensadas en el proyecto. Al dar su consentimiento condicionado al proyecto del tren maya, los indígenas percibimos una oportunidad legítima de atención a nuestros enormes rezagos. Y no vamos a renunciar a este derecho, es parte de una larga historia de adaptación, resiliencia y resistencia,

Hubo voces, especialmente entre académicos, que señalaron dos elementos importantes en el proceso. Uno de ellos se refiere a que no se brindó información en detalle de aspectos técnicos o de impactos ambientales, sociales, económicos, entre otros. Sin duda, el proyecto debe tener esos elementos y hacerlos públicos. La pregunta, entonces, sería ¿Cuándo se debe presentar y quien debe presentar esa información? Los estudios deben cumplir con el contexto que señala el Art. 4 del Convenio 169 en el sentido que “deben salvaguardar las personas, los bienes, las instituciones, el trabajo, la cultura y el ambiente de los pueblos”. Adicionalmente, el Art 7, inciso 1, señala que los pueblos tienen “el derecho de decidir sus propias prioridades en lo que atañe al proceso de desarrollo”, y además “deberán participar en la formulación, aplicación y evaluación de los planes y programas de desarrollo nacional y regional, susceptibles de afectarles directamente”. En otras palabras, el proyecto está en construcción; el Convenio 169 no está asumiendo que en la consulta se debe presentar todos y cada uno de los detalles del mismo, sino que obliga a entrar en proceso de co-participación, estado-indígenas, para construir el proyecto. Por supuesto que cada participante tendrá una función de acuerdo con sus capacidades, habilidades, experiencias, conocimientos. El estado incurriría en un error si en los estudios de impacto social, ambiental, u otros, no toma en cuenta la opinión ni genera datos provenientes de las comunidades indígenas. También sería un error si al concluir la recopilación y sistematización de la información no la comparte con los afectados, incluyendo los resultados de estudios altamente especializados.

En otras palabras, el proceso de construcción del proyecto del tren maya está en una etapa inicial; debería haber más reuniones informativas, mas intercambios de opiniones, no solo por la innegable transparencia que demanda el proceso sino para el seguimiento del cumplimiento de los compromisos adquiridos. Esta es una de las funciones de los comités de seguimiento elegidos en cada asamblea.

Quizá el tema más álgido e invisible, es el que se relaciona con el modelo de desarrollo que implica el proyecto del tren maya. La inercia de modelos de desarrollo que descansan en políticas neoliberales necesitan ser revisados. Pero, ¿Qué alternativas existen? Todas las participaciones de las autoridades comunitarias son insumos invaluables de planeación territorial que se pueden, y deben, reflejar en las reglas de operación del 2020. Dominará, por supuesto, la urgencia de atender asuntos estructurales para detonar la economía. Pero, ¿de donde saldrán los recursos?

Las ganancias y los objetivos sociales no son incompatibles, pero requiere nuevos enfoques de planeación de desarrollo. Para esto es indispensable contar con un nuevo paradigma que inserte en la noción de desarrollo los propósitos de la 4T. No será fácil pero no hay otra alternativa mejor. Sin alternativa viable que muestre resultados tangibles en 2020, la enorme movilización social que implicó la consulta indígena, podría pasar de grandes expectativas y apoyo al proyecto, a una gran decepción, rechazo y bloqueos. A nadie le conviene. Por eso es urgente tener un modelo de desarrollo diferente. Como ejemplo está la propuesta del libro “Social value investing: a management framework for effective partnerships” de H.W. Buffett y W.B. Eimicke.

Una propuesta para la 4T es un modelo de desarrollo, participativo e incluyente, que descanse en los sistemas bioculturales ad hoc en cada territorio, teniendo como objetivo el crecimiento económico y la sostenibilidad, en un contexto de país multicultural, con participación financiera y directriz gubernamental, mayoritaria, e iniciativa privada. En otras palabras, ganar-ganar, gobierno, sociedad, empresarios e indígenas. Tenemos, sin duda, personas con este perfil de formación, pero ¿ocupan posiciones claves de toma de decisión en el gobierno?

Con el resultado de la consulta indígena podemos construir una sociedad, multicultural a todas luces, capaz de tender puentes interculturales para construir un futuro de ganar-ganar. Esto no es imposible, Al Gore, en “Una verdad incómoda 2” demuestra que en el tema, extremadamente complejo, del calentamiento global, la negociación con la India logró avances muy importantes para la firma del acuerdo de París en 2016. Para el proceso de desarrollo con el Tren Maya, mucho ayudaría que se impulse una verdadera educación intercultural, no un neoindigenismo depredador, e insertar en los planes de estudio teoría y métodos de construcción de consensos en sociedades multiculturales, entre otras reformas.

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